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Vinicius o el triunfo de la perseverancia

El brasileño ha pasado de ser el centro de las bromas a convertirse en el temor de las defensas rivales

Vinicius era carne de meme. Recibía el balón y el Bernabéu acababa soltando una carcajada. O algún exabrupto. Era lo más repetido en la Casa Blanca hace años, cuando el brasileño corría la banda, se marchaba de uno, de otro, regateaba hasta al árbitro y se plantaba delante del portero para mandar el tiro a la banda. O tocaba en algún defensa y el balón acababa dentro de la portería. En ocasiones parecía un toque de maestría… pero no lo era.

Era el blanco de todas las bromas y, sin embargo, el jugador que el aficionado siempre quería en el campo. Era ese que ofrecía algo diferente y el temor de las defensas que se enfrentaban al Madrid, porque era de los pocos que creaban algo de peligro. Y el tiro de rebote le salía poco, pero cuando le salía… Eso dice mucho del Madrid de los últimos años.

Vinicius fallaba pero no se rendía. Si con 18 años se hubieran reído de mí con cada texto que escribía probablemente hoy no estuviera firmando estas líneas, pero él, cada vez que mandaba el balón a la grada y no a la escuadra, lo cogía de nuevo y lo intentaba con más fuerza. Y volvía a fallar y lo volvía a intentar. Y así hasta que empezó a no fallar.

Se oye mucho que este año Vinicius es diferente, aunque en realidad es el mismo que años atrás intentaba una y otra vez cualquier virguería que se le pasara por la cabeza. Lo que ha cambiado es que este año marca. Ha afinado la puntería gracias a que no se vino abajo cuando erraba, a que su perseverancia venció a las bromas y a que tenía entre ceja y ceja convertirse en uno de los mejores. Y cuando lo ha conseguido, no ha pasado facturas, sino que ha sido humilde: «Seguiré fallando y lo volveré a intentar». Es el triunfo de la humildad y de la perseverancia.