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Zorionak, Real Madrid

Lo que hay en el medio de jugar en una explanada a hacerlo en el nuevo Bernabéu, es de sobra conocido, y si lo enumeramos con detenimiento más que números y premios, Saetas y Galernas, encontraremos deseos, cabeza e identidad

Hace 120 años todo tenia otro ritmo (comienzo con una obviedad), y el mundo iba a otra velocidad porque tampoco había mucha prisa ni angustia por llegar a ningún lugar.

Imagino una época en la que disfrutaban tan solo con estar, entre la incertidumbre ante un nuevo siglo y un «a ver qué pasa» con algo de curiosidad. Un tiempo en el que la vida pasaba a fuego lento.

Divido el mundo entre los que dejan huella o solo un rastro, y afirmo que la huella necesita peso y un poco más de pausa, que es lo que forja identidad.

Hace 120 años en 1902, fíjese qué cosas, entre otros acontecimientos importantes, Marie y Pierre Curie aislaron el cloruro de radio, Enrique Caruso grabó por primera vez en la historia su voz en un gramófono; también es el año en el que nace Karl Popper en Viena, en Estados Unidos John Steinbeck y el 6 de marzo en España, el Real Madrid.

Esto ya se sabe, pero como ahora estamos en puertas de reinaugurar el mejor estadio del mundo, no sobra recordar que el primer partido que jugó el mejor equipo del siglo XX fue en una explanada que había en la avenida de la plaza de toros. Lo que hay en el medio de jugar en una explanada a hacerlo en el nuevo Bernabéu, es de sobra conocido, y si lo enumeramos con detenimiento más que números y premios, 'Saetas' y 'Galernas', encontraremos deseos, cabeza e identidad. Una gran huella blanca que resulta imposible borrar ya.

Un aforismo de Juan Eduardo Cirlot que leí estos días dice que «El deseo, necesario para que exista algo (=todo), no terminará nunca, si no terminamos con el universo, no ya con el planeta».

Apunte sin eufemismos de actualidad: En lo que va de una explanada a un coliseo hay veinte años y un siglo, también paz y guerra, grandeza y tristeza, alegrías y penurias... Y hoy que el mundo sufre ante el regreso de la guerra, el abuso del poderoso y la inmundicia de la sinrazón, convendría encomendarnos al valor y a la razón, al deseo de vivir, y decir que todos somos Ucrania y que Putin es un cabrón.

En otra de las leguas españolas felicitamos los cumpleaños diciendo ¡Zorionak!; pues eso, Felices 120 mi Madrid.