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Karim de Oro

Aunque era un secreto a voces, o una llamada de la meritocracia militante, satisface –o alivia– que se haga justicia

De lo otro hablamos luego, que lo importante en lo del Balón de Oro es que Benzema lo ha ganado. Aunque era un secreto a voces, o una llamada de la meritocracia militante, satisface –o alivia– que se haga justicia. Dicen que este año se premiaba por la temporada realizada y, supongo, por eso de «los logros y desempeño, tanto de manera individual como colectiva y su juego, y fair play, valorando su actitud positiva en el terreno».

El tiempo pone a cada uno en su sitio y eso está muy bien, pero ya puestos y si hubiera espacio para la justicia poética, podrían haberle premiado también por los años empeñados como un jugador que supeditó su brillo a la generosidad –bien lo sabe Cristiano–, al trabajo silencioso en un mundo de alardes continuos y egos con altavoz. Ese es mi Madrid. O podrían haberle premiado por la paciencia y personalidad, como la demostrada hace ya diez años –nos hacemos mayores– cuando Mou le llamó gato. Premiado, también, por darle otra vida a este Madrid que ya no se entiende sin él.

Benzema se merecería este reconocimiento, también, porque nunca claudicó ante la ansiedad, ni ante la propia ni ante la del implacable Bernabéu –una parte de la afición–, que siempre le exigió no se sabe muy bien qué, como si ser eficaz no fuera suficiente, como si jugar con los espacios, abrir caminos hacia el gol dibujando asistencias o arrastrando defensores, fuera poco, escaso por poco lucido. En casa me enseñaron a desdeñar a los que se apresuran a decir «ya lo sabía», a los que irritan con un «te lo dije», a los que se enorgullecen con un «tenía razón»; pero a veces hay que contradecir a los padres: yo siempre creí. Y como ya sabemos, tener fe no entraña mucho mérito, en todo caso, es una suerte.

A todo esto me refería cuando hablaba de lo importante al comienzo, pero de lo otro también cabría hacer mención sin desmerecer lo dicho. El mejor equipo del año resulta que ha sido el City, por delante del Liverpool y del Real Madrid, que queda tercero. Lo leo tras escribirlo y ya no puedo dejar de sonreír. Qué cachondos.

Tengo mala memoria para recordar chistes, reproducir de memoria pasajes de un libro, poesías, o citas. De las pocas que recuerdo –leí el libro siendo un chaval–, es esa con la que comienza La conjura de los necios, que aún no sé si es más ironía o enseñanza de vida: «Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él». No viene al caso pero me apetecía recordarla.

Y que no pase desapercibido Courtois, mejor portero del año y único rival posible –y real– de Benzema; ni Gavi ni la increíble talla de Alexia Putellas y su merecido segundo balón.