Reportaje City Group, Red Bull o cómo la multipropiedad está amenazando al fútbol
Un repaso a la historia del fútbol y los derroteros actuales, donde el negocio se ha apoderado de todo lo demás con casos de equipos que comparten los mismos propietarios
Así es el Leipzig, rival del Real Madrid: impulsado por Red Bull
Para entender el futuro, o lo que puede ser el futuro del fútbol, hace falta recapitular más de un siglo hasta los orígenes del juego y la razón de crearlo. El fútbol de entonces, de finales del siglo XIX, que ya tiene poco que ver con el actual, nace entonces para potenciar el sentido de pertenencia hacia una comunidad.
Es importante recalcar ese motivo originario. En una sociedad completamente diferente a la actual, el fútbol no tenía nada de industria del espectáculo. Ni era una industria, ni era un espectáculo.
La gente empezó a jugar a ese juego nuevo, y cada fin de semana llamaban a familiares y amigos para que les fueran a ver y apoyar. De esta manera, se potenció el sentido de comunidad. Un pueblo jugaba contra otro pueblo y la gente estaba pendiente del resultado, por ver si los suyos ganaban.
Esa es la idea matriz del fútbol, su razón de ser. Apoyar a los tuyos, a tu gente, y competir contra otras personas de otras comunidades. Como una guerra, pero sin violencia, con un balón de por medio. El fútbol no nace como un negocio.
Conforme los años han ido pasando, esa esencia se ha ido perdiendo. Apareció el dinero de por medio y todo se desvirtuó. Y, en los últimos años, se ha potenciado aún más.
A raíz de la Ley Bosman, en 1995, se permitió la libre circulación de futbolistas, poniendo fin al límite de extranjeros. Esto originó la desigualdad entre países y clubes. Países menos fuertes económicamente, pero con grandes canteras de jugadores, empezaron a ver como sus mejores jugadores abandonaban el país a muy pronta edad, dejando esas ligas a la deriva, sin posibilidad de salir a flote y recuperar estatus. Las diferencias entre las grandes ligas europeas y las menos potentes, o de otros continentes, se acentuó, cambiando el fútbol para siempre. Los nuevos modelos de competición impulsados por la UEFA tampoco han ayudado a devolverle poder a los países pequeños.
Jugadores buenos salen en todos lados, en cualquier rincón del planeta. Pero necesitan formación. Y para que esa formación sea lo mejor posible, les ayude a desarrollar todo su potencial, se necesitan grandes clubes. Antes, hace décadas, había equipos potentes en cada país, permitiendo a los jugadores ser desarrollados por clubes nacionales, de su mismo país.
Pero eso ha cambiado, y los grandes clubes europeos están acaparando todos los recursos, ahogando económicamente al resto. Y, en su búsqueda por seguir ampliando poder, han dado con una nueva manera: saltarse el paso intermedio de fichar a un jugador que destaca.
Abriendo sucursales en otros países, clubes que son parte de la misma propiedad, equipos grandes, de ligas potentes, se aseguran de controlar mercados más pequeños, con presencia directa. Y no solo grandes clubes europeos, también magnates, jeques, multimillonarios de cualquier país del mundo y grupos de inversiones han encontrado aquí su método de negocio, juntando en una misma propiedad un club grande de una liga potente, que es el destinatario final de todos los bienes, y sucursales repartidas a lo largo y ancho del mundo, buscando talento.
City Group
El caso más conocido de multipropiedad en el fútbol es el del City Group, propiedad de Emiratos Árabes Unidos. En 2008 compraron el Manchester City, que por entonces era un club humilde de Inglaterra, alejado de los grandes, sin aspiraciones de títulos y, bajo el músculo económico emiratí, se han convertido en los grandes dominadores de la Premier League de los últimos años y, desde el pasado junio, campeones de Europa.
Mansour bin Zayed Al Nahyan, viceprimer ministro y miembro de la familia que gobierna el país emiratí, es el que manda en un City Group que también tiene inversores chinos y americanos. Sin contentarse con el éxito en suelo británico, están aumentando su imperio a todo el mundo.
Tienen clubes en España (Girona), Italia (Palermo), Francia (Troyes y Vannes), Bélgica (Lommel), Brasil (Bahía), Uruguay (Montevideo City Torque), Bolivia (Bolívar), Australia (Melbourne City), Estados Unidos (New York City), Japón (Yokohama Marinos), China (Sichuan Jiuniu)e India (Mumbai City).
Sirviéndose del dinero, primero situaron un club entre la élite y, posteriormente, han abierto sucursales en los cuatro continentes, captando talento de todo el mundo.
Para ilustrarlo mejor, un caso concreto: Sávio Moreira de Oliveira (Sao Mateus, 2004). Este jovencísimo extremo brasileño salió de la cantera del Atlético Mineiro, en Brasil. El Bahía se enfrentó a él y le sufrió, por lo que su nombre pasó a englobarse dentro de una lista interminable que maneja el City Group. En verano de 2022, lo fichó el Troyes. Bajo el paraguas del Manchester City, claro, porque no ha llegado a jugar para el club francés. Fue cedido al PSV Eindhoven para la temporada 2022/23, despuntó y al siguiente verano, otra cesión, al Girona, donde está destacándose como un jugador clave en el líder de la liga española.
