Rayo Vallecano 3-2 Real Madrid
Un Madrid maniatado no puede con un buen Rayo impulsado por el árbitro
Iraola planteó una estrategia de emboscada continua, que el colegiado dejó hacer a pesar de todo, que no supieron resolver los de Ancelotti
El campo del Rayo tiene apariencia de desfiladero. Los rayistas como pieles rojas en las alturas estaban lanzando flechas y dejando caer rocas. En una de esas llegó el gol local. Centro desde la esquina en el ataque y Comesaña metido entre la defensa remató a bote pronto con un grito de guerra que no cesó. El Madrid era un destacamento sorprendido en el cañón de Vallecas, tratando de fortificarse un poco como si hubiera ido a jugar a Little Big Horn.
A Vinicius, precisamente a Vinicius, un jugador pisoteado, le sacó la tarjeta el público metido en el campo. Courtois salvó el segundo en medio de la confusión y de la polvareda, que no se disipaba. Los del Rayo eran como topos que salían por todas partes en su campo. Militao y Alaba veían cabezas que enseguida se volvían a meter para volver a salir por otro lado. Iraola escribía una novela febril o un poema épico en el banquillo mientras sus guerreros cabalgaban en busca de un segundo gol y de no dejar reagruparse a un Madrid aturdido, perdido, como si no jugara sobre la yerba, sino sobre el desierto.
Paliza antirreglamentaria
Pocas veces se había visto un rayismo tan hondo en la grada, que también trataba de aprovechar el momento, que no se les escapase. A Balliu se le perdonó la segunda amarilla tras la agresión a Vinicius. Un golpe con las dos manos a lo Bud Spencer. Dejaba jugar a placer Martínez Munuera al Rayo, tanto en lo bueno como en lo malo, que también lo había. Comenzó a aparecer entre el polvo el Madrid a la media hora, ayudado por Courtois, ese guardián inmenso.
Tanto apareció, escalando el risco desde el que atacaban los rayistas, que Asensio alcanzó la cima, aguantando flechas como lluvia y provocó un penalti que Martínez Munuera no vio, aunque lo vio porque no pudo no verlo, como la paliza antirreglamentaria que estaban propinando los locales a los visitantes con su asombrosa connivencia. Modric marcó la pena máxima para el Madrid y unos pocos minutos después Militao en el córner, agitándose en el aire, libelulalizado, se quitó de encima al defensor para sacar al Madrid del desfiladero. No duró mucho la ventaja, porque los vallequistas se volvieron a pintar en el pecho el rayo de Nuwanda con el gol de Álvaro García tras una jugada de «pinball» con toda la defensa del Madrid iluminada.
Iraola es un poeta muerto y les había ordenado sacarle todo el meollo a la vida a los suyos. Balliu no era ningún poeta. Tuvo que estar fuera, y sin embargo estaba dentro intentando echar a Vinicius, que arrastraba una amarilla cuya roja rastreaban los de Vallecas. Ancelotti se quejaba al cuarto árbitro por la escabechina intolerable. Vinicius, que tuvo una última oportunidad antes del descanso en el pase de quarterback de Militao, era poco más que un saco de boxeo.
Tchouaméni no tenía sitio para mostrarse. En realidad, ningún jugador del Madrid lo tenía. Sus rivales, en cambio, parecían liliputienses con el gigante atado y desatado por Asensio en la conducción que cedió a Rodrygo en la contra cuyo remate se quedó también sin sitio. Había que buscarlo. Encontrar los carriles que había construido el Rayo. Más que una labor de creación lo que necesitaba el Madrid era una misión de sabotaje para aquella estructura de túneles. Acostumbrados al favor arbitral los locales se escandalizaban en la puntual inhibición colegiada, mientras no cejaban en la pujanza y en la idea. Pareció lesionarse Carvajal, pero solo fue una sensación.
La táctica de la niebla
¿Cómo podía ganar el Madrid un partido donde el rival no dejaba mostrarse a sus estrellas? Era el Rayo una nube. La táctica de la nube, de la niebla. No veía el Madrid más allá de dos metros. Y era extraño. Parecía el medio campo local una amplísima llanura, y sin embargo el medio campo visitante un vagón de metro en hora punta. A la mano de la vergüenza de un reglamento sórdido y estúpido le respondió la de Courtois. Pero el reglamento sórdido y estúpido no quiso dejarse vencer por el talento y mandó repetir el lanzamiento porque el belga estaba por milímetros fuera de la línea. También había entrado Carvajal en el área.
Estaba dispuesto el árbitro a protagonizar el encuentro como fuera. Estaban apostadísimos los locales. No pasaba un balón madridista peligroso, que seguía corriendo y haciendo aspavientos con la barra libre de Vinicius. Un escándalo. Con Balliu haciendo méritos sobrados para la expulsión que no logró. Al final no dejó el Rayo salir a los blancos del barranco en el que les metieron. Y allí se quedaron, aplastados por las piedras rayistas que no dejaron de caer, como las decisiones o indecisiones arbitrales.
Ficha técnica:
Real Madrid 2: Courtois; Carvajal (Lucas, m. 84), Militao, Alaba, Mendy (Nacho, m. 84); Valverde, Tchouaméni (Camavinga, m. 69), Modric (Mariano, m. 79); Asensio, Rodrygo, Vinicius.
Goles: 1-0 (Comesaña, m. 5). 1-1 (Modric, m. 37 P.). 1-2 (Militao, m. 41). 2-2 (Álvaro García). 3-2 (Trejo, m. 67 P.).