España roza el esperpento y se clasifica gracias a Alemania

Como si de la batalla de Nagashino se tratara, Japón se encastilló igual que si fuese el asedio de los Takeda. Diez minutos le duró la resistencia, las barricadas que con insistencia España fue derribando por el centro, sin flancos que valgan, hasta que Morata, en medio de todos esos locos bajitos cabeceó a bocajarro tras la flecha con fuego que envió Azpilicueta.

Morata a gol por partido en la competición de su vida es casi una cosa tan extraordinaria como ver una ola de celebración del público en la grada de Qatar. Ni que fuera Cádiz, la tacita de plata, y no un desierto inclemente. La idea de Japón era, más que una lucha por clasificarse, un harakiri mundialista. Estaba Morata en un lado y Morita en el otro.

¿Dónde está Pedri?

Todavía le quedaban 60 minutos para no morirse a los nipones, que seguían metidos en su casa ventilada por los de Luis Enrique, como si fuesen hacendosas doncellas abriendo de par en par las ventanas, simplemente lanzando escaramuzas infructuosas. Unai se lio y salvó la oportunidad, mientras la locución se maravillaba sumida en el inexplicable embrujo de los de rojo.

Balde, Busquets y Rodri eran los jugadores españoles más destacados. Pedri seguía como Wally, con sus gafas redondas y su jersey y su gorro de rayas. Morata se la jugó de mala manera a Yoshida, que ni le tocó. El japonés recibió una injusta amarilla vergonzante para el goleador, sobre todo porque respondió a la queja, casi ofendido, en las postrimerías de un primer tiempo sin emoción.

En el comienzo los japoneses salieron del castillo como de su aldea los galos de Astérix a por los romanos. El cambio de Kubo (Astérix) por Doan (Obélix) dio resultados inmediatos con un tirazo del recién salido que tumbó a Unai, principal responsable de la jugada fatídica para los de Luis Enrique (que ensayaba latinajos mentales), ciertamente dormidos desde el principio, con la diferencia de que ahora su rival estaba despierto.

Tres minutos después, y con misterio tras el gol inaudito de Tanaka, el árbitro concedió el segundo tanto de Japón. Luis Enrique reaccionó sacando a Asensio y a «el yernísimo» por Morata y Nico Williams. ¡Pedriii! fallaba en el pase sencillo, mientras llegaban las noticias de que Costa Rica había empatado su partido contra Alemania y estaba a un solo gol de echar a España del Mundial.

Japón estaba lanzada. Kamikazes sin morir en el ataque. Se complicaba hasta el juego sencillísimo de Busquets, despersonalizado un equipo sin reconocible personalidad. La cara de Luis Enrique reflejaba el terror de un partido que se jugaba en otro campo. España llegó a estar fuera con la ventaja de Costa Rica frente a Alemania, pero los germanos empataban su encuentro a falta de poco más de diez minutos.

Al borde de la debacle

No conseguía España entrar en Nagashino, empeñada en hacerlo por el centro y no por las almenas. Los siete de Costa Rica se confirmaban como una rareza (y las piedras filosofales de la clasificación) tras el empate con la ¿peor Alemania de la historia? y la derrota momentánea ante Japón. Pero Alemania marcó el tercero. Era un partido a cuatro decepcionante. El cuarto de los de Flick era la tranquilidad de los de Luis Enrique, que deambulaban por el campo sin ideas y sin carácter. El asunto terminó así, al borde de la debacle que no se produjo finalmente por causas ajenas, perdiendo el primer puesto de grupo que se creía casi pomposamente asegurado.