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El Real Madrid celebra uno de los goles de su triunfo ante el Barcelona en RiadEFE

Barcelona 2-3 Real Madrid

El Madrid vence en la semifinal de Riad al mejor Barcelona de la temporada

Por dos veces el equipo azulgrana contestó la ventaja parcial del Madrid que terminó derrotando a su gran rival en un partido épico

Empezó un Madrid cortante, como tratando de rasgar el papel puesto sobre el tapete por Xavi. Pero los cortes venían por ambos lados. Un piedra, papel o tijera comparable en espacios cortos que cambiaba en cuanto los blancos expandían la llanura con la seguridad con la que el pequeño Woody Allen de Annie Hall afirmaba que lo que se expandía era el universo mientras una atribulada madre con sombrero se desesperaba.

El Madrid era más, parecía más a pesar del peligro, más bien del aviso de peligro. Dibujaba líneas el equipo de Ancelotti. Líneas como piedras tiradas al río en una tarde de verano. Asensio tuvo a tiro una de sus escuadras clásicas, pero erró el disparo en un ladito del área. Taconeaba el Madrid con un Barcelona concentrado, pero apurado, como al límite. Un límite electrizante pues a pesar del acoso los azulgranas la buscaban con ahínco y parecían esperar como buitres sobre el hilo del telégrafo.

Vinicius protege el balón ante AraújoAFP

Eso fue hasta que robó Benzema en los medios a un Busquets que ha perdido los ojos en la espalda. Benzema convertido en un raterillo de Dickens, de los de la cuadrilla de Fagin. Benzema que le roba el bolso a esa señora y sale corriendo y entre la multitud de la City se lo da a Asensio que ve a Vinicius (ese definidor que abofetea con cada gol a cada voceras del pasado) marcharse por una callejuela y desaparecer ante el aturdido bobby Ter Stegen.

Percutía Luuk de Jong por dos veces, ese ariete denostado por su propio entrenador. Militao despejaba. Entre el definidor y el despejador se comprendía el Madrid que, entre medias, cuando expandía su universo en los medios, deshacía la arriesgada presión culé, un poco, un poquito aturullado hasta que salía, como un opositor el día de descanso semanal, a la naturaleza. Movía la pelota el Madrid por un campo enorme en el que había amapolas donde llegaban los pases largos de Modric a través de un cuadro de Monet entre cuyos tallos verdes, de vez en cuando, aparecían las piernas de antílope de un Dembélé con el caletre de leona.

'Casa Tomada'

Un peligro, el del francés, que se consumó tras un rebote en De Jong, verdaderamente un ariete de los de echar abajo las puertas de los castillos, que no despejó el despejador. Un despejador desdespejado, ¿quién lo desdespejará? Una presión que de adelantada comenzó a ejercer adelantadísima el empatador reciente en una búsqueda desesperada por herir de gravedad al rival sorprendido en el ínterin de la ofuscación.

Carletto sonreía en el paseíllo de regreso y Pedri, recién llegado, se solazaba con alivio en la calidez arábiga. Dembélé parecía el hombre del partido con un Madrid arrinconado verdaderamente mucho más adentro de lo permisible en sus dominios. Pedri, el joven helado, heló la sangre de los madridistas con un tiro cruzado en la frontal del área tras una pelota que dejó correr con una libertad sonrojante para los blancos que no se habían sacudido el acoso barcelonista del fin de la primera parte.

Los jugadores del Barcelona celebran uno de los golesAFP

Volvió Dembelé a asomar la cabeza entre los hierbajos de la sabana. La dureza de la climatología en las piernas azulgrana cuando no la toca el francés, que volvía a aparecer. El rebote favorecía al local en esta noche de Arabia cuyo principal problema para el Madrid era salir. Había una instrucción clara: cerrar la puerta y tirar la llave. Con la llave en algún lugar perdido el Madrid se debatía dentro de su Casa Tomada como en el cuento de Cortázar. Si el Madrid salía el Barcelona prendía la llanura como contra los demonios de la noche. Una piara desesperada que enredaba y rodeaba al madridista.

