El Madrid derrota al City a las puertas del cielo y de la decimocuarta Champions

Que el balón llegara a los pies del City producía una pequeña sensación de terror. Caballos de carreras espoleados, con espuela y fusta, eran los jugadores del Madrid. Salía bien el Madrid de una presión menor a la de hace una semana. Una presión sospechosa. Pero ¿qué no podía ser sospechoso en un partido así? Jugaba largo el City y llegaba. Hubo gresca tras una falta de Casemiro. Laporte le echó la mano a la cara a Modric y luego se tiró al suelo al más puro estilo de la escuela guardiolista.

Las sombras de Manchester

Vinicius era el explorador del Madrid, comprometido en no cometer errores. El centro del campo blanco se cerraba como dragonarias para encerrar a esos duendes. Eran los errores el precipicio. Militao cometió el primero, que rechazó la defensa, pero luego vino otro que salvó Courtois tras disparo a bocajarro de Silva. Lo del portero belga fue el primer enardecimiento de la noche. Avanzaba el City en la noche y volvían las sombras de Manchester.

El control del City era el hombre del saco y no lo querían ni ver los de blanco

Sonaba She’s Lost Control de los Joy Division. «Ella» era el Madrid. Se lanzaron los blancos en la presión a la desbandada, como fans en un concierto en busca del mejor sitio, como señoras en las rebajas. La porfía de Vinicius se cobraba una falta peligrosa en el pico de cuervo del área. Volvieron los locales a tomar un pulso débil, siempre amenazado por el sobresalto. El control del City era el hombre del saco y no lo querían ni ver los de blanco, que iban todos juntos a buscarla arriba, muy arriba.

Se internaba el Madrid algo solo, como mandando a un solo paladín contra el dragón. Un animal mitológico que era Bernardo Silva al otro lado. Courtois se la sacó a Foden, la pelota. Modric dio una clase posicional en carrera para eliminar una contra que retumbaron las paredes. El Madrid empezó a echarse agua por encima para multiplicarse como los Gremlins. En defensa se pegaba al hombre. Una concentración sofocante, reverberante en dos córners consecutivos al filo de un descanso para todos.

Vinicius, pesadilla efímera

Jugaba el Madrid de memoria para abrir la segunda parte. Kroos para Benzema lanzado y Vinicius que remató al otro lado con el balón, de repente, demasiado cerca. Lo estaba intentando el Madrid con audacia y redaños. Casemiro sacaba el acercamiento del City. Vinicius se convirtió en una pesadilla efímera, por dos veces. La tuvo Modric, al que se le fue el control en la frontal.

Walker parecía un viajante llegando tarde a la estación mientras iba perdiendo sus pertenencias

El error de Walker lo condujo Casemiro hasta los límites de la tierra, donde Benzema y Vinicius se trastabillaban, se perdían en el último momento entre rebotes y casi estornudos como los sabuesos a los que echaba pimienta Paul Newman en La Leyenda del Indomable. Parecía estar cerca el encaje, el definitivo acoplamiento exitoso mientras, de pronto, se ponía a tocar el City. Se rompía el City con el chu-chu de Vinicius. Walker parecía un viajante llegando tarde a la estación mientras iba perdiendo en la carrera sus pertenencias de la maleta entreabierta.

Se sentaba en el césped un Walker superado a punto de ser sustituido. Pero no lo fue. No en ese momento sino en el minuto 70. Justo antes de que se abriera un claro por el lado izquierdo donde Bernardo Silva encontró a Mahrez por la izquierda, que batió a Courtois por el lado pequeño. Removió Ancelotti el equipo en una operación final porque no quedaba casi más que la finitud.

Sin columna vertebral

La columna vertebral de este Madrid estaba fuera. Camavinga vio a Benzema marcharse, pero tarde. No sabía el Madrid cómo buscarla. Lo que había tenido el City era la ventaja en el marcador que nunca perdió. Con esa tranquilidad jugó un City menos brillante que en la ida, pero sin embargo más controlador. Mendy eludió la sentencia bajo palos y luego otra vez Grealish no pudo culminar su jugada personal.

Parecía muerto el Madrid hasta que Benzema cazó una mariposa para Rodrygo

Parecía muerto el Madrid hasta que Benzema cazó una mariposa para Rodrygo. Una mariposa de la primavera y de la vida. Eso fue en el minuto 90. Y en el 91 Carvajal tocó el cajón, la rozó Asensio y otra vez Rodrygo hizo el milagro metido entre las líneas. La primera con toquecito sutil de puntera y la segunda de cabezazo poderoso, con el cuerpo doblado, casi un tirabuzón.

Era la locura porque otra vez el Madrid había remontado en el Bernabéu. ¿Qué es esto? ¿Qué era esto? ¿Encuentros en la Tercera Fase? Pero era poco porque Días le iba a hacer penalti a Benzema después de que Camavinga fuera acercándose para tocar a Dios como en la Capilla Sixtina. Benzema marcó, sí. Y puso el 3 a 1 que era la victoria del Madrid. La increíble victoria momentánea del Madrid que había resucitado en el último minuto.

Courtois y el manotazo celestial

El mundo dado la vuelta. El Bernabéu cambiando los ciclos de la vida. Los madridistas persiguiendo citystas como la vida eterna. Camavinga rebañando. Como Courtois en el manotazo celestial. El City cautivo bajo la atmósfera, atrapado bajo el misterio incognoscible del griterío y del amor de Chamartín, de la gloria infinita del Madrid, que se llevó por delante todo el dinero y toda la soberbia del mundo.