El destino de Sávio está claro: el Manchester City. Hasta entonces, le van probando, de liga en liga, como un mercado de nombres y carne bajo la atenta mirada de unos millonarios que lo controlan todo.
Red Bull
Dietrich Mateschitz, el empresario austríaco que estaba detrás de la marca de la bebida energética líder en el planeta, quería ampliar su dominio a todos los ámbitos, a todos los deportes. Creó marcas en Fórmula 1, deportes extremos como BMX, esquí y vuelo y, por supuesto, el fútbol.
Empezaron el imperio en 2005 en su país natural, Austria, cuando Mateschitz compró el club SV Austria Salzburgo y lo renombró como Red Bull Salzburgo. Hasta entonces, la institución tenía tres ligas. Ahora, tiene 17. Llevan diez años consecutivos campeonando a nivel nacional, y la tiranía parece no tener fin.
Expandiéndose a otros mercados, se hicieron con el MetroStars transformándolo en el New York Red Bulls en Estados Unidos, mientras que en Brasil se lanzaron con el Red Bull Bragantino.
El pelotazo, de todos modos, llegó en 2009. Compraron el SSV Markranstadt, equipo de la quinta división alemana, y lo convirtieron en el RB Leipzig. Ocho años después, ya estaban en primera división, donde se han afianzado como un equipo habitual en la Champions League y han logrado los primeros tres títulos de la historia: las copas de 2022 y 2023 y la supercopa de este mismo año.
Otros casos de multipropiedad
El City Group y Red Bull pueden ser los casos más conocidos de multipropiedad en el fútbol, pero no son, ni mucho menos, los únicos ejemplares. Casos hay a patadas. Por ejemplo, la empresa 777 Partners, de Estados Unidos, que se anuncia como «una plataforma de inversión alternativa que ayuda a emprendedores audaces a transformar visiones en valor duradero», tiene ya varios clubes bajo su sombra. El Genoa en Italia, Standard de Lieja en Bélgica, Red Star en Francia, Vasco da Gama en Brasil, Hertha Berlín en Alemania y, también, un 8 % del accionado del Sevilla.
También de Estados Unidos viene el grupo Red Bird, que controla al Milan y al Toulouse. Robert Platek es un empresario estadounidense, especializado en administración de fondos y análisis financiero, que ya controla a la Spezia en Italia, Sonderjyske en Dinamarca y Casa Pia en Portugal. Chien Lee es un empresario chino-estadounidense que bajo a su imperio tiene al Barnsley en Inglaterra, Nancy en Francia, Kaiserlautern en Alemania, KV Oostende en Bélgica, Den Bosch en Países Bajos, Esbjerg en Dinamarca y FC Thun en Suiza.
El Atlético Madrid también está metido en un caso de multipropiedad, buscando extender sus dominios a todo el mundo. Lo intentaron en India, con el Atlético Kolkata, y ahora tienen franquicias en México y Canadá: Atlético San Luis y Atlético Ottawa respectivamente. «Nuestra apuesta por el Atlético de San Luis es firme y decidida», declaraba en el pasado Miguel Ángel Gil, consejero delegado del Atlético de Madrid.
Joseph Oughourlian, emprendedor, empresario y financiero francés con raíces armenias y libanesas, fundador de Amber Capital, controla al Lens en Francia, donde les ha llevado hasta la Champions League, el Padova en Italia y Millonarios en Colombia. La familia Pozzo, de raíces italianas, controla al Udinese en su país y al Watford en Inglaterra, dos equipos que están constantemente intercambiándose jugadores. El malayo Vincent Tan, bajo el conglomerado Corporation Berhad, dirige al Cardiff City en Inglaterra, al FK Sarajevo en Bosnia Herzegovina y al Kortrijk en Bélgica.
Abdullah bin Musaid Al Saud, hijo del príncipe Abdul Aziz Al Saud de Arabia Saudí, a través del United World Group, controla al Sheffield United en Inglaterra, Beerschot en Bélgica, Al Hilal en Emiratos Árabes Unidos, Kerala United en India y Chateauroux en Francia. Dmitry Rybolovlev, empresario ruso, es el líder del Mónaco, en Francia, y del Cercle Brugge, en Bélgica. Rocco Commisso controla a la Fiorentina, en Italia, y al New York Cosmos en Estados Unidos, mientras que Tony Bloom lo hace con el Brighton inglés y el Union Saint-Gilloise belga. Unai Emery, actual entrenador del Aston Villa, ha comprado la mayor parte del accionado del Real Unión, que se une a una familia que también tiene al Vitoria Guimaraes portugués y al Vissel Kobe japonés.
No son los únicos casos. Podríamos seguir enumerando nombres y equipos todo el día, pero es importante mostrar la interminable lista de grupos y personas millonarias que se han hecho con el control de varios equipos a lo largo y ancho del mundo. Normalmente, bajo la misma estructura: un equipo situado en alguna de las cinco grandes ligas europeas y sucursales por todos los continentes, captando y desarrollando talento, robándoselo a sus clubes de origen.
