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¡Nos vamos a París!

Podríamos decir que tampoco hace falta que cada eliminatoria sea tan épica y vaya tan al límite que nos quite años de vida. Pero mentiríamos, porque en realidad nos gusta, porque esto es el Real Madrid y nadie más puede hacerlo

A esta época en la que vivimos es como si Dickens le hubiera escrito aquello de «era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura [...]; la era de la luz y de las tinieblas». Para no desviarnos de lo nuestro me centraré en el fútbol y el Madrid de esta noche contra el City y contra la razón, que ni tengo espacio ni me han llamado para otra cosa.

Los columnistas más originales y los redactores de deporte más pistonudos se han quedado sin metáforas disponibles, no encuentran adjetivos novedosos (algo que les iguala a los periodistas y opinadores de la cosa política en España) para describir esta vida que es el fútbol del Madrid, la temporada que ya va muriendo. El Madrid ha consumido en la Copa de Europa toda la épica posible en el menor espacio de tiempo posible. El Madrid de este curso le ha dado varias vueltas a la Historia y ha ido dejando en el Bernabéu, para quien quiera visionarlo en un futuro remoto por irme lejos, goles, remontadas y épicas por encima de sus posibilidades. Diremos mañana en los corrillos de la oficina o en las conversaciones con amigos por WhatsApp que tampoco hace falta que cada eliminatoria sea tan épica y vaya tan al límite que nos quite años de vida. Pero mentiremos, porque en realidad nos gusta, porque esto es el Real Madrid y nadie más puede hacerlo.

Es una verdad mundialmente reconocida, parafraseando a Jean Austen, que ganar en el fútbol no es algo accesorio, y que como sabe cualquiera, ganar es el núcleo fundacional de todo; pero a veces con ganar no basta, como a veces perder es casi irrelevante. En realidad de lo que se trata es de hacer Historia, inspirar y pasar por la vida con algo de estilo, con swing. Y eso es lo que hace el Madrid.

Dice el Gobierno que al presidente le metieron un virus en su teléfono móvil y que le sustrajeron varios gigas de información; imagino gigas de selfies presidenciales, fotos en el reflejo de un espejo, que son el tipo de fotos que se hace la gente que se sabe guapa, se quiere mucho o tiene pretensiones. No lo critico, que tire la primera piedra... Si los marroquíes, o quien haya sido, lo hicieran con mi teléfono, encontrarían un museo fotográfico y audiovisual de esta temporada europea del Madrid y acabarían empachados de gigas merengues: los niños en la puerta del Bernabéu con Mendy y Vinicius. Vídeos cantando «cómo no te voy a querer...» contra el PSG, el Chelsea, Inter... ¿recuerdan al Sheriff? Qué año, ¿eh? Vídeos de Benzema de cabeza, de penalti, con la derecha, con la izquierda. Este año el Madrid ha jugado varias finales de Copa de Europa cuando no tocaba, que esto además de raro es de agradecer pero te obliga a inmortalizarlo, en el corazón y en vídeo. Ahora vamos a París para jugar otra final, y tengo la sensación de que a estas alturas de competición ya lo he visto todo, pero sé que aún veremos más. Es raro pero no es de otra manera.

Del partido de esta noche qué vamos a decir. El marcador anunciaba el minuto 90 y necesitábamos dos goles para empatar la eliminatoria. El resto ya lo saben.

Imagino a los chicos del City en el autobús sin saber aún qué les ha pasado, queriendo jugar en el Real Madrid y mirando raro a Guardiola, diciéndole: ¿pero esto ha pasado?

¡Hala Madrid! ¡Nos vamos a París!