EL MUNDIAL DE NARANJITOAntonio R. Naranjo

Cristiano Ronaldo

¿Qué es eso de despreciar a Cristiano y de robarnos una imagen con Messi parecida a la de Nadal y Federer?

Nadie se acuerda de Cristiano Ronaldo, despedido del Mundial con una gloria similar a la que se llevará Pedro Sánchez cuando su plaga felizmente decline. Y quienes se acuerdan, lo hacen con desprecio, resaltando su ego, su chulería, su mal carácter y su supuesto declive deportivo. Un respeto.

El que ha tenido Messi, por ejemplo, y el que él ha devuelto llevando a Argentina hasta la final, tras palmar con Arabia Saudí y poner a prueba la resistencia del ego nacional, más alto que la más alta cumbre del Himalaya.

Eso es lo que Portugal no ha hecho con Cristiano y por eso Portugal cayó con Marruecos, un equipo menor al lado de cualquiera de las dos selecciones ibéricas que, sin embargo, conocía, respetaba y aplicaba sus códigos, sus valores y su liturgia: correr como si no hubiera un mañana, defender como si les persiguiera la guardia mora de Mohamed VI y saber quiénes son, dónde están y a quién representan.

Sentar en el banquillo a Cristiano, por indisciplina o edad, no solo ha sido el gesto deportivo más feo del Mundial, sino también un desprecio a la historia del fútbol que ha sido castigado como merecía el sacrilegio: si no está para jugar, no le lleves y despídele con honores.

Y si lo está, y lo estaba, déjale a su albedrío y que la leyenda haga sola su trabajo: nos hemos perdido una imagen de Leo y Cristiano como la de Nadal y Federer en la despedida del suizo, para rematar el desdoro de un Mundial obsceno como el de Qatar.

Gloria a Ronaldo, como gloria a Maradona con todos sus defectos. Y si queda algo de cordura en este negocio, que lo fiche Florentino: el Real Madrid sí conoce la importancia de los símbolos.