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Todo lo que pudimos soñar

Este Madrid no puede caer mal a nadie, y eso en estos tiempos, lejos de cualquier otra cosa, demuestra su grandeza

Este Madrid no se podrá explicar porque es como la vida. Y por esa misma razón no conviene romperse la cabeza. Ni se explica en el drama ni en el éxtasis, ni en la victoria ni en la derrota. Todo es insuficiente. El talento y la meritocracia operan, claro, como la estadística, la condición física o la meteorología… y todo lo que se nos ocurra; y, como en la vida, la suerte pesa mucho, también la mala. Ahí estaba el riesgo, porque todo lo que no se puede medir iba a favor del Real Madrid.

Todo lo que pudimos soñar nos llevó a París para jugar una final de Copa de Europa, así a ojo, por tercera o cuarta vez este año. Como planificado a conciencia, el Real Madrid abrazó la adictiva dificultad de la gloria en cada eliminatoria de la Copa de Europa, tanto y de una manera que ya no queríamos otra cosa. Y al llegar la final comenzó algo rara porque empezó tarde, como si quisiera retrasar lo ya escrito. Y da igual si fue culpa de la UEFA, los franceses o algún descontrolado ingles, esto en España no pasa, seamos serios.

D’Arevilly escribió que «cuando Dios pone en París una mujer bonita, el diablo, como réplica, coloca inmediatamente un imbécil para protegerla», o para quitártela, en este caso. Sin ánimo de faltar a nadie y menos a los de Liverpool, querían quitarnos en Paris la Copa de Europa, precisamente la de este año, la que ha ido escribiendo el Madrid en cada remontada con el número 14. Y no podía ser.

El partido se jugó con la previsión reglamentaria de 90 minutos cuando todo el mundo sospechaba que lo importante de verdad empezaría a partir del 80, si fuera necesario. Y no hizo falta porque Courtois fue el mejor portero del mundo, porque Vinicius volvió a marcar y el resto, todos los demás, no tengo ya sitio para mencionar.

Para terminar, quiero decir que este Madrid no puede caer mal a nadie, y eso en estos tiempos, lejos de cualquier otra cosa, demuestra su grandeza. Como su manera de jugar, en esa coherencia natural entre lo que se dice ser y uno realmente hace.

No se me ocurre nada más importante que decirles. Para qué darle más vueltas, qué suerte haber vivido esta Copa de Europa.

¡Hala Madrid!