España logra el empate contra Alemania y pone un pie en octavos

La España roja de Luis Enrique contra la Alemania blanca de Flick. Antes eran rojiazul y blanquinegra, respectivamente. De toda la vida. Ni una ni otra son lo mismo, como el mundo. Como un Mundial en noviembre y en Qatar. Al principio Alemania parecía Costa Rica y tanto el entrenador español como el alemán parecían Simeones por la negritud y el aspaviento.

Cada vez que el locutor decía Flick parecía que decía Flip, el saltamontes de la abeja Maya. Fue desde que Neuer paró un chutazo de Olmo (que acabó golpeando el larguero), cuando Alemania empezó a combinar enamorado de la moda juvenil, un amor al españolismo futbolero del tiquitaca que confesó el anterior seleccionador Löw, rompiendo con el Beckenbauerismo histórico.

Oportunidades de Ferran

«El yernísimo» se eternizó en un regalo imprevisto de Neuer. La lucha igualada y latosa en los medios y un área rival a la que se acercaba con mayor frecuencia relativa el equipo español. Había embotellamiento en el centro, y eso que era fútbol y no el informe del tráfico en Jor. De un garbeo por las afueras salió la oportunidad perfecta para Ferran, que la mandó a una duna por encima de Neuer.

Habían descubierto los rojos de Luis Enrique la periferia y por allí era más fácil llegar. Ferran volvió a fallar, esta vez estrellándose contra la defensa en el disparo. Gavi (que es pequeño) se llevó por delante a Goretzka (que es grande) y escupió. No se colocó las partes pudendas de milagro. Gavi tiene un aire a uno de los chicos, cuando son niños, de Érase una vez en América. Incluso a veces parece que lleva sombrero y abrigo largo.

Rüdiger marcó de cabeza en una soledad anulada por fuera de juego. Pero el aviso ya estaba dado. No había brillantez por ninguna parte. Y mientras tanto Rüdiger volvía a apuntar bien a los tres palos de Unai Simón, que dudó. Luego la duda pasó al otro lado. Casi todo era feo en el interior del estadio Al Bayt, sin protagonismos destacados.

Al volver Alemania salió sin el deslumbramiento del inicio. Musiala y Müller se acercaron bien. Asensio corrió por la banda como en la vida y Gavi, finalmente, le rompió el labio a Goretzka. No podían salir bien los españoles en la presión del contrario, que lanzaba balones a Gnabry y a Müller por el centro como si fueran los conejos de juguete de las carreras de galgos.

España sin urgencias

Quitó a «el yernísimo» Luis Enrique por Morata, a quien Suele desarmó por la banda en su primera intervención. Había que ver la cara de Flick en el banquillo y la de Matthaus (curioso parecido a Meat Loaf) en el palco. Esas caras de preocupación crecientes eran también crecientes aproximaciones. Seguía el plan España, sin urgencias, mientras Alemania salía de la trinchera como a la señal del silbato ante el apuro del empate.

Con esa parsimonia encontraron los rojos una ventana por la banda de Alba, que centró sin oposición a Morata y este de bonito y sutil golpeo con el exterior se adelantó a su defensor y batió a Neuer, en irremediable postura de cuerpo abrasado en Pompeya. Hizo cambios desesperados Flick. Musiala protagonista por dos veces: en el centro y en el remate que envió al muñeco inmóvil de Simón.

Sané, a punto de dar la victoria a Alemania

Sin tino y sin suerte en un campeonato «cruel», hubiera dicho Xavi Hernández, Alemania parecía abocada al fracaso rotundo. Solo Sané parecía con trazas de poder revertir el destino, porque ni siquiera un penalti claro por mano de Busquets le fue señalado. Y efectivamente fue la movilidad de Sané en el centro la que provocó el desmarque de Füllkrug por la derecha, que empató el partido con barbarie germana que se quedó ahí tras la última oportunidad del mismo Sané que hizo lo difícil en lo que parecía gol, por suerte para España.