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Benzema abrió el camino del Madrid con un gol de penaltiEFE

Real Madrid 1-1 Valencia

Un Madrid desconocido alcanza en los penaltis ante el Valencia la final de la Supercopa

Un aburrido, espeso y larguísimo encuentro terminó en la muerte súbita con el pase de los blancos a la final del domingo

Una nueva edición de la Supercopa rubiarabesca con la omnipresente publicidad de Neom, la penúltima superciudad de las mil y una noches del petróleo que ponía a jugar al Madrid y al Valencia. Otra expresión, qué remedio, del fútbol arabizado, que tuvo su primer movimiento en una internada de Rodrygo convertido en un Pelé de blanco en el estadio amezquitado. Lo que hizo Benzema alrededor del cuarto de hora fue esculpir una inscripción tan bella entre recortes y sutiles toques de cincel que pareció un párrafo de la Alhambra de Henry James.

Esas dos acciones desenredaron la maraña de patio de colegio con la que había empezado el partido para poner a los de Ancelotti por encima, con Valverde otra vez sintiente y Camavinga en el cruce de caminos que había en todas partes. Pero fue un momento. Tras los ramalazos se quedó el Madrid parado en su área y los de Gattuso subieron. Gayá y Cavani desentumecieron a su equipo acabando con el inicio artístico y pujante madridista. Courtois trabajó a destajo durante varios minutos para frenar al rival en la línea.

Pisaba fuerte el Valencia

Luchaba el Madrid por estirarse. Vinicius lo hizo por su izquierda tras una media vuelta como aquella que horrorizó a Guardiola incluso antes de que se produjera. Caminaba el Madrid como con lirios dorados, al contrario que el Valencia, que pisaba fuerte la yerba. Pero al final lo lograron los blancos, el estiramiento, como un tirón de mantel que hace añicos la vajilla: la huida de Benzema que terminó en penalti que marcó el propio capitán. Pero jugaban demasiado a la ruleta a la que a veces le gusta jugársela a Mendy.

Un grueso que luego salía despavorido como mensajeros corredores solitarios. Courtois seguía estando allí: la sombra del peligroso Cavani que en el reinicio fue el cuerpo entero de Lino traspasando el de Lucas que se quejó como si tratara de sacarse un espíritu maligno. El pronto empate que devolvía la realidad de los últimos tiempos de un Madrid sin aceite o sin el aceite adecuado. Lo buscó Ancelotti en el cambio obligado de Eduardo y su tarjeta y media por Modric. Un Madrid de capa caída, como un héroe famoso, acaso un Alatriste, caminando sin brillo en la noche de invierno de un oriental barrio de las letras.

Modric perseguido por AlmeidaAFP

Para colmo a Lucas se le removió la rodilla de mala manera. Estaba bronco el Valencia, como distraído estaba Hernández Hernández. No eran de extrañar ahora los balones largos del principio porque no había manera de que el Madrid llegara al área contraria de pase en pase. La imprecisión, el aturullamiento y la espesura crecían desmesurada y preocupantemente como el pelo a los legionarios de Astérix el Galo. Para más colmo, dos en un mismo párrafo, Militao se tuvo que marchar mareado por el balonazo del que renqueaba.

El Madrid como muerto, des(t)alentado ante un equipo regular. Era la mismísima mirada perdida de Militao en el banquillo. Se animaba a salir del área Courtois, como empujando a los suyos. Era el Gabriel Conroy de Joyce hablándole al pasado. No había nada ya en la noche. Nada ni nadie. Era un espectro el partido. El Madrid en su epifanía deambulando como un autómata delante de una escuadra sin fuste. El tedio arábigo como una manta invisible que se quitó Benzema por un momento de un cabezazo.

Petit point

Se acercaba el noventa en medio del sopor y del atasco que abocaban a una casi insana prórroga que no parecía querer nadie jugar. Ni la prórroga ni la competición. Sobre todo, un Valencia roto que sobrevivió al filo a los siete minutos de añadido para ponerle otros treinta al casi suplicio donde el Madrid parecía ahora mejor. Solo Mamardashvili estaba completo. Se iban rompiendo fibra a fibra los jugadores, como los toros en los camiones por no ir andando a la plaza como antaño.

Ahora el Madrid enhebraba agujas en el área del Valencia. El petit point que se empeñaba en desbaratar Mamardashvili en los acercamientos cada vez más intensos de los blancos. Gattusso trataba de engatusar a los suyos en la arenga final que surtió efecto tras la dormidera de la primera parte de la prórroga. Courtois salió de su retiro forzoso para salvar al Madrid en la tromba valencianista no casual, pues el Madrid había vuelto a su estatismo, no precisamente torero.

No se sabía lo que iba a pasar y casi no importaba por la rareza de un encuentro que se jugaba alternamente entre vivos y muertos. El vivo ahora era el Valencia agotándose bajo las bóvedas fantasmales que anunciaban los penaltis, un regalo para los levantinos y para la organización que acabó llegando con mayor fortuna para el Madrid y elevando a Courtois como el mejor jugador de la semifinal y como el mejor ejemplo de ella.

Ficha técnica:

Real Madrid 1: Courtois; Lucas (Carvajal, m. 68), Militao (Mendy, m. 74), Rüdiger, Nacho; Valverde (Ceballos, m. 105), Kroos, Camavinga (Modric, m. 46); Rodrygo (Asensio, m. 83), Vinicius, Benzema.

Valencia 1: Mamardashvili; Thierry, Cömert, Özkacar, Gayá; Lato (Ilaix, m. 95), Musah (Foulquier, m. 95), Almeida, Kluivert (Duro, m. 73), Lino (Pérez, m. 82), Cavani.

Goles: 1-0 (Benzema, m. 39 P.). 1-1 (Lino, m. 46). (4-3, penaltis)