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Luis Enrique saluda a los aficionados del PSG desplazados a DortmundAFP

Luis Enrique y la opción de redimirse en la Champions de la eliminación contra Marruecos en Qatar

Su Barcelona hizo las delicias de todos los aficionados. El juego de posición culé, el tan manido ´modelo´, ese sistema que alcanzó la cima con Pep Guardiola, se estaba convirtiendo en una jaula, una limitación para los futbolistas. Esclavos de sus ideas, habían dejado de triunfar. Hasta que llegó él.

Liberó las ataduras, lo flexibilizó todo y se entregó a ese tridente, uno de los más imparables en la historia del fútbol, compuesto por Leo Messi, Luis Suárez y Neymar. De hecho, es muy posible que sacara las mejores versiones de carrera del argentino (o, al menos en el caso de Leo, la más global) y del uruguayo. El brasileño, todavía joven y alejado de la versión total que alcanzaría en París, era un torbellino imparable que complementaba a los otros dos. Ganaron el triplete, destruyeron a todos sus adversarios y tocaron la gloria.

Luis Enrique fue el arquitecto de todo eso. Pero, poco a poco, el castillo de naipes se le fue derrumbando en la ciudad condal. Las eliminaciones dolorosas en Champions se fueron sucediendo y el técnico asturiano decidió abandonar el barco, vislumbrando el doloroso ocaso que se venía de la etapa de Messi en Barcelona. Próxima parada: la selección española.

Si su Barcelona se había caracterizado por el vértigo, su mayor obsesión en la selección fue el control. Quizás, sabiendo que ya no tenía las estrellas de las que dispuso con los culés, quiso pasar a ser él quien dictara los ritmos de los encuentros. Su España, pese a ser un equipo que disponía de mucho balón, siempre tenía como denominador común la poca verticalidad, la búsqueda por un control masivo y la querencia por reducir todos los riesgos al mínimo.

Solo así se entiende que, en la Eurocopa de 2021, decidiera prescindir de Thiago Alcántara en su equipo titular. Thiago, meses antes, fue el mejor jugador de una final de la Champions en la que compartió césped con estrellas como Neymar, Mbappé, Lewandowski, Müller o Kimmich. Venía de un curso más que digno en el Liverpool. España no contaba con grandes centrocampistas, más allá de un Busquets entrando en su recta final y un Pedri que explotó del todo en ese mes de competición. Había sitio para Thiago. Pero Luis Enrique apenas le puso.

Luis Enrique en su etapa con la selección españolaAFP

Seguramente por que Alcántara, por cada tres pases brillantes que rajan el sistema defensivo rival, da uno en el que se excede de vértigo, se precipita y ofrece una contra al rival. En la balanza, Luis Enrique prefirió el orden. Lo priorizó por encima del talento. Gajes del oficio, el partido que su España más se liberó, más decidida jugó, lo perdió (la semifinal de ese torneo ante Italia).

Más allá de eso, la búsqueda por un control excesivo es lo que marcó su etapa. Y su final, pues en la eliminación ante Marruecos en octavos de final de Qatar España adoleció de todos los males de su etapa: exceso de horizontalidad, poco riesgo, sin optar por el talento ofensivo...

Tras ese abrupto final en el país asiático, Luis Enrique cogió las riendas del PSG el pasado verano. No se puede negar, desde un punto de vista resultadista, el éxito de su primera temporada: campeón de liga, en la final de copa y en semifinales de Champions. Pero, salvo días puntuales, el equipo ha tenido los mismos problemas que la selección. Poco riesgo y demasiado orden. Esto en el día a día francés se maquilla con todo el talento del que disponen, pero en la Champions la historia es diferente.

La ida en Dortmund fue el perfecto ejemplo. Luis Enrique mandó a sus laterales coger muy poca altura ofensiva, quedándose bajos para defender las contras alemanas. Sin jugadores por delante de balón, sus posesiones carecieron de amenaza. Y, pese a las precauciones tomadas, Sancho hizo lo que quiso con ellos cada vez que cogió el balón. Otra vez lo de Qatar.

El PSG se juega muchísimo ante el Dortmund. Seguramente, la viabilidad de su proyecto y la última opción de triunfar durante la era Mbappé. Luis Enrique se juega el prestigio y la creencia en sus ideas. Sabe que, como contra Marruecos, no puede volver a caer por una falta de valentía. Necesitando remontar, tendrá que liberarse y optar por el talento ofensivo. Desprotegerse, aunque eso signifique asumir el descontrol, en busca de esa posible remontada. La vida no suele dar segundas oportunidades, pero aquí está Luis Enrique, de nuevo ante el espejo, consciente de lo que hay en juego. Talento u orden. Esa es la decisión que le carcome.