Y atrás los culés cortaban leña en un tocón. Los contraataques madridistas parecían más débiles, más solitarios e imposibles, más cuajado el Barcelona, que cuajaba y cascaba con frecuencia a través de un Gavi y un Alves y un Alba perdonados una y otra vez. Un Barcelona con una licencia rara como la de Rubiales aposentado en un trono dorado de Las Mil y una Noches.

Valverde en la diligencia

El príncipe Benzema se revolvió en el área, a la media vuelta, con honor, y mandó un balonazo al palo. Era el alma blanca renaciendo, rebelándose contra una inercia incómoda con un genio apabullante que tuvo su premio en el setenta y uno. Mendy, el arrinconado en la primera parte, que salía a través de Modric a la vida, esta vez se fue de Alves, se internó. Benzema disparó a la derecha. Rechazó Ter Stegen y la pelota llegó a Carvajal por la derecha que centró a Benzema quien otra vez hundió su cuchillo.

Combinaba el Barcelona, un no muerto que empalidecía, o no. Rodrygo le quitó el sombrero a Piqué, pero se lo devolvió Alba en la cobertura. No había nada hecho. La furia se apagaba por bandos, como las fuerzas. Ansu se adelantó en el ochenta y tres de nuevo al despejador, que todavía no estaba desdespejado. Ahora el Madrid se sacaba al rival de encima, tratando de hallarse. Como un diablo regateador sacó el balón Mendy en su propia área con las almas en vilo. Otra vez la presión adelantadísima, recuperada por un Barcelona que en el ataque rondaba como un tuno que cantase tiquitaca en lugar de clavelitos.

Benzema, Vinicius y Carvajal celebran un golAFP

Balones largos a la nada del Madrid en la prórroga. Poseía el Barcelona poseído. Un Barcelona antiguo, añoso, inverosímil, renacido. No se enteraba un Madrid sentado en sillas plegables con pantuflas a la puerta de casa a ver pasar a esos turistas. O no lo parecía pues acechaba al riesgo. La contra como la llegada al pueblo a toda velocidad de la diligencia llena de flechas de los indios clavadas. Valverde, Valverde, Valverde llegando en grupo a la carrera.

Dos a tres y sin descanso. Courtois salvó al Madrid. Dos veces. La historia sin variación. Posesiones instantáneas del Madrid que seguía a la pelota de cerca, no queriéndola. Perdiéndola. Se podía leer y visualizar la soez interpretación de Xavi en la banda, jugando su partido de improperios con el árbitro. Lucas acariciaba el balón en el saque de banda con el rictus de aquel primer penalti mítico de glober trotter que fundó su fama.

El tiro de Abde como de escaramuza rozó el palo de Courtois. Eso era el partido ya: una escaramuza. Vinicius se cargó y tuvo que marcharse tras más de cien minutos de porfía. Puso Ancelotti a Camavinga en su lugar con el encuentro partido, descuajeringado, con los entresijos fuera que no pudo coser Rodrygo en la penúltima ocasión que no fue noticia porque el Madrid ganó.

Ficha técnica:

Barcelona 2: Ter Stegen; Alves (Nico, m. 78), Araújo, Piqué, Alba; Gavi (Depay, m. 78), Busquets, F. de Jong (Pedri, m. 46); Dembélé, Ferran (Abde, m. 46) (Jutglà, m. 110), Luuk de Jong (Ansu, m. 65).

Real Madrid 3: Courtois; Carvajal (Lucas, m. 91), Militao, Nacho, Mendy; Casemiro, Kroos, Modric (Valverde, m. 81); Asensio (Rodrygo, m. 67), Vinicius (Camavinga, m. 109), Benzema.

Goles: 0-1: Vinicius (m. 25) 1-1: Luuk de Jong (m. 41). 1-2: Benzema (m. 72). 2-2: Ansu (m. 83). 2-3: Valverde (m. 98).