¿Qué dice la UEFA de esto?
Que clubes que comparten un mismo dueño se puedan enfrentar en competiciones europeas es un problema. Se podrían alterar resultados, incidir en la competitividad, de cara a buscar ayudarse entre unos mismos. Por ejemplo, a nivel doméstico, los enfrentamientos entre un equipo y sus filiales está prohibido, a raíz de la falta de profesionalidad que había cuando les tocaba enfrentarse. A nivel europeo, aunque no sean llamados filiales sino multipropiedad, el árbol no tapa el bosque y es obvio que se pueden arreglar resultados entre ellos. La UEFA, sin embargo, lo permite abiertamente.
El pasado mes de julio, el Órgano de Control Financiero de Clubes de la UEFA despejó el camino para que se flexibilizaran las normas sobre la participación de clubes de la misma propiedad en la misma competición.
Las reglas dicen que ningún club puede tener o negociar con valores o acciones de cualquier otro club que participe en las competiciones de la UEFA y que ningún club puede ser socio de cualquier otro club que participe en las competiciones de la UEFA, pero la realidad es que es una norma que beneficia a equipos que comparten propiedad con otros clubes de la misma competición.
Por poner un ejemplo de un caso que podría darse, si Toulouse y Milan se enfrentasen en competición europea, siendo ambos propiedad del grupo Red Bird, ¿no les convendría a ellos que el Milan, que genera mucho más dinero, fuese el equipo que avanzara ronda?. Este nuevo fútbol puede desembocar en que los dueños vayan en contra de los intereses del propio club.
¿Y la Premier League?
No solo la multipropiedad está amenazando al fútbol, también la propiedad de los estados, países que se hacen con clubes de fútbol. Es el caso de Arabia Saudí y el Newcastle inglés, desde la adquisición del club por parte del Fondo de Inversión Pública saudí.
Si bien la Premier League insiste en que el Gobierno británico, aunque estaba predispuesto a ayudar, no influyó en la aprobación de la compra del Newcastle, este medio apunta que se produjeron dos reuniones de funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores con la Premier League antes del anuncio.
Al mismo tiempo, un funcionario de dicho ministerio escribió que, aunque los críticos hablaran de ‘lavado de imagen deportivo’ tras la adquisición saudí del Newcastle, «en realidad representaba una oportunidad para ‘exponer’ los progresos de Arabia Saudí» y el propio Ministerio de Asuntos Exteriores tenía como objetivo ofrecer asesoramiento sobre la adquisición para promover una imagen diferente de Arabia Saudí en el Reino Unido”. Fútbol y política siempre van de la mano.
En los últimos días se produjo una votación entre todos los clubes de la liga inglesa sobre la prohibición de préstamos de jugadores entre clubes del mismo propietario. Por un voto, se decidió en contra de prohibir los traspasos entre clubes asociados.
Esto supone una clara ventaja para los clubes que tienen relación con esos países millonarios. De nuevo, para ilustrar mejor, un ejemplo: el pasado verano, Rubén Neves, de 26 años, querido por clubes como Barcelona o Manchester United, titular en la selección de Portugal, decidió abandonar el Wolverhampton rumbo a Arabia Saudí, al Al-Hilal. Ahora ya se habla que, en el mercado invernal, el Newcastle se lo traerá cedido...por un precio irrisorio. Es decir, un jugador muy cotizado, con un precio que podría llegar a cifras astronómicas, acabaría casi regalado en el Newcastle con el único peaje de unos meses jugando en Arabia.
Podría ser el primer caso de una nueva tendencia. Clubes con raíces en los países que controlan el petróleo haciéndose con varios de los mejores jugadores del mundo sin pagar precios millonarios que amenacen el Fair-Play financiero. El nuevo fútbol.
¿A dónde nos dirigimos?
¿Qué le espera al fútbol en un futuro? Todo se está encaminando, peligrosamente, a un momento en que un número limitado de clubes, los más ricos del planeta, controlen todo el panorama mundial, creando sucursales en cada país. De esta manera, pongamos, por ejemplo, un país con equipos históricos como es Bélgica, podría ver como su clásico particular, un Anderlecht - Brujas, en un futuro fuese un enfrentamiento entre la sucursal del Manchester City contra la del Manchester United.
Este último párrafo es fútbol ficción, eso no ha ocurrido, pero a nadie le podría sorprender que el futuro fuese así. De ser así, de producirse, las aficiones de esos equipos belgas obviamente desconectarían de su equipo, dejarían de sentirlo así, como suyo. El sentimiento de comunidad que fue el origen del juego perdería todo su sentido. La idea fundacional habría muerto.
El momento en el que los clubes pequeños ya sean incapaces de subsistir por sí solos, necesitando el manto de unos equipos grandes que lo controlan todo, que crean competiciones cerradas donde ellos están por decreto, será un momento donde la esencia original del fútbol habrá muerto y dejado paso a la nueva esencia. La comunidad se habrá visto sustituida por el negocio.