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Pedri celebra el tercer gol del Barcelona

Pedri celebra el tercer gol del BarcelonaAFP

Real Madrid 1-3 Barcelona

El Barcelona aprovecha los graves errores del Madrid y gana la Supercopa

Los de Xavi superaron con claridad a los de Ancelotti, quienes ofrecieron la peor imagen de la temporada

Atosigaba arriba el Barcelona, pero solo como estando porque esperaba más atrás, en los medios. Vinicius lo intentó por su banda y lo consiguió, sobrepasar esa línea, pero el árbitro no quiso que lo consiguiera. Busquets se convirtió en Blanche Dubois, uno de sus papeles favoritos, del viejo teatro guardiolista, al chocar con Kroos. Luego la presión azulgrana se extendió, como derramada, y los blancos trataban de salir deslizándose más allá del centro. Había que fajarse en esa zona y para eso estaba Camavinga.

Araújo hizo una entrada criminal a Vinicius buscándole el tobillo incluso fuera del campo. Una bajeza, un golpe bajo. Había variedad en los de Xavi. Lo intentaban de una forma y de otra. Lewandowski primero remató de cabeza con sutileza en fuera de juego y luego con violencia en la frontal, cuando se encontró con la manopla gadgetoniana del gran Courtois que desvió la pelota al poste. Modric continuaba con la rara imprecisión, una suerte de ansia y desacierto, de la semifinal. Manejaba el asunto el Barcelona mientras los ojos del Madrid se veían en la oscuridad de sus nidos de ametralladoras.

El fallo de Rüdiger

Al final salieron de allí como tras un pitido en una trinchera. Carrera y Mendy para Benzema que buscó colocar y lo consiguió, aunque se le marchó desviado el remate con Ter Stegen vencido. Vinicius puso revoluciones metiéndose en la selva. Ese era el motivo del nerviosismo leñero de Araújo: el miedo al desgarro. El brasileño entra en las defensas como Rambo se hacía el chaleco en el monte con una lona. La complejidad del partido tenía un aire a la de Los Hermanos Karamazov, una cosa más introspectiva, psicológica, que futbolística.

Se formaba un bosque en cada jugador crucial. En Camavinga y en Pedri. Había que robar en ellos. Se tenía que salir Eduardo de su ubicación para recibir con espacio, lejos de donde quería estar. A Vinicius había que pararle con tres. Más sibilina que merecida fue la tarjeta a Mendy, pero lo peor fue que Courtois noqueó a Rüdiger y el alemán, aturdido aún, entregó un mal balón que el Barcelona movió en ese espacio ventilado para que marcara Gavi. Se dolió el Madrid del golpe. Los de Ancelotti seguían sin encontrar a sus jerarcas, como desde hace un tiempo. Benzema estaba lejos. Modric estaba raro y Valverde sin carril para correr o tirar.

Los jugadores del Madrid cabizbajos tras el segundo gol

Los jugadores del Madrid cabizbajos tras el segundo golAFP

Los azulgranas se apostaban en todas las paredes. No estaba mal el Madrid, pero estaba mejor el rival. A los blancos les iluminaba una extraña luz mortecina como la de las farolas dublinesas bajo las que se encontraban los dos amigos del cuento del Joyce, como si de momento esa historia no tuviera un buen futuro. Corrían los blancos, enfadados. Dándose instrucciones vanas, tratando de recuperar el tono. Pero lo perdían todo. Ahora sí estaban mal. Era como si todo estuviera perdido. Cada vez más. Y lo parecía. El Barcelona subido al error del Madrid, cabalgándolo y usándolo. La puntera de De Jong lanzó a Gavi por la izquierda con los madridistas a contrapié: marcó Lewandowski solo y puntilloso a pase del Golden Boy.

Así se fue al descanso un partido donde los blancos eran como Sansón con el pelo cortado. Una sensación no nueva, casi negativamente evocadora de otros tiempos en los idus de enero que se hacía fuerte en los rostros ajenos a los milagros de la temporada pasada. El rostro invernal de un Madrid que buscaba su verano íntimo. Desde la primera pelota de la segunda parte se vieron los modos de un Barcelona pegado, imantado a la pelota. Todo esto sumado a la precipitación, a la inanidad de los intentos ofensivos de los blancos inclinaban casi moralmente el partido. Incluso la épica parecía imposible con semejante aturdimiento.

El pase de Ceballos

No había llegado el Madrid a Arabia y parecía querer marcharse sin aterrizar. Otra vez Courtois salvó el desastre en el tiro de Dembélé. Era el minuto 54 y los blancos estaban a punto de caer a plomo. Era una maraña insondable el Barcelona para el Madrid, a pesar de que en realidad no lo era, sí en su mirada, en la rapidez fallona que alimentaba a los de Xavi, plácidos en el control y en la marca. Cómodos. Se fue Modric, descolocado, fatigado, preocupado, por Ceballos. Intentaba el Madrid jugar muy junto para evitar el dominio en el corte contrario. Se vieron algunas florecillas silvestres en esa idea, pero era inútil. Ceballos entregó una pelota loca, suicida.

El mayor mérito de los de Ancelotti era hacer mejor de lo que era a su rival. Ese tercero lo marcó Pedri, con un Gavi estelar. Se acercó el Madrid al final, pero más bien merodeador, incluso mirón. Como cuando James Dean miraba la casa de su madre en Al Este del Edén. Ya celebraba el Barcelona el primer título de Xavi cuando marcó Benzema como si no marcara, con el Madrid ya emprendiendo un difícil (no por la final perdida, sino por las formas) viaje de regreso que había empezado incluso antes de llegar.

Ficha técnica:

Real Madrid 1: Courtois; Mendy, Rüdiger, Militao, Carvajal (Nacho, m. 72); Camavinga (Rodrygo, m. 46), Kroos (Asensio, m. 72), Modric (Ceballos, m. 65); Valverde, Vinicius, Benzema.

Barcelona 3: Ter Stegen; Balde, Christensen, Koundé, Araújo (García, m. 86); De Jong (Kessié, m. 87), Busquets; Gavi (Ansu Fati, m. 89), Pedri, Dembelé (Raphinha, m. 78), Lewandowski.

Goles: 0-1 (Gavi, m. 33). 0-2 (Lewandowski, m. 45). 0-3 (Pedri, m. 69).
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