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Carlo Ancelotti mantiene el equilibrio en el Real Madrid pese a la plaga de lesionesEFE

Carlo Ancelotti, ejemplo de cómo un entrenador afronta los problemas sin quejas y con soluciones

Real Madrid y Barcelona siempre han sido las dos caras del fútbol español. Cuando a uno le va bien al otro, habitualmente, le va mal. Esta temporada (y en las anteriores) son los blancos los que están triunfando en contraposición con un Barcelona en ruina deportiva y económica.

Más allá del plano futbolístico, donde mejor se ven esas dos caras en la presente temporada es en el banquillo. Por un lado está un Carlo Ancelotti reforzado, renovado y dejando un legado en el Real Madrid. Por otro un Xavi Hernández abrasado, con dimisión en diferido y con enormes críticas en el entorno culé.

Y también hay dos caras en el discurso. Frente a un Xavi irascible hay un Carlo tranquilo. A la vez que vemos un Xavi quejica se observa un Ancelotti sin excusas, sin quejas, adaptándose a lo que tiene. Y eso que el italiano tiene problemas que va acumulando en forma de lesiones. Pero ni una queja.

Es llamativo cómo afronta uno y otro ser entrenador de estos dos equipos. Xavi se queja de que tiene mucha presión, de que ser técnico del Barcelona es cruel. A la vez Ancelotti –que tiene la misma o mayor presión– explica que esa exigencia es «la gasolina» que sirve para «hacer mejor tu trabajo». Mientras el culé se queja de que nadie le valora nada y el desgaste no compensa, al madridista claro que le compensa, y eso que lleva años y años en los banquillos.

Carlo Ancelotti, en el banquillo del Santiago BernabéuGTRES

Xavi, que tiene a su equipo a 10 puntos del liderato de Liga y que ha caído en Supercopa y Copa en dos semanas, ha llegado a poner excusas de todo tipo. Desde las típicas (el césped, los árbitros...) hasta las más surrealistas, algo por lo que se le recordará: jugamos con sol, la prensa no nos apoya... Y eso mientras Laporta hipotecaba el club para fichar jugadores que él pedía (otros, eso sí, no se los trajeron) y hacerle una plantilla prácticamente nueva con jugadores muy buenos y con gran experiencia.

Al otro lado, en Madrid, Ancelotti veía como se le iba a Arabia su mejor delantero, Balón de Oro en ese momento (Benzema). También como se lesionaba su portero, el mejor del mundo (Courtois), y su mejor defensa (Militao). Lejos de quejarse se adaptó, no levantó la voz, trabajó con su club de forma conjunta para salir adelante y fue ganando partidos, títulos como la Supercopa y mantener el liderato en Liga.

No solo eso. Cuando se ha llegado a ver sin centrales, como ocurrió ante el Atlético de Madrid y Girona, ni se ha quejado ni ha llorado. Se ha adaptado y ha trabajado para que el equipo funcionara. Cuando los rojiblancos empataron en el minuto 93 y perdió dos puntos no se puso Ancelotti a hablar de los árbitros (que podía hacerlo) ni del sol ni de cualquier cosa. Analiza el partido, acepta críticas y trabaja para mejorar. Contra el Girona demostró que había aprendido de errores.

Y el Real Madrid jugó mermado por las lesiones, sin centrales, contra dos equipos durísimos, el cuarto y el segundo clasificado. Dos partidos relevantes y exigentes disputados sin central (ante el Girona Carvajal y Tchouaméni se colocaron ahí) que Ancelotti los afrontó con la mejor de las intenciones, sin ponerse ante un micro y hablar del desgaste que supone ser entrenador de un equipo grande o quejándose de una presión que es lógica que se tenga.

No solo es un tema de discurso. También de ideas, de calidad y de ser mejor o peor. Ancelotti lleva 25 años en la élite, ha ganado de todo, ha vivido de todo y sigue con ganas de conseguir más cosas. Xavi, que solo lleva dos años y medio en la élite y no con unos resultados espectaculares (sí, una Liga ganada, pero a la vez dos eliminaciones en fase de grupos de la Champions), no aguanta esa presión y se queja de las críticas. Por cosas como estas se entienden las dos caras del fútbol español en la actualidad: la tranquilidad, consistencia y buen hacer del Real Madrid frente a la tensión, ruina y conflicto que hay en el Barcelona.