Real Madrid 1-1 Atlético
Un Madrid menor de lo esperado no culmina la remontada tras el gol del joven Álvaro
Los de Ancelotti no supieron aprovechar la media hora de ventaja numérica tras la expulsión de Correa
El Adagio de Barber para Amancio bajo la lluvia interpretado por un cuarteto de cuerda sobre el césped del Bernabéu fue una de esas cosas bellas que componen la gloria del Madrid. La figura de Ancelotti, y su gesto, podía haber sido un fotograma de una película de Coppola. Qué tipo, don Carlo (como el Don Carlo de Verdi), con el aspecto y las formas de un sensible galán de Hollywood de los años cuarenta.
Le dio el balón en la mano a Valverde en un rebote de espaldas, y que todos los atléticos de alrededor levantaran la mano y gritaran al unísono fue el fin de la hermosura, como si alguien hubiera irrumpido en el escenario gritando obscenidades. Dijo el árbitro que nada, pero luego se cobró la pieza mostrando una inaudita amarilla a Militao que condicionaba la defensa del Madrid sin motivo para hacerlo porque aplaudía el Cholo, maquiavélico.
Asensio y Benzema lo probaron. Apretaba el Atleti y el Madrid se revolvía. Asensio levantó el aplauso del público con una demostración de bravura furiosa en la conservación de la pelota. Desde el área se salió, caracoleó, se fajó, salió y montó la jugada. Después empezó a aparecer Vinicius, un estilete cada vez más cortante en todas sus facetas: la del desmarque, la del regate, la del pase y la del remate. Montó el tenderete el Madrid en la azotea, y así el Atlético no llegaba a quitarle los pantalones.
Vinicius y el juego de pies
Benzema remató, y era la tercera o la cuarta vez en plena punta, según le llegó, muy desviado todas las veces, pero apuntaba a afinamiento letal. Valverde puede correr, disparar, centrar o robar. Esto último es lo que hizo en la línea de fondo con sus piernas tendónicas. Reinildo se lesionó de aparente gravedad en apariencia en esa acción. Rüdiger era una catapulta cabecera y Ceballos un tiralíneas con castañuelas y la expresión ya completamente chamartinizada.
Hubo una falta invisible y terrible de Pablo Barrios a Benzema. El atlético le trituró el tobillo al madridista como con un mortero. Se dolía el francés examinándose con el rostro contraído. Sin noticias de los árbitros. Courtois volvió a liarse con los pies, pero luego se redimió con las manos en el córner al primer palo. La inteligencia y el talento de Vinicius también está en el juego de pies, como el de Ali o el Sugar Ray.
La sangre nueva de Asensio corría por las venas de todos los madridistas. La sangre que le empujaba a buenas revoluciones y con el gatillo suelto. "La sangre de tu tristeza contigo paseará», cantaba Jaime Urrutia como si se lo hubiera dedicado al mallorquín cuarenta años antes. Cerrados los visitantes atrás, apenas subiendo por los huecos, amasaba el Madrid mientras Simeone actuaba en la banda como en un episodio de Benny Hill.
Con el estilazo de Ceballos, en la conducción y en la defensa, comenzó la segunda parte. A Asensio seguía corriéndole la sangre. Benzema seguía fallando en el remate, la señal de que se acercaba el gol. Vinicius era un monstruo, una pantera. Ceballos un dandi. Se notaba que Ancelotti les había dicho algo en el vestuario, como confesó Valverde tras el delirio contra el Liverpool. Uno imagina a Carletto leyéndoles párrafos de Tolstoi y a esos jugadores volviendo al campo y soñando con Natasha Rostova.
Como el partido estaba inmóvil, Ancelotti lo movió con triple cambio. Aureliano, Eduardo y Luka para adentro por Ceballos, Kroos y Asensio. Pero quien lo movió fue el codazo violento de Correa a Rüdiger. Roja directa y melifluos comentarios de la locución por una clara agresión sin jugar la pelota. Si se habían cerrado los rojiblancos desde hacía tres cuartos de hora, ahora iban a parecer una dragonaria, o más bien los duendes que duermen dentro.
Planeaba el Madrid asediar Jerusalén como Saladino. Pero intentaba soltarse arriba el Atleti. El control con el pecho en carrera de Vinicius fue esplendoroso. No renunció el Cholo a la victoria, lo de la dragonaria fue un espejismo sobre el esquema. Agitó aún más Carletto sacando al joven Álvaro, pero Giménez marcó de cabeza a balón parado destruyendo precisamente todo el esquema. No permitía el Atlético el asedio y el tiempo parado, el ambiente denso, confuso, jugaba a su favor.
Magia insuficiente
No lo celebró el Cholo, zorro viejo. Fue el zorro joven, elegido por Ancelotti, quien empató de cabezazo en el salto poderosísimo. Mandaba besos Álvaro al Bernabéu en el correr gacélico. Eran los minutos del terror madridista, pero también jugaban los colchoneros en minoría. ¿Qué pasó con Lucas y Carrasco? Ojos que no veían de Gil Manzano en un Bernabéu donde hubo juego regular y magia final, pero no suficiente.
Ficha técnica:
Atlético 1: Oblak; Reinildo (Giménez, m. 23), Hermoso, Savic, Molina; Saúl (Morata, m. 76), Koke (Witsel, m. 77), Barrios (Correa, m. 46), Llorente (Lemar, m. 57); Carrasco, Griezmann.
Goles: 0-1 (Giménez, m. 78). 1-1 (Álvaro, m. 84).