Un Madrid sin lustre cae ante un duro Villarreal que buscó la victoria desde el inicio

Quería mandar el Villarreal, poniéndose muy serio, corriendo mucho, haciendo muchas faltas. ¡Barra libre! Y encima con malas caras cuando se señalaban. Coquelin a punto estuvo de marcar en un medio fallo/diablura. Se estiró Courtois sin éxito, pero la pelota dio en el palo. Estaba emocionada la locución con el progreso local, no tanto con el visitante. Pero qué se le va a hacer. Acortó el Madrid la diferencia a partir del minuto diez. No se sabe por qué el árbitro no amonestó a Yeremi tras su paliza a Militao, como tampoco se sabe cómo puede Modric dar un pase con el exterior por debajo de las piernas.

Pero eso es otra cosa. Foyth le dejó los tacos a Vinicius para que se quedara clavado en ellos. Y tampoco pasó nada. Lo que sí pasaba es que el Madrid ya estaba trastocando los planes de los de amarillo con sus malabarismos. Habilitó Benzema a Militao, un coloso, por la derecha, pero este se encontró de pronto flotando en el espacio, sin posibilidad de devolvérsela, como si hubiera entrado en la gravedad cero de la posición rara y del área contraria. Se enfadó, con razón, el respetable por la falta a Baena no pitada de Alaba, aunque la proporción seguía siendo más que favorable a sus intereses.

Un Villarreal mordedor

Antes a Yeremy le había convertido Gerard Moreno en Indiana Jones, y entonces Courtois se convirtió en la roca esa que rodaba para parar al Villarreal. El Setienismo era casi incomprensible en un equipo rabioso, mordedor, nada tocador en beneficio del espectáculo en el que se dirimía el dominio del encuentro que pasaba de un lado a otro. Buscaba sacudirse el Madrid la aplicación rival y lo lograba, aplicándose a su vez en defensa, su baluarte principal en ausencia del acierto que buscaban Benzema y Vinicius, quienes salían como a pescar. Eran Tom y Huck. Se veía el oscilar de las puntas de sus cañas en cada ataque. Otro jovencísimo era Modric, un amigo, un padre, un niño proveedor.

Se metían los de amarillo hasta el borde del precipicio y de entre las piedras cayendo al vacío surgía el Madrid como con chispas. Líneas y chispas. Fuerza y cortocircuito, eso había sido un partido hasta ese momento menos brillante por piezas para un Madrid al que Mendy dio una puntillita con una penosa entrega. Aprovechó Yeremy el despiste que no desperdiciaron los locales para batir a Courtois un poco a regañadientes. Se metió Benzema mirando a Vini. Quería el Madrid. El mejor defensa era Modric. Y también el mejor centrocampista. El ariete era Vinicius y el que falló a puerta llena de villarrealistas jugando al Twister en su área fue Benzema.

Hubo penalti de Foyth con el brazo tan extendido como para tocar la pelota. Empató Karim tras convertir el lanzamiento, pero el disparate de la norma produjo otro penalti de vuelta por una mano que Alaba quiso evitar con todas sus fuerzas. El deporte del absurdo hecho por absurdos. Puso por delante Gerard Moreno otra vez al Villarreal. Movió Ancelotti el equipo. Lucas y Rodrygo por Mendy y Tchouaméni y a arriesgar en la presión. No se iban a quedar así los blancos. Camavinga sustituyó a Modric, lo más reluciente, lo más pictórico de su equipo.

Se espaciaba el partido o lo espaciaba el Madrid en una búsqueda directa de resultados. Albiol se convirtió en una pared para parar a Vini. Amarilla para el de amarillo. Aumentaban las zancadillas y el teatro local. No pudo apuntar Rodrygo, que sí salvó a Reina. La mano en el pecho de Eduardo a Baena le dolió en la cara al villarrealista. Estaba loquísimo el partido, puñetazos y empujones de Parejo incluidos y permitidos, que para la locución eran genialidad. Fueron casi un delirio los últimos minutos con el Madrid rompiendo el molde para dar la vuelta a un partido que pusieron en el filo definitivo sin acierto final.