La FIFA suplica dinero a anunciantes para que mantengan en pie el Mundial femenino
Infantino se queja de que ofrecen «hasta 100 veces menos» por un Mundial que se jugará en 2023 y que tiene grandes diferencias con el masculino
El año 2022 acaba con un Mundial y el 2023 traerá otro. Y ambos se disputan de la misma forma, con 32 países participantes, con el mismo formato, con el mismo modelo de fase de grupos y después eliminatorias y con el mismo número de partidos. Pero uno fue (el de 2022 en Qatar) masculino y otro será (el de 2023 en Australia y Nueva Zelanda) femenino. Y las diferencias son inmensas.
Hace unas fechas, Gianni Infantino, presidente de la FIFA, clamaba porque las cadenas de televisión y anunciantes no se vuelquen con el Mundial femenino. Él mismo, segundos después, reconocía que los últimos dos Mundiales (2019 y 2015), que fueron los torneos en los que el fútbol femenino ya comenzó a crecer, habían sido deficitarios económicamente. Ni hablar de las seis ediciones anteriores, que pasaron sin pena ni gloria a nivel mediático y futbolístico.
Indiferencia económica
En su afán por querer igualar el fútbol femenino al masculino, pese a que ni los partidos ni la propia competición tienen nada que ver, la FIFA aumentó a 32 los países con los que jugar el Mundial. Copió el modelo del torneo masculino para impulsar una disciplina que está, estos años, en su momento de despegue al calor de las políticas que muchos países impulsan. El resultado fue la indiferencia de aquellos que sí se juegan su dinero.
La FIFA suplica por un producto que a día de hoy está lejos de ser rentable. Hasta «100 veces menos», en palabras de Infantino, ofrecen las cadenas de televisión por emitir la Copa del Mundo femenina de fútbol en comparación con el Mundial masculino. Se quejaba el presidente del mayor organismo de este deporte de que hay grandes emisoras, productoras o cadenas que ni siquiera han pujado por este Mundial y que aquellas que lo han hecho eran demasiado bajas sus ofertas.
Lejos de hacer una autocrítica de por qué el fútbol femenino funciona mucho menos que el masculino, lo que busca la FIFA es imponer a la gente que vea esta disciplina. Y eso será imposible siempre y cuando estemos en un marco de libertad. Vistas las audiencias, los euros que llegan y la repercusión entre unos y otros, Infantino lo que quiere es «presión» para «hacer más por la igualdad». La FIFA ha invertido 1.000 millones de dólares en el fútbol femenino en los últimos años y si bien el crecimiento es notable, el dinero no puede comprar el interés del gran público general de todo el mundo.
Mientras el Mundial masculino es todo un negocio que deja beneficios a la FIFA por todos lados, el femenino es una sangría para la FIFA, que se conforma con que al menos «cubramos pérdidas».
Existe otro asunto con el que la FIFA creyó que el negocio de un Mundial femenino sí funcionaría y se dio de bruces con la realidad. Por primera vez planean vender los derechos comerciales del torneo de forma separada al Mundial masculino con la confianza de que el femenino funcione por sí solo. No es así y a la FIFA no le sale rentable, en términos económicos, tener un Mundial femenino.
Diferencias abismales
La propia FIFA lo sabe y por eso la diferencia de los premios económicos es abismal entre uno y otro Mundial. En el último torneo femenino, el que se celebró en Francia en 2019, repartieron 30 millones de dólares entre todos los participantes. Un año antes, en el Mundial masculino de Rusia 2018, lo que la FIFA dio en ese mismo concepto fueron 440 millones. Se espera que en este Mundial de 2023 sean 60 los que se de en la disciplina femenina, récord absoluto y por el que se hace el esfuerzo que no es rentable. De ahí la súplica de la FIFA para que los anunciantes pongan más dinero alegando que hay que hacerlo «por la igualdad».
La propia FIFA rebaja sus requisitos si se trata de un Mundial u otro. Mientras en el masculino obliga a que todos los estadios que sean sede tienen que tener un aforo de mínimo 40.000 espectadores, en el femenino lo dejan a la mitad. Si la final de un Mundial masculino tiene que ser en un campo con 80.000 (o más) aficionados en las gradas, en el Mundial femenino con 55.000 butacas vale. Es algo normal, entendible por el seguimiento de uno y otro, pero estos requisitos demuestran que la propia FIFA, por mucha súplica que haga, sabe que las diferencias son enormes y que es normal que ofrezcan anunciantes y televisiones «100 veces» menos por su Mundial femenino, sencillamente porque genera 100 veces menos.