La España que madrugaba para ver a Fernando Alonso
La crónica de dos años, 2005 y 2006, en los que el piloto asturiano se coronó campeón del mundo de Fórmula 1 bajo la atenta mirada de un país que ha cambiado mucho, pero que ahora confía en «El Plan»
Fernando Alonso ha conseguido, 17 años después, que en España se vuelva hablar de la posibilidad de tener a un campeón del mundo de Fórmula 1. Aquellos tiempos de acelerón en muchos aspectos regresan como Nadal que, también 17 años después, en realidad nunca se fue. Cuando en 2005 el asturiano se alzó con el título automovilístico por primera vez todo parecía posible. Esos gritos de rabia sobre el Renault con el pelo empapado eran un poco como aquel «me lo merezco» que Michel le gritaba a la grada después de marcar tres goles con España en 1990.
Ni en 1990 ni quince años después los españoles conocían el coronavirus. Ni siquiera podían imaginárselo, pero tampoco tenían ni idea de lo que era la prima de riesgo o las hipotecas subprime, aunque algunos las estaban firmando con aquella sonrisa que puso de moda Zapatero, el personaje con el que la mayoría de los españoles se hubiera ido de cañas entonces, según una curiosa encuesta que hubiese firmado hoy el simpar Tezanos, a quien esos mismos españoles tampoco conocían.
Fueron dos años en los que los monoplazas se convirtieron en tema de conversación recurrente. España sabía tanto de Fórmula 1 como de fútbol. Del Vente a Alemania, Pepe, con Alfredo Landa y su boina, se había pasado a los duelos por los circuitos del mundo contra el mejor de todos los tiempos, el teutón Michael Schumacher y su Ferrari invencible, al que el asturiano había ido acercándose poco a poco desde los tiempos del modesto Minardi, al que Alonso sacó un rendimiento imposible.
Alonso era fuerte, es fuerte. Es de los buenos, de los mejores de verdad de siempre, y los españoles lo podían sentir. Había un sentimiento de grandeza y de orgullo hacia ese joven campeón ilusionante que hacía que millones de españoles se levantaran de la cama a horas intempestivas. Un chico inteligente y audaz que conducía a 300 kilómetros por hora y adelantaba por lugares inverosímiles. Todo parecía posible en un mundo que ha cambiado mucho desde entonces. Así era aquella España que vibraba con el Nano:
¿A qué quieres que te gane?
Las sucesivas victorias de Fernando Alonso coincidieron con el amanecer de la edad dorada del deporte español. Fueron años de victorias en prácticamente todos los terrenos. Una época a la que puso la guinda el Mundial de Fútbol de 2010 cuando se acuñó el famoso: "Soy español, ¿a qué quieres que te gane?
Alonso hacía historia en 2005 al convertirse en el primer piloto español en ganar el Mundial de Fórmula 1, algo que años antes ni siquiera era un pensamiento sino algo lejano propiedad de nombres aún más lejanos como Mansell, Piquet, Senna o Prost. Tenía 24 años. En junio de ese mismo año Rafael Nadal conseguía su primer Roland Garros (el plan, otro plan, era levantar el trofeo en 2004, pero apareció su lesión crónica en el pie, que puso en duda su carrera y obligó a posponer el asalto a París al año siguiente), el inicio de su reinado en el tenis. Aquella temporada Dani Pedrosa conseguía el título de 250 cc en motociclismo y en la siguiente lo harían Jorge Lorenzo en la misma categoría y Álvaro Bautista en 125. Más niños prometedores que apuntaban, como apuntaron, a no quedarse simplemente allí.
En baloncesto recorría los parqués la generación de oro encabezada por Pau Gasol, que comenzaba a forjar su leyenda en la NBA. El segundo título de «Magic Alonso» coincidía con la primera aparición del catalán en un All Star, otro hito histórico. Cuando Pau llegó a los Grizzlies de Memphis sus compañeros no le dieron bola, nunca mejor dicho, hasta que un día le dijeron que les demostrara de lo que era capaz. Y lo hizo para convertirse en el rookie del año en 2002. Kevin Garnett, uno de los más grandes talentos y jugadores de la historia, lo vio en primera fila aquel día de la colada mítica, como el crossover de Iverson a Jordan. Gasol, acompañado de los Navarro, Rudy o Raúl López, lideró a ese grupo de jóvenes baloncestistas hasta el mayor triunfo español de siempre en el Mundial de Japón.
A la ola de éxitos también se sumaban los ciclistas españoles. En 2005, cuando Lance Armstrong finiquitó su «motorizado» periplo en el Tour de Francia con su séptimo triunfo consecutivo, se sucedieron las imprevisibles victorias de Óscar Pereiro, Alberto Contador y Carlos Sastre en la gran carrera francesa. Los campeones españoles brotaban de forma natural y salvaje como las amapolas en las cunetas. Esa fue la cara de un deporte que también tuvo su cruz con el estallido de la Operación Puerto, la red de dopaje que salpicó a profesionales de muchas otras disciplinas.
Raúl, selección
La España que madrugaba para ver a Fernando Alonso compraba muchos más periódicos que ahora, ávida por ver la ilustración de las nuevas gestas. Las portadas de la prensa deportiva empezaban a narrar éxitos polideportivos, pero la selección española de fútbol seguía sin levantar el vuelo. Así, se produjo un acontecimiento que removería los cimientos del combinado nacional: la progresiva salida de Raúl González Blanco.
