Real Madrid 2-1 Shakhtar
Vinicius asiste, Benzema marca y el Madrid gana
Los blancos sufren tras perder la iniciativa inicial y vencen gracias a la inspiración del brasileño y el francés
Recibía el Madrid al Shaktar apaleado en Donetsk. Había un adelanto de líneas con una prudencia centralista colocada sobre una piedra como si la hubieran pintado de fosforito para no volver a tropezarse como contra el Sheriff. Al remate amenazante del Shakhtar, al palo, respondió Vinicius en carrera y en solitario con un cambio de dirección que no salió, pero que fue un pellizco.
Parecía repetirse la historia de la ida tras la segunda llegada peligrosa de los visitantes. Robó Vinicius en el área pequeña un control suelto de bailarina de Benzema que lo esperaba. Se retorció el brasileño para encontrarlo y hacer el gol (casi la miríada del Madrid en la Copa de Europa) que se sabía convertido dos segundos antes.
Por los medios se reproducían los jugadores blancos, que parecían salir de la nada como las graciosas momias de La Momia, incluso con sus caras de grito de Munch y sus movimientos alocados de comedia. Eso parecía asustar un poco a los ucranianos, como si fueran los fantasmas del cinco a cero. Retenía el Shakhtar la pelota como si el Madrid se la regalara para luego lanzarse en el contraataque abierto, despanzurrado, con el sol en la cara y la gloria enfrente.
Sin propuestas visitantes el Madrid se desentendía de la pelota muy pendiente del marcaje y demasiado confiado en el mediocre hilvanar de los naranjas que sin embargo anunciaba, y daba, sustos. Con el peligro el Madrid se desperezaba y volvía. Modric desaparecía en los medios dando pases preciosos con el exterior, pero eso empezaba a ser casi todo.
Cuando el Shakhtar empató en una aproximación con terminación brillante, casi de pechito con pechito y ombligo con ombligo, al Madrid le bailaban las carnes. Tanto como para encomendarse al final de la primera parte a los gadgetobrazos del interminable Courtois.
Un Madrid sin memoria
La peligrosa sencillez del Shakhtar continuaba. Era un juego dórico y pesado, libre de ornamento, frente al gótico madridista que tenía que sobrepasar una especie de puerta a las estrellas para encontrar un mundo nuevo. El Vinicius primigenio insistía sin premio mientras el de hoy se sube por las paredes. Vinicius es Spiderman y Mendy otro superhéroe aún por denominar, pero lo que pasaba es que el Shakhtar sitiaba a los blancos en su área, algo imprevisto y sin embargo reconocible hasta la triangulación maravillosa de Vinicius, Casemiro y Benzema.
El brasileño joven removía el puchero y el brasileño mayor la dejaba casi por faroles sin mirar, otra vez para el brasileño joven, antes de que el francés impresionista marcara el segundo. Se marchaba en el 65 un Carvajal despersonalizado al que iba a suplantar Nacho. El Madrid seguía descontrolado. Más que descontrolado, como sin memoria, con la tensión competitiva como rodeada de kriptonita. Era un Madrid bañado en la piscina subterránea del Shakhtar en vez de en la de Lex Luthor.
A partir del setenta, fermentado el segundo gol, pareció el Madrid ponerse a dominar hasta que un agente de la KGB, Stepanenko, se infiltró sin miramientos. Por poco no fue el empate. Como por poco no fue el tercero de un Benzema a la media vuelta que disparaba en un último esfuerzo antes de pedir el cambio entre vítores. Salía Jovic en su lugar antes de que Vinicius volase chutado por un shakhtarista más allá de la línea de banda.
Sufrió el Madrid y el madridismo en los últimos minutos salvo por los pulmones de Vinicius, con los que pudo respirar todo el equipo bajo el agua.