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Alaba celebra la victoria del Madrid frente al PSGTwitter

David Alaba conquista al madridismo y hace olvidar a Sergio Ramos

La adaptación al Real Madrid del defensa austríaco ha sido tan instantánea que nadie ha sentido la ausencia del mítico central sevillano

Hay jugadores que quieren jugar en el Real Madrid por encima de todo. Por encima de agentes, salarios o intereses. Uno de esos casos es el de David Alaba. El austríaco, con una gran carrera a sus espaldas en el Bayern de Múnich, fichó por el club blanco el pasado verano y desde el principio ha dado muestras de una identificación total en Chamartín.

Fichaje natural

Una afinidad que contrastó con el recurrente desapego hacia el Real Madrid de Sergio Ramos con cada renovación. Ramos era un ferviente capitán madridista, menos cuando tocaba negociar. Se ha sabido de las negociaciones de Ramos tanto como de sus actuaciones en el campo. Nada se supo nunca de las renovaciones de jugadores como Benzema, Marcelo, Modric o Casemiro. Simplemente se daban sin más.

Sergio Ramos durante el partido del Real Madrid contra el PSG en el BernabéuTwitter

El fichaje de Alaba se dio también sin más. Fue uno de esas incorporaciones naturales, casi sin ruido, como la de Kroos o la más reciente de Camavinga. Fichajes contundentes, extraordinarios, ejecutados con una suavidad envidiable. Un casamiento discreto frente a las bodas de varios días, semanas y hasta meses ininterrumpidos que protagonizó el de Camas.

Jerarquía y madridismo

En el terreno de juego la sustitución de uno por otro ha tenido el mismo significado. La jerarquía excesiva de Ramos ha sido borrada por la jerarquía discreta de Alaba, un jerarca también natural. Todo es tan naturalmente madridista en Alaba que ha oscurecido inevitablemente la figura del gran Ramos, quien, con los ojos como platos por encima de la mascarilla, debió de contemplar el miércoles el gran triunfo de su exequipo frente al suyo con unas sensaciones difíciles de imaginar.

Alaba consuela a MbappéAFP

La imagen definitiva fue la de la alegría desatada de los jugadores con el público en una de las bandas tras la victoria. Los futbolistas se lanzaron a celebrar con la grada en medio de la locura que incluyó a Alaba y la silla blanca. El austríaco cogió una de las sillas de los vigilantes a pie de campo y la levantó por encima de la cabeza, agitándoles, en un gesto personalísimo que atrapó a la afición por su espontaneidad, al que después el propio jugador dio un significado:

Un aspaviento fruto de la emoción descontrolada. La emoción inexplicable, el espíritu enloquecido que tantas veces vivió el gran Ramos con la camiseta blanca y que ya no puede sentir, o al menos ya no puede representar. Ahora lo siente y lo representa el gran Alaba.