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Algunas de las jugadoras de la selección, con Rubiales, el día después de ganar el Mundial

Algunas de las jugadoras de la selección, con Rubiales y Vilda, el día después de ganar el MundialGTRES

El cisma en la selección y las ganas de venganza que existe en las futbolistas que renuncian a España

Nunca antes en la historia de cualquier selección española –de cualquier deporte– se había visto algo similar. La selección femenina ha entrado en un cisma tan grave que no hay ya futuro. Existe un pasado glorioso, con un Mundial logrado contra todo pronóstico, pero un futuro más que peligroso.

El comunicado enviado en la tarde de este viernes por 39 futbolistas (21 de las 23 campeonas entre ellas) supuso un terremoto de más magnitud de los que ya venía sufriendo el combinado nacional en las últimas semanas. No es que haya 39 jugadoras que renuncian –que también– sino que apenas hay alternativas a ellas y que además marcaron unas exigencias que trascienden su papel de futbolistas.

Exigen que se vayan los miembros del gabinete de presidencia y secretaría general de la RFEF. No lo dicen, porque no pusieron nombre y apellidos, pero el señalado para ellas es Andreu Camps, la mano derecha de Rubiales. Y más: quieren un cambio también en el área de comunicación, a quienes estas futbolistas se la tienen guardada por aquellas palabras supuestamente falsas de Jenni Hermoso que la Federación puso en su boca y difundió a los medios. Y también la reestructuración de la dirección de integridad.

Sabedoras de que tienen a la RFEF en situación límite, las jugadoras no solo piden mejoras futbolísticas. Quieren cambios a todos los niveles, incluso de aquellos departamentos que no son puramente futbolísticos. Vienen a decir que quieren controlar cada área federativa. Y sin todos estos cambios no vuelven a la selección porque los que se han hecho hasta ahora «no son suficientes para que las jugadoras se sientan en un lugar seguro». Esta frase es muy significativa: las futbolistas no se sienten «seguras» cuando van con la selección.

Andreu Camps, secretario general de la RFEF, durante la comparecencia

Andreu Camps, secretario general, señalado por las futbolistas (aunque no le mencionan)

Entre estas jugadoras se ha normalizado que la vía del chantaje y la amenaza sea la más óptima para conseguir mejoras. Las futbolistas que renuncian saben que tienen el control de la situación y el poder por varias razones. Por un lado, porque son campeonas del mundo, honor que les acompañará toda la vida. Son orgullo deportivo de España. Por otro, son mayoritarias, un total de 39 jugadoras. No son ya 15 futbolistas como en el pasado que sí podían ser reemplazadas por otras. No hay apenas sustitutas o las que hay son de un segundo nivel. De ahí que al ver que tantas futbolistas no cambiaban de opinión la Federación suspendiera la presentación y convocatoria de Montse Tomé.

Sed de venganza

Todo este movimiento nace desde un sentimiento de venganza. Y es que a pesar de que Rubiales no está ya, de que la Federación de Pedro Rocha destituyó a Vilda, estas jugadoras quieren que rueden más cabezas. Y lo hacen en relación a lo anterior: saben que tienen el control de la escena y el apoyo de la inmensa mayoría de la opinión pública. Y quieren venganza.

Una venganza que no tiene exclusivamente un significado negativo y que es lícita dentro de las peticiones. Pero venganza al fin y al cabo, toda vez que aprovechan la situación para pasar facturas, para resolver cuentas pendientes.

Montse Tomé es la nueva seleccionadora, pero a las jugadoras tampoco les gusta

Montse Tomé es la nueva seleccionadora, pero a las jugadoras tampoco les gustaEFE

Cuando las 39 jugadoras ponen como cambio «básico» para volver la «reestructuración del organigrama de fútbol femenino» es en realidad la petición de que todo salte por los aires y haya un cambio total, no parcial como hasta ahora. ¿Quieren o no a Montse Tomé como seleccionadora? Esa pregunta está en el aire, porque no lo aclaran. Tampoco pueden decir abiertamente que no regresan porque no les gusta la nueva entrenadora, porque perderían todo el crédito deportivo. Las futbolistas no son las elegidas de elegir al técnico. Quienes lo intentaron hace un año acabaron quedándose sin Mundial. Pero en ese «organigrama» que piden «reestructurar» está Tomé.

Especialmente relevante para entender este conflicto es las peticiones de «reestructuración» de la secretaria general. Va dirigido a Andreu Camps, al que las futbolistas quieren fuera sí o sí al ser un hombre que manejó todos los asuntos de Rubiales, quienes eran uña y carne. Es la continuidad del 'rubialismo', piensan. Y en la misma línea va también la petición de que se cambie el área de comunicación. Estas jugadoras quieren venganza contra los trabajadores de este departamento, al que acusan veladamente de inventarse declaraciones de Hermoso. No hay prueba de ello hasta el momento y la comunicación de la RFEF–para bien o para mal– no es dependiente de ellas.

También quieren que se vaya los responsables del departamento de integridad, dirigido por Miguel García Caba, un hombre que no es precisamente del agrado de las futbolistas y a quien también señalan como responsable de haber permitido todos los hechos que consideran «denigrantes».

El papel de FUTPRO

Las futbolistas quieren algo más que fútbol. Quieren también venganza. Lo hacen impulsadas por el FUTPRO, que es quien más ha utilizado esa idea: es un sindicato controlado por las futbolistas que renunciaron el año pasado por otros motivos y que provocó que no jugaran el Mundial. Consideraron una derrota el éxito deportivo de Rubiales y Vilda, su marcha era su objetivo primordial y estos días presionaron para que eso fuera a más. Les tienen ganas a mucha gente de la RFEF.

Quieren, en definitiva, una 'limpia' en la Federación y que no quede nadie de los cargos relevantes que «han tenido, incitado, escondido o aplaudido actitudes que van contra la dignidad de las mujeres». Aquí les hemos dado los nombres, ellas no lo dan. El cisma es total y el futuro de la selección campeona del mundo es muy triste. Y todo ello cuando España tiene que pelear por estar en los Juegos Olímpicos de París.

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