El Atlético sobrevive en Bilbao y se revuelve contra los errores arbitrales

Soportando un arbitraje sibilino, claramente contrario y que pudo costarle más de un susto, el Atlético de Madrid ha salido este sábado de San Mamés con una de esas victorias (0-1) que deben reforzar un proyecto que hasta ahora se tambaleaba. El Atlético ha triunfado desde la supervivencia a un partido que se preveía incómodo y lo hizo con un solitario gol de Griezmann, un partido descomunal de Reinildo y las paradas de Grbic (sí, Grbic, el desconocido portero croata que salió en lugar de Oblak, lesionado). Victoria de mérito porque soportó el equipo de Simeone un arbitraje verdaderamente difícil de asumir.

Tensión hubo mucha en San Mamés. Y polémica, más. Cuando Morata marcó al inicio de partido, tras un buen recorte a Unai Simón, el Atlético explotó al ver como el árbitro Figueroa Vázquez se iba al VAR a ver un mini tropiezo de Yeray. Anuló el gol. La acción, muy dudosa, calentó por completo al banquillo rojiblanco, donde se iban pasando después un móvil en el que veían la acción. Los colchoneros echaban humo y no es para menos: había que atinar mucho para entender que el tropiezo del defensor del Athletic se debió a que Morata le había tocado. Y si así fuera estaba claro que era muy fortuito y además era jugada total de interpretación, esas de las que se dijeron que nunca se verían en el VAR. Muchos minutos después fue San Mamés quien rugió al pedir una agresión de Giménez a Iñaki Williams que con una amarilla estuvo bien arbitrado.

Cuando no hubo tiempo a la bronca y a las quejas, porque justo acababa de empezar la segunda parte, Griezmann dio el toque suficiente en forma de gol decisivo. Mucha obra de ese tanto fue de Morata, asistente del francés y quien se peleó con la defensa vasca, algunos de los cuales, como Unai Simón, salieron dormidos de vestuarios. Desconcertados los locales, Griezmann aprovechó la circunstancia para celebrar la titularidad que ya tiene más que segura tras el acuerdo con el Barcelona.

Sin mucho fútbol bonito que ver en San Mamés, Oblak se lesionó y Grbic, que es su sustituto, metió una buena mano a un cabezazo de Raúl García y después sacó un paradón con el que atrapó los tres puntos. Este desconocido guardameta croata acabó como héroe. Joao Félix, mientras tanto, calentaba en la banda y cuando quedaban 10 minutos le dio paso Simeone -nervioso como siempre- sin que le mirara a la cara a la hora de darle las órdenes. El portugués no tuvo tiempo para hacer nada y ahora el técnico argentino, en este peculiar duelo entre jugador-entrenador-, podrá decir que Joao no cumplió cuando tuvo oportunidad.

Por si fuera poco, justo antes del tiempo añadido, el colegiado Figueroa Vázquez pitó un penalti en un remate que había rechazado Reinildo... con la cara. El fallo fue clamoroso, increíble como un árbitro de Primera División estando con buena visión pita penalti cuando el balón golpea en la cara de un futbolista. Evidentemente desde el VAR le llamaron inmediatamente para corregir semejante esperpento. Por eso el Atlético sobrevivió también en San Mamés a un arbitraje sibilino que llegó a parecer por momentos persecutorio. Fue lo único que le pudo derrotar, porque el Athletic poco hizo para llevarse un empate que nunca llegó. Solo tuvo realmente una ocasión en un tiempo añadido que duró hasta el minuto 102 y en el que Reinildo, que fue el mejor del partido, sacó bajo palos de forma milagrosa. Victoria para un serio Atlético que entendió a la perfección cómo se debe jugar ciertos partidos.