Atlético y Madrid firman las tablas en un duelo que pasará a la historia por el comportamiento de la grada

Es triste tener que empezar a hablar de un Atlético de Madrid - Real Madrid con un suceso ocurrido fuera del campo. El derbi madrileño de septiembre 2024 no se recordará por el resultado, sino por lo sucedido en el fondo sur del Metropolitano. Venía caliente el partido y la zona donde se ubica el Frente Atlético se pasó de la raya y provocó que un empate a uno donde ambos dieron todo de sí, pase a la historia por lo sucedido con Courtois.

Lo que debía ser una fiesta del fútbol madrileño terminó con un partido sin más y que pasará a la historia antes por la polémica que por el fútbol. No se vio un juego brillante, pero el duelo no merecía esto. El equipo de Carlo Ancelotti fue más inteligente y aprovechó su gran ocasión para meterla a la jaula al comienzo de la segunda mitad.

Salió en modo caldera el Metropolitano. Los aficionados nostálgicos del Calderón seguramente no podían diferenciar si estaban en la vieja o en la nueva casa rojiblanca. El ambiente contagió a los colchoneros, con Molina como novedad en vez de Koke –el capitán– y se lanzaron con todo al primer gol. Sabía el Atlético que un gol tempranero podía inclinar la balanza en su favor y por eso Simeone se estrenó de inicio con el tridente que tanto le pedían: Sorloth, Julián y Griezmann.

Tuvo el argentino el primero en sus botas con una jugada individual por banda izquierda en la que se plantó en el área muy escorado y casi sin ángulo buscó el gol. No se sorprendió Courtois, pitado cada vez que tocaba el balón, y la rechazó sin problemas. El belga evitó el primer tanto del Atlético y despertó al Real Madrid, contagiado en los primeros compases por el empuje de la grada colchonera. Respondió Valverde por dos veces. La primera de ellas con un disparo lejano que rechazó Oblak y algo más tarde con un tiro libro lejano que se fue rozando el larguero. El Madrid metía miedo al equipo local pero se mantenía la igualada.

Poco más se vio en el primer acto. Muchos pitos a Vinicius, un tiro blando de Bellingham desde la frontal que atrapó Jan Oblak sin problemas y cuando todo pareció encaminado para irse con 0-0 al descanso, un microinfarto para los atléticos. Oblak tenía en sus pies la pelota en el área y el '7' madridista fue a la presión. No le quedó otra al esloveno que sacar sus dotes regateadoras y hacerle un caño para evitar el robo. Aplausos, pero con susto en el Metropolitano. Por último, una amarilla a Modric que sacó la grada y todos al túnel de vestuarios con el mismo resultado que arrancó el duelo.

«Resultado gafas», sonaba entre las gradas del feudo colchonero. El partido estaba flojo, pocas ocasiones, poco fútbol y los equipos con más miedo a perder que a ganar. Ambos eran conscientes del pinchazo del Barça y sabían que todo se iba a decidir por mínimos detalles. Los derbis siempre prometen igualdad y este la tenía hasta que Militao cazó un balón muerto en el área rojiblanca y mandó al fondo de las mallas el primero del Real Madrid con una volea de videojuego. Golazo del zaguero brasileño que marcó un antes y un después en el choque.

De poco importaba ya el partido tras ese gol. El Real Madrid se acercaba a la victoria y el fondo sur del Metropolitano no se lo tomó nada bien. Botellazos en dirección a Courtois empañaron un encuentro que hasta el minuto 65 estaba siendo de lo más deportivo. El guardameta belga –enemigo declarado del Atlético– denunció ante Busquets Ferrer, colegiado del partido, las botellas que le estaban lloviendo y hubo que detener el partido. 15 minutos de parón por unos pocos que no supieron comportarse y que es posible que sufran una sanción. Veremos que pasa los próximos días.

Quedaban 25 minutos por jugarse y no quedaba otro remedio, pero ya no se vio fútbol. Las cabezas de los futbolistas estaban en el extraño parón y ni los cambios de Simeone o Ancelotti cambiaron el rumbo de un duelo que ya estaba marcado por algo extradeportivo. El Real Madrid tenía todo para ganar y los minutos pasaban y nada pasaba en el campo. Fue Correa, desatascador por naturaleza, el que devolvió las tablas a un partido que seguramente mereció el reparto de puntos, pero que se recordará por todo menos por lo visto en el césped.