España, a la que todavía no se llamaba «La Roja», había caído eliminada en la primera fase de la Eurocopa de 2004 en Portugal. Luis Aragonés se convirtió en seleccionador y solo un año después, cuando Alonso ya había ganado el Gran Premio de Malasia 2005, el delantero del Real Madrid era suplente. Sería el primer paso hacia su salida definitiva del equipo nacional, tras jugar un último partido contra Irlanda del Norte en septiembre de 2006.
Durante aquellos meses el foco mediático se puso sobre 'el sabio de Hortaleza', quien sufrió una impresionante campaña mediática bajo el famoso lema de «Raúl, selección». Aragonés estuvo en la cuerda floja, pero el tiempo acabó por darle la razón, o al menos el puesto, en forma de Eurocopa, al que posteriormente, tras el triunfo, renunció, sustituyéndole Vicente del Bosque.
Si parpadean se lo van a perder
En 2004, Telecinco supo ver el tirón de Fernando Alonso y se hizo con los derechos de emisión de la Fórmula 1 en España. Sería el comienzo de una gran amistad entre la cadena y el Mundial que decaería al mismo ritmo, lentamente año tras año, que las opciones del piloto español, algo que sin embargo se mantiene vivo en la figura de Antonio Lobato (que sigue narrando las carreras en Dazn), la voz de los triunfos del asturiano, la misma que se desgañitaba con las apuradas de frenada del ídolo como a José Ángel de la Casa se le quebraba la voz el día del España- Malta y los españoles lloraban al escucharle pronunciar en medio del delirio: «¡Goool de Señooor!». Entonces también esos eran otros tiempos.
La «Alonsomanía» hizo que una media de 3 millones de españoles viesen las carreras en 2004, una audiencia superada en los dos años posteriores, cuando el asturiano consiguió sus dos títulos. 3,7 millones en 2005 y 4,1 en 2006 con un share del 56 % y con picos por encima del 80 % en aquellas madrugadas irrepetibles (quién sabe) frente al televisor.
Si Antonio Lobato se convirtió para siempre en el rostro de la Fórmula 1, la España de entonces todavía recuerda a sus compañeros de viaje: Gonzalo Serrano y Víctor Seara, un tridente que consiguió que buena parte de la audiencia no solo viese las carreras sino que esperase la luz verde del semáforo con unas previas de dos horas de duración, ya en una tradición automovilística cuyas brasas, aún más de tres lustros después, siguen calientes.
Los polvos políticos de nuestros lodos
No solo se hablaba de deporte en aquellos años. José Luis Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno en 2004 (cuatro años antes le había ganado a José Bono por estrechísimo margen la secretaría general del PSOE, iniciando un nuevo rumbo en el partido y en la política española), la temporada en la que Fernando Alonso se consolidaba en la Fórmula 1. Durante su primera legislatura, con la burbuja económica alcanzado su máxima dimensión y con Mariano Rajoy debutando como líder de la oposición, se empezaron a mostrar signos que evidenciaban el interés de algunos, con Zapatero a la cabeza, por reabrir viejas heridas.
Fueron los años del fracasado Plan Ibarretxe para el País Vasco, con aquella ceremonial entrada del Lendakari, al que José Bono, el entonces presidente del Congreso, abrió las puertas de bronce de la Carrera de San Jerónimo, y del tripartito de Cataluña que impulsó un Estatuto de Autonomía que hablaba abiertamente de la «nación catalana».
Por aquel entonces, el Gobierno de Zapatero comenzó sus movimientos para desenterrar el fantasma del franquismo. En 2005 se aprobaba el envío de parte de los fondos del Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca a Cataluña y 2006 fue declarado «Año de la Memoria Histórica». En julio, días después de que Alonso quedase por detrás de Schumacher en el Gran Premio de Francia, el Consejo de Ministros aprobaba el proyecto de ley de Memoria Histórica.
De las zapatillas de El Canto del Loco al himno de Melendi
Los primeros vídeos de YouTube se empezaron a subir en 2005, a Facebook llegaban los primeros usuarios emocionados, todavía se alquilaban películas en el videoclub y el iPod era un objeto exclusivo. La moda «cani» triunfaba entre los jóvenes y en la radio sonaban El Canto del Loco, Juanes, Amaral o Melendi.
El cantante asturiano, todavía en su etapa de rastas y estudiado aspecto de «antisistema», que encantaba a los jóvenes como a las hijas del expresidente, según comentó él mismo, coincidió con Fernando Alonso en el colegio y dejó para la posteridad un himno en su honor. Aprovechando las victorias del piloto y su consolidación en la clasificación del Mundial de Fórmula 1, Melendi lanzó El Nano, un éxito inmediato que hoy vuelve a sonar con fuerza y que tendrá una segunda parte en el año de «El Plan» del equipo Alpine.
Vuelve la ilusión
Han pasado 17 años desde todo aquello, camino de dos décadas. Ahora todavía llevamos mascarillas como solo hubiéramos pensado entonces en una película de ciencia ficción, la gasolina casi está a dos euros el litro y estamos pendientes de la invasión de Rusia a Ucrania. En medio de la actualidad y las malas noticias, Fernando Alonso dice que tiene un plan, como si con él pudiera sacarnos de todo este lío. Y a lo mejor es una señal. A lo mejor es cierto, incluso más allá de la Fórmula 1 como lo pareció entonces.
Este domingo, en Bahréin, arranca un Mundial que estrena normativa y que, gracias a ella, en principio, se presenta como uno de los más abiertos en mucho tiempo. Quién sabe si volverán los viejos y buenos tiempos. Por el momento la audiencia vuelve a la televisión y los monoplazas son noticia de nuevo. Como decía Gonzalo Serrano, recuerden: «si parpadean, se lo van a perder… porque esto es la Fórmula 1 (como si fuera la vida) en estado puro».