Real Madrid 2-1 Shakhtar
El Madrid supera al límite la debilidad del Shakhtar
Después de media hora de superioridad aplastante de los blancos, que marcaron dos goles, el tanto imprevisible de Zubkov oscureció a los de Ancelotti, que sufrieron y fallaron casi a partes iguales
Empezó el Madrid moviéndose en las proximidades del área contraria de esa forma que parece las fuentes de La Granja: semicírculos brillantes, chorritos de agua fresca. Arriba, muy arriba, tanto que el Shakhtar miraba al cielo de esa pelota brillante y luego casi no podía verla caer, como aturdido.
Jugaba el Madrid en los tres cuartos, queriéndose meter todo el tiempo como por el agujero del árbol de Alicia, por el que se despeñaban los visitantes, que agitaban las piernas, en el intento de hacer el efecto de correr, sin resultado. Levantaba la cabeza Tchouaméni como un toro un poco suelto recién salido a la plaza, curioso por la portería de Trubin.
Lunin y Trubin
Ucranianos en las metas. Trubin y Lunin. Y los blancos unas lapas, casi velcros que sonaban al separarse, como en el gol de Rodrygo, un gol de colegio, como si además del Shakhtar estuvieran en el patio los de cuarto, los de quinto y los de sexto jugando en todas direcciones. Vinicius se metió en una rendija, como si los defensores fueran cortinas, el telón de un teatro tras el que apareció la pierna ondulante, mágica de la estrella brasileña.
Un tacón rectísimo de Benzema empezó a enseñarnos al francés perdido, más bien conservado por él mismo. Valverde era un compañero lejano cuya zancada lo aproximaba como con lupa desde la banda. ¿O era Benzema el que se lo traía cantándole como una sirena? Sí. Era la sirena, porque Valverde es un guerrero amarrado a un mástil, el Ulises desesperado por llegar a su Ítaca en cada partido.
Claro que este Shakhtar diezmado y simbólico ayudaba. Fue noticia de alcance verle pasar el medio campo unos pocos minutos después de que Vinicius marcara el segundo. Benzema hacía prácticas de belleza, paredes, tacones, acompañamientos como los del gol, el toro aquel que pintó Picasso con una brocha sobre el cristal, cuyo reflejo debió de deslumbrar a partir de entonces a la defensa madridista.
Fue la segunda llegada visitante la que aprovechó en el remate Zubkov, que no pudo celebrar del susto, tal era la incredulidad, que se les quitó pronto a los suyos para animarse al final de la primera parte. No sabía de pronto el Madrid dónde estaba con la debilidad fortalecida del rival. Ancelotti al descanso dio órdenes de marcar el tercero al Volver a Empezar, que fue una película bonita de Garci, tan bonita como los movimientos de Karim, que se sentía.
El Madrid a tirones
El susto, esta vez del Madrid, vino de Mudryk, a quien solo paró una pierna de baile de Mendy. El miedo al centro del campo era una cosa que ya no existía para los de Donetsk, débiles, inferiores, pero gallos, erguidos porque dudaba el Madrid en su insultante superioridad. Trataba de desperezarse el Madrid como un perro mojado. Falló Alaba en el área, paró Trubin a Rodrygo y volvió a errar Vinicius un disparo franco que le sirvió la «y» del Madrid, que echaba chispas.
Apuraba el Madrid la jugada tanto que se le deshacía en el peor momento. Flores sin agua. Valverde seco, como de vida. Funcionaba el Madrid a tirones, en cuyos parones aprovechaban los de naranja para ver qué pasaba por la parte de Lunin, como por la parte de Swann, donde al final no pasó nada más por poco, como en la novela de Proust.
Ficha técnica:
Shakhtar 1: Trubin; Konoplia, Bondar, Matvienko, Mikhailichenko; Stepanenko (Traoré, m. 88); Shved (Pretiak, m.66), Bondarenko, Sudakov, Mudryk, Zubkov (Sikan, m. 67).
Goles: 1-0 (Rodrygo, m. 13). 2-0 (Vinicius, m. 28). 2-1 (Zubkov, m. 39).