Luis Rubiales, el hombre del PSOE en el fútbol
La historia de cómo el Gobierno de Sánchez simpatizó, fue cómplice y protegió al expresidente de la Federación, que no lo es por la contundencia de la FIFA, la que siempre le faltó al Ejecutivo de la Nación
«Pedro, ya sabes de mi admiración por ti». Los mensajes de Luis Rubiales a Pedro Sánchez eran habituales. De cariño, de respeto, de un simpatizante socialista al mandatario del PSOE. De pedirle apoyo. «Presidente, ¿tú crees que me merezco esto?», le preguntaba el primero al segundo cuando el TAD le complicó su convocatoria de elecciones. «Sé que tú has pasado por esto y me comprendes», añadía Rubiales.
Si hoy Luis Rubiales no ejerce como presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) es porque la FIFA –máximo organismo del fútbol mundial– le suspendió al menos durante 90 días. Si fuera por el plan del Gobierno de España Rubiales seguiría siendo presidente, toda vez que no dimitió y el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) vino a darle la razón: lo que hizo en la final del Mundial femenino fueron infracciones contra el decoro, no abuso de autoridad. Es «grave» (dos años máximos de inhabilitación, sin posibilidad de que intervenga el Gobierno ya) y no «muy grave», como veía el Ejecutivo.
Luis Rubiales es socialista. Orgullosamente socialista. A Pedro Sánchez se lo recordó en varias ocasiones, también cuando se tambaleaba y su partido no le permitía pactar lo que ahora sí le permiten. En una forma de agradecimiento, el presidente del Gobierno le mantuvo siempre su simpatía y complicidad pese a todos los escándalos que lo cercaron, especialmente el de la Supercopa en Arabia Saudí, con comisiones millonarias y un cuestionable acuerdo con Piqué.
Lo hizo principalmente por dos razones. La primera porque desde el Ejecutivo gustaba tener a uno de los suyos al frente del principal órgano del fútbol español, el que controla cada balón en cualquier rincón del país. En La Moncloa siempre gustó que Rubiales estuviera en la RFEF porque servía de contrapeso con Javier Tebas, presidente de LaLiga, reconocido seguidor y votante de Vox.
«No puedo seguir luchando solo contra el presidente de LaLiga y la presidenta del CSD», le escribió Rubiales a Sánchez en marzo de 2019 en conversaciones difundidas por El Confidencial. La presidenta del CSD era entonces Irene Lozano, la diputada de UPyD que después se pasó al PSOE y le escribió a Sánchez su famoso Manual de Resistencia. «Al final va a quedar todo el fútbol de España en manos de Tebas», le recordaba.
La otra razón entraba ya más de lleno en la política y en las relaciones internacionales. España pelea por albergar el Mundial 2030, un torneo que trasciende más allá del fútbol. Primero iba a ser solo con Portugal, después se añadió Ucrania y lo más reciente es la inclusión de Marruecos. Que el país africano entrara en la candidatura fue impulsado por el Gobierno en esta etapa de buenas relaciones con el país marroquí. A Sánchez siempre le gustó la idea del Mundial y Rubiales le hizo ver que podía ser uno de sus grandes legados, que él tenía que ser el líder de un proyecto de gran repercusión internacional. Y a Pedro Sánchez le encantó.
Rubiales y Sánchez mantuvieron en sus cinco años de mandato –los dos llegaron a sus cargos prácticamente a la vez, Luis el 17 de mayo de 2018 y Pedro el 1 de junio del mismo año– una relación fluida y cordial. No eran amigos, pero sí entendieron que el uno se sentía cómodo con el otro. A los dos los unía el puño y la rosa.
ADN socialista
El ya expresidente de la Federación vivió el socialismo en casa. Su padre, Luis Manuel Rubiales López, fue un dirigente clásico del PSOE de Andalucía, alcalde de Motril durante dos legislaturas (de 1995 a 2003) y delegado provincial de la Consejería de Empleo de la Junta en Granada (en tiempos de Chaves), entre otros cargos. Quienes le conocen le definen como «un socialista de los de antes».
Al padre de Rubiales lo imputaron dentro del mayor caso de corrupción en la historia de España, los ERE, por «graves indicios de ilegalidad en las subvenciones que dieron a FCC y Cespa» (el juicio sigue pendiente de celebración) y el PSOE acabó abandonándolo. En 2011, se metió en un partido local, cogió acta, pero dos años después se alejó de la vida política. Ahora se ha convertido en el mayor apoyo de su hijo.
La madre de Rubiales, Ángeles Béjar, protagonista esta semana por una huelga de hambre encerrada en una iglesia, es también una ferviente seguidora socialista, muy activa en sus redes sociales. Peluquera de profesión, también pidió el voto para Sánchez en las últimas elecciones generales y celebró el resultado electoral compartiendo imágenes del presidente del Gobierno. Justo un mes después su hijo cargó contra ese Gobierno que ahora se muestra muy duro con él.
En la familia Rubiales hay otra figura clave, el tío Juan. Periodista de profesión (llegó a sufrir un infarto durante una cobertura desde la cárcel de Soto del Real), Luis se lo llevó a la Federación como su jefe de gabinete, pero la relación se rompió dos años después. El tío dice que porque el sobrino le pidió que le llamara «presidente», pero ahí entra una lucha que va más allá de lo familiar.
Ha sido Juan Rubiales quien ha puesto más de manifiesto –por su conocimiento de la causa– la estrecha relación entre la Federación de Rubiales y el Gobierno de España, especialmente acentuada cuando Iván Redondo estaba en La Moncloa. La realidad es que Rubiales fue siempre protegido en sus numerosos escándalos, incluida también aquella supuesta orgía en el chalet de Salobreña con mujeres jóvenes captadas en discotecas.
El Gobierno entonces pidió entonces respetar la presunción de inocencia y los tiempos de la justicia. «Si es verdad, es horrible, pero ya veremos», dijo entonces José Manuel Franco, presidente por entonces del CSD, premiado después por Sánchez como número uno en las listas electorales al Senado por Madrid. Franco, el CSD y por tanto el Gobierno protegió a Rubiales y no elevó al TAD ningún tipo de denuncia, pese al escándalo público que eso ya supuso en la opinión pública. Esto es importante recordarlo porque ahora el Ejecutivo ha olvidado la presunción de inocencia cuando antes la defendió con el presidente de la Federación.
El final de la relación de Rubiales y La Moncloa llegó por un beso, pero fue a cámara lenta. El beso se produjo el domingo, pero no fue hasta el viernes cuando el Gobierno actuó. Lo hizo tras tomárselo con calma y «respetar» los tiempos de la Federación. No quisieron ir con fuerza en un inicio, lo demoraron en el tiempo, pidieron con sosiego que diera explicaciones, esperaron a que fuera Rubiales el que dimitiera y cuando este se encerró en la presidencia activaron un mecanismo (el de la inhabilitación exprés a través del TAD) que fue chapucero y que además naufragó.
El Gobierno no puede entrar en la Federación de Fútbol toda vez que es de ámbito privado, pero si quiere sí puede acabar con su presidente mediante presiones o denuncias. Lo han hecho con otras federaciones, por ejemplo con la de rugby. En La Moncloa tuvieron varias ocasiones para acabar con Rubiales por casos más graves, pero miraron para otro lado ante la comodidad de tener un reconocido socialista al frente. Ha sido por un beso, la tensión social y una investidura pendiente por lo que actuaron. Y lo hicieron tarde y mal. Si no es por la FIFA, Rubiales hoy seguiría mandando.