Las lágrimas de Marcelo
El brasileño jugó un notable partido como titular el pasado domingo frente al Granada y el Bernabéu le dedicó una gran ovación al ser sustituido
Marcelo Vieira sintió ayer todo el peso y el final de dieciséis años en el Real Madrid y la emoción lo superó. El deporte tiene estas cosas bellas. El retiro de los mejores siempre tiene connotaciones sentidas que amplían, o mejor, dan la medida verdadera del significado y la trascendencia de un deportista.
Es el fin del espectáculo. Muchos, la mayoría, de los deportistas lloran al anunciar el final de sus carreras. Es una parte de la vida que se acaba y empieza otra. A la de Marcelo aún le quedan unos meses, pero ya se ha empezado a despedir con el corazón sin quererlo, porque el corazón se despide solo.
Marcelo siempre ha sido corazón. El histrionismo de la derrota y la alegría contagiosa de la victoria. Marcelo ha sido durante más de diez años el mejor lateral izquierdo del mundo. Y el más especial. Un futbolista único. Una tijera cortacésped que derribaba defensas como si la hierba fuera cartulina y aquellos no pudieran mantener el equilibrio.
Ayer el que no pudo mantener el equilibrio fue él. Pero él nunca pudo. Ni quiso. El equilibrio de Marcelo nunca existió porque siempre lo vertió todo, como sus lágrimas de ayer. En eso también es único, porque si bonito fue siempre verle jugar, pisar la pelota, adelantársela, volcarse, doblar esquinas vertiginosamente, bonito es también verle llorar.
No estaría nada mal para los aficionados del mundo, madridistas o no, verle estos cinco meses finales jugar como ayer y llorar como ayer. Tiene que ser una sensación desbordante sentir el cariño de decenas de miles de personas en directo por el trabajo bien hecho, por una vida en el trabajo plena.
Y se tiene que ser un hombre bueno al mirar alrededor y ver y escuchar todo eso, señalar el escudo que ha sido, es y será tu casa, como dicen todos, y besarlo antes de llorar como si de pronto se hubiese dado cuenta de todo, como si se le hubiesen caído los dieciséis años encima de repente y antes de tiempo.
Cinco meses de lágrimas
El deporte tiene estas cosas bonitas para apreciarlas. Estamos en febrero y a todos los deportistas les quedan aún pendientes por lograr todos los objetivos de la temporada. A todos los aficionados al deporte les quedan por ver todas las grandes finales de la temporada, como cada temporada.
Y además en esta les quedan las lágrimas de Marcelo, que ya han empezado. Como si fueran las lágrimas de Santa Teresa. El misticismo del «don de lágrimas». Una efusión cristiana. El llanto de Santa Teresa es la conciencia de la fragilidad ante el recuerdo de los capítulos de una vida.
De una como la de Marcelo, la de un deportista destacado y enorme que sufre porque ha vivido y vive. Cinco meses de hermosas lágrimas por delante que no han hecho más que empezar.