Fundado en 1910

Marcos Alonso en su etapa como jugador del Atlético de MadridEFE

Marcos Alonso, que estás en los cielos

El exfutbolista del Rácing, Atlético de Madrid, Barcelona y Logroñés, hijo de Marquitos y padre de Marcos Alonso fue uno de los jugadores preferidos en los ochenta

Uno recuerda más las medias rojas con la cumbre blanca de Marcos Alonso que las medias azulgranas. Marcos Alonso fue Oliver Atom antes de que existiera Oliver Atom, y resulta que se ha muerto. Suele decirse que no se siente la importancia de las cosas hasta que se pierden, y no es que Marcos fuera una cosa para uno, pero sí algo parecido, acostumbrado a soñarlo de niño, a soñar que uno hacía sus jugadas increíbles al día siguiente en el patio del colegio, a soñar que era él y a verlo fugazmente en los buenos resúmenes de Estudio Estadio, el programa de los highlights, y su figura en los cromos.

Uno nunca fue ni del Rácing, ni del Atleti, ni del Barcelona (donde fue el fichaje más caro hasta que llegó Maradona), ni del Logroñés, pero sí de Marcos. Uno fue más de jugadores que de equipos durante una época borrosa y bonita, de cuando la estética, también una estética borrosa, lo era todo. Marcos Alonso no está en los recuerdos en sepia, sino ya en los de color, pero no de un color nítido, uno más bien apagado, como el de las fotos de uno mismo con verdugo y pantalones cortos en invierno. Marcos Alonso es un futbolista de aquellos tiempos, un futbolista-futbolista (como dicen los de Muchachada que hay que decir dos veces las cosas para que se vean que son buenas), de cuando los futbolistas eran educados, como silentes.

Marcos era silencioso y regateador, emocionantemente regateador (hablaba así) de cuando en los campos había trozos de papel higiénico como si hubiera que barrerlos, pero nadie los barría. Marcos Alonso los sorteaba como un Alberto Tomba los banderines sobre la nieve. Marcos estaba guardado entre esos recuerdos almacenados en un sótano de la memoria que se han recuperado con tristeza sobrevenida, como si hubieran subido con un sollozo infantil al conocer la mala noticia de que Marcos, ídolo antiguo, borroso e imborrable, se ha muerto de repente haciéndole a uno mirar inevitablemente hacia atrás, un poco como en aquella película de Pilar Miró, cuya protagonista recordaba a Gary Cooper, que estás en los cielos.