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Butragueño y RobinhoGTRES

Butragueño y Robinho, dos debuts deslumbrantes en el Ramón de Carranza con distinto recorrido

Vuelven los blancos a la Tacita de Plata, el lugar donde Butragueño cambió la historia del Real Madrid y Robinho tuvo sus casi efímeros 20 minutos de gloria vestido de blanco

El 5 de febrero de 1984 el Real Madrid perdía en el descanso por 2 a 0 en el Ramón de Carranza. Fue el primer partido en el que fue convocado Emilio Butragueño, el mismo del que el protagonista cuenta que le dijo a su padre que tenía que ir a Cádiz para verle debutar. Emilio padre le dijo que no iba a jugar y que para qué iba a ir, y el Buitre le respondió: ¿Pero y si juego, te lo vas a perder?

«¡Es que es mi hijo!»

Así que al final fue. Di Stéfano quitó a Sanchís e hizo debutar a Emilio Butragueño con el Real Madrid para cambiar la historia. Fue el principio del mito, que marcó en el minuto 60, asistió a Gallego para el empate y volvió a marcar al filo del pitido final para darle la victoria a su equipo. Cuenta el Buitre que su padre abrazó a la chica que se sentaba a su lado y ante la reacción del novio, al otro lado, le dijo señalando al campo: «¡Es que es mi hijo!».

Fue la actuación por la que al día siguiente, o algunos más tarde, invitaron a Butragueño a Televisión Española para entrevistarle mientras repasaban su exhibición. Allí también estaba el padre, y una de las cosas más bonitas que dijo el Buitre de todo esto es que se sentía muy contento por haber contribuido a su felicidad.

A ritmo de Carnaval

Veinte años después se producía otro estreno madridista en el Carranza. Con 1 a 1 en el minuto 20 de la segunda parte, el joven y liviano Robinho sustituía al simpar Gravesen para dar un recital de filigranas de toda clase.

Como un malabarista en un campo de fútbol volaron sombreros, maracas y hasta se movieron las caderas de todos los rivales cadistas al ritmo del carnaval del joven de 20 años por el que el Real Madrid pagó 30 millones en 2005 y que aquel día, el 28 de agosto, realizó su mejor partido (al contrario que Butragueño) como jugador blanco para darle la victoria a su equipo, igual que dos décadas atrás hizo el madrileño.

Un recorrido iniciado en el mismo punto y que tuvo un desarrollo casi inverso: el de la felicidad última de un padre y un hijo y el de la cárcel italiana que espera (y de momento elude el brasileño porque su país no permite la extradición de sus ciudadanos) por violación de una mujer en Milán, después de una carrera errante que fue mucho menos de lo que todas aquellas florituras en el Carranza anunciaron.