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Carlo Ancelotti durante el último partido de Liga ante el Valencia

Carlo Ancelotti durante el último partido de Liga ante el ValenciaAFP

Fútbol

Ancelotti, el zorro plateado que volvió para quedarse

El regreso al Real Madrid del entrenador italiano, cuestionado al principio por muchos aficionados, lleva buen camino de contradecir al refrán: «Segundas partes nunca fueron buenas»

La elección de Carlo Ancelotti como nuevo entrenador del Real Madrid tras la segunda ida de Zinedine Zidane significó para muchos una mala idea fruto de una mala planificación, de las escasas y casi humillantes opciones disponibles y de una mínima inspiración. Un entrenador cuyo pasado madridista era precisamente eso: pasado. Con cualquier posibilidad de vuelta inimaginable. Un técnico cuya carrera posmadridista parecía un lento declinar tras la cumbre de Chamartín, a la que pocos, casi ninguno, han podido resistir.

Desde el Everton de Liverpool se anunció la contratación de Carletto, causando sorpresas para todos los gustos entre los aficionados. La primera frase que se le recuerda al míster de Reggiolo revestido de blanco fue precisamente relativa a la circunstancia dudosa de su idoneidad en el imaginario del  seguidor medio: «No pienso que soy seis años más viejo, sino seis años más sabio». Y lo dijo con una convicción desconocida hasta entonces, lejos de su característica bonhomía. Una suerte de bonhomía resabiada y resuelta a no desperdiciar un bienaventurado regreso.

Carlo Ancelotti durante el último partido contra el Valencia

Carlo Ancelotti, durante el último partido contra el ValenciaEFE

La tradicional suspicacia madridista, incluida la de sus dirigentes, quizá representaba el mayor obstáculo de un entrenador del que seis meses después se puede decir que sabía lo que tenía que hacer. Como si lo hubiera soñado a posteriori, como tantas veces soñamos todos a sabiendas de que la oportunidad no volverá, cuando de repente la ocasión se presentó. Un cuento fantástico. No ocultó el multicampeón de Europa una alegría de niño que pronto se transformó en el trabajo bien hecho de un adulto. Medio año de brillantez y solvencia, con la lógica de los altibajos, lo corroboran.

Un equipo con un carácter definido. De estrellas discretas y sabias, como el propio Carlo, que guían a jóvenes que ya casi (Vinicius es una realidad gozosa e inapelable) son realidades indiscutibles. Un conjunto unido por dentro y por fuera (la cara de unos jugadores que es el espejo del alma de un equipo) que no adolece, ahora que podemos mirar al pasado, de las prodigalidades de aquel anterior equipo ancelottiano que murió agotado de excelencia y de éxito.  

El segundo Real Madrid ancelottiano no solo no está agotado, sino que se rearma en el agotamiento y la dificultad, algo que puede comprobarse en cuestión de minutos a lo largo de los partidos. Una incorporación, como si realmente en algún momento se hubieran tumbado, que se puede observar en una recuperación casi mecánica de la concentración y el empuje conjuntos. Es como si no estuvieran asustados sino todo lo contrario, como quizá pareció asustado en ocasiones Ancelotti en tiempos pretéritos.

La determinación de un entrenador

El primer partido del año, con derrota ante el Getafe y tras un empate frente al Cádiz, trajeron aromas de aquel tiempo, los malos vientos que amenazaban otra vez con la tormenta paulatina, primero lo desapacible, luego el chirimiri y al final los truenos. Pero lo que no apareció fue el nerviosismo en un entrenador y su equipo que parecen conocerse bien a sí mismos, sabedores de sus virtudes y de sus flaquezas y, sobre todo, conocedores del modo en que aquellas se sobreponen a estas.

El último partido contra el Valencia fue una demostración abrumadora de todo esto. Una evidencia de la determinación de un entrenador y de unos jugadores que brillan desde la humildad de lo imprevisto, por mucho que se sepa de sus capacidades. Un brillo que sorprende por su seriedad y su ejecución, el carácter discreto e impactante del Real Madrid que se hace grande en medio de la dificultad con la mirada puesta en la Supercopa, en París, en la Liga y también en la Copa con los ojos movientes de la pantera rosa.

Dirigido como se escribiría «dirigido por:» Carlo Ancelotti en una película, y sin restarle ni un ápice del «rigor libre-creador» que es seña de identidad, ver de nuevo a Carletto en Chamartín está resultando igual de impactante que para Rachel en aquel capítulo de Friends, cuando ella va en un ascensor y de repente se abren las puertas y entra el mismísimo Ralph Lauren, otro zorro plateado como el hombre que ama Madrid y al Madrid que la vida le devolvió.

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