Vips, lujosos hoteles, logotipos y coches oficiales: el inusual aspecto de París
Macron recibe en el Eliseo a los mandatarios desplazados a París mientas los asistentes a la ceremonia hacen gala de paciencia bajo la inoportuna lluvia
Ni los sabotajes ni la poco oportuna lluvia que está tarde ha hecho acto de presencia en París con más intensidad que esta mañana, parecen disuadir a los pacientes y afortunados espectadores que vivirán la ceremonia in situ y a los que se le ha pedido que se dirijan a sus asientos con tres horas de antelación.
En las calles, a penas algún automóvil particular debidamente autorizado, tan solo la presencia de coches de la policía y comitivas oficiales con las identificaciones de sus países. Las sirenas, banda sonora de la ciudad. A primera hora de la tarde, Emmanuel Macron ha recibido en el Eliseo a un importante número de dignatarios, incluidos SM el Rey, Milei y el presidente de Israel, Isaac Herzog, lo que ha aumentado aún más la presencia policial, dado que la residencia oficial del presidente de la República se encuentra en el centro de París.
Los perímetros de restricciones han aumentado y en zonas como la Opera hay muy pocos comercios abiertos. Incluso en la lujosa Rue de la Paix, prácticamente no ha abierto hoy ningún comercio.
Algunos curiosos se apiñan a la puerta del vecino Ritz, en la Plaza Vendôme, con la esperanza de ver a sus ídolos o por la simple curiosidad que despiertan las llamativas comitivas o la presencia de algunos coches especialmente lujosos. Por razones obvias, no se facilita información sobre dónde se encuentran los dignatarios ni las celebridades, pero en algunos casos es fácil adivinarlo. La presencia de la primera dama norteamericana se da por segura en el Intercontinental Le Grand, el histórico hotel inaugurado por la Emperatriz Eugenia de Montijo en 1862, uno de los más antiguos de París. Situado junto a la Opera, hoy es imposible el acceso a los no alojados en él y presenta un perímetro de seguridad especialmente llamativo. En el mencionado hotel se alojó su marido, Joe Biden, en fechas recientes con motivo de la visita oficial a Francia para asistir a los actos conmemorativos del 80º aniversario del Desembarco en Normandía.
Celine Dion se aloja en el histórico Royal Monceu Raffles, no muy lejos del Arco del Triunfo, en cuya puerta la esperan numerosos fans desde que trascendió hace dos días que la cantante se hospeda en él, su dirección habitual cuando se desplaza a la ciudad del Sena. Propiedad del emir de Qatar, al igual que el equipo Paris Saint Germain, el hotel es bien conocido entre los seguidores del futbol, pues las estrellas del PSG suelen residir en él largas temporadas o hasta que encuentran alojamiento definitivo en París y todo queda en casa. Fue el caso de Messi.
La propiedad de algunos hoteles explica en cierta medida su elección por parte de algunas delegaciones oficiales que se encuentran estos días en París. En la elegante Avenida George V, donde se encuentra la embajada de España, son numerosos los coches oficiales de países árabes, y la razón no es otra que dos de sus hoteles más emblemáticos y lujosos, el Four Seasons y el Príncipe de Gales, son de propiedad saudí. En la misma calle se encuentra el igualmente lujoso Bulgari, la joya de la formidable cartera inmobiliaria de Sandra Ortega, hija mayor del fundador de Inditex. El hotel ha sido privatizado enteramente por una empresa de servicios financieros durante todos los Juegos Olímpicos, por lo que no acepta clientes ni siquiera para sus bares o restaurantes durante las próximas semanas.
La práctica de privatizar hoteles es en cierto modo habitual en este tipo de eventos. Lo hacen tanto organizadores como sponsors, con el objetivo de facilitar la logística, agasajar a sus mejores clientes y directivos y propiciar mejores oportunidades para el networking. Es el caso del Hotel Mandarin, privatizado en exclusiva por Omega, uno de los patrocinadores de las Olimpiadas y cronometro oficial de los juegos. Antes de la ceremonia inaugural, ha sido curioso observar a los miembros de estas «comitivas» de empresas patrocinadoras dirigirse a los puntos de acceso desde donde asisten a la ceremonia. Jóvenes portando señales con los nombres de Coca-Cola, Samsung, Deloitte eran seguidos por sus respectivos «feligreses». Una imagen curiosa de las procesiones del siglo XXI y los nuevos dioses. «Hemos venido clientes, directivos y hasta empleados que tomaron parte en otras olimpiadas y ahora trabajan en la empresa», señala al Debate un empleado de Deloitte llegado desde Madrid, deseoso de tomar asiento para «contemplar el mayor espectáculo del mundo».
Uno de estos pequeños y lujosos hoteles privatizados se ha visto envuelto en cierta polémica estos días. Se trata del Hotel del Collectioneur, cerca del Arco del Triunfo, privatizado precisamente por el COI y cuyos trabajadores han protagonizado diversas protestas. «¡No al mes 13, no a los Juegos Olímpicos!», «Hotel de lujo, salarios de miseria», han sido algunas de las pancartas portadas por los empleados.
Pero el hotel que sin duda acapara todas las miradas hoy es el fabuloso Cheval Blanc, otra de las muchas piezas del fabuloso imperio de LVMH. Se trata el único hotel de lujo situado junto al Sena, nacido de la larga y costosa transformación de los antiguos almacenes, La Samaritaine, que acoge a directivos, «amigos» y embajadores de las numerosas marcas del imperio Arnault, desde Zendaya a Rosalia, pasando por Spike Lee o Pharrell Williams, quien además portó hace unas horas la llama olímpica. También cerrado hoy al público, y con unas soberbias vistas al Point Neuf y al Sena, es uno de los puntos neurálgicos de este tablero fabuloso lleno hoy especialmente de estrellas y peces gordos llamado París.