Mauro Scaloni (derecha), hermano del entrenador campeón del mundo (izquierda), junto a Lendoiro en la presentación de ambos jugadores en 1997Deportivo de La Coruña

Mundial de Qatar 2022

Mauro Scaloni, el hermano futbolista de Lionel que nunca llegó a triunfar

El Deportivo le puso una cláusula de rescisión que casi cuadruplicaba la de Rivaldo, pero en siete temporadas en el filial blanquiazul solo llegó a disputar tres partidos oficiales

En diciembre de 1997, con el Dépor coqueteando con el descenso a Segunda División, Augusto César Lendoiro abrió la caja fuerte y, con la millonada que el Barça había pagado por Rivaldo, fue en busca de refuerzos. De Argentina se trajo cuatro: los uruguayos Abreu y Manteca Martínez y a los argentinos Scaloni.

Los hermanos Scaloni tuvieron una insólita presentación conjunta. El pequeño, Lionel (16 de mayo de 1978), lateral derecho, era campeón del mundo sub-20 y titular en Primera División argentina, en el Estudiantes de la Plata. El mayor, Mauro (25 de abril de 1976), militaba en el equipo B de este mismo club.

En aquella lejana Navidad de 1997, la prensa deportiva argentina se quedó pasmada con el fichaje de Mauro. Cuando telefoneabas al otro lado del chaco y les anunciabas que el Dépor iba a firmar a los dos hermanos, los plumillas no daban crédito. «No puede ser. Lo de Mauro es imposible que se haga», repetían. Había periodistas que se referían a él como «el jardinero», que es como denominan en esas latitudes a los jugadores escasamente dotados. Pero se hizo. Vaya sí se hizo aquella operación doble. Firmaron los dos. ¿Por qué? Cuentan quienes siguieron aquella negociación que fue porque así lo impuso don Ángel, el padre de ambos, a Lendoiro. El dirigente gallego, al que realmente solo le interesa el pequeño de los hermanos, concedió el deseo paterno, pero de aquella manera: el sueldo previsto para el mayor se repartiría entre ambos, lógicamente con un porcentaje mucho mayor para Lionel.

Inicios en Argentina

En realidad, no era la primera vez que el progenitor negociaba a pares. Ya había sacado a sus hijos de Newell’s Old Boys –donde Lionel había debutado en la máxima categoría del fútbol argentino con 16 años y Mauro no había podido pasar del Reserva– para llevárselos juntos a Estudiantes de la Plata. En este otro club argentino, el pequeño se asentó en el once titular del primer equipo y el mayor no llegó a catarlo: «No he tenido la suerte de debutar en Primera aún. He estado a punto varias veces, pero luego, por unas causas o por otras, siempre me he quedado a las puertas», declaró Mauro, que por entonces tenía 21 años, en su presentación en sociedad gallega.

Lionel llegó como interior derecho. Mauro, como lateral derecho. Parecían destinados a copar esa banda del Dépor durante muchos años. Pero eso no se dio. Lendoiro, que calificó aquel traspaso como «uno de los más complicados de la historia del club», lanzó un deseo que jamás se cumplió: «Espero que Mauro alcance el nivel de Lionel durante su estancia en La Coruña».

Una cláusula para evitar «rivaldazos»

El dirigente deportivista puso a cada uno de ellos una cláusula de rescisión desorbitada: 15.000 millones de pesetas. Por comparar: el Barça se había llevado a Rivaldo por 4.000 unos meses antes. Por el traspaso de los hermanos se pagaron de entrada unos 400 millones de pesetas, pero a las tres temporadas hubo que poner más dinero, lo que elevó la cifra final hasta aproximadamente los 900 (cantidad de la que los hermanos se llevaron un porcentaje), según publicó en su día La Voz de Galicia. Visto desde la distancia del tiempo, y dado el gran rendimiento que dio el pequeño, fue una operación muy rentable.

Y es que Lionel enseguida empezó a destacar en el Deportivo. Pero su hermano no acababa de encontrar su sitio en el Fabril. «Mauro Scaloni se queda fuera de la lista por decisiones técnicas». Ese fue el latiguillo periodístico que lo acompañó desde el inicio de su carrera en el filial. Y así siguió siendo durante las temporadas siguientes. Mientras la carrera del pequeño crecía, la del mayor seguía estancada. Como quedaba habitualmente fuera de las convocatorias del filial, Mauro seguía en ocasiones al primer equipo, e incluso se le llegó a ver en la grada bancando como un hincha más.

Un apoyo fundamental

Semanas atrás, Mauro hizo unas declaraciones a una emisora argentina: «Leo era un potro salvaje incontrolable, protestón, con el tiempo está cada vez más sereno», declaró. En efecto, así era su hermano. Un chaval con las ideas claras, y la cabeza bien amueblada, pero muy temperamental. Mauro, más sosegado, ayudaba a tener a Lionel bajo control. Lo orientaba. Lo templaba. En definitiva, hacía (y muy bien) de hermano mayor. No hay que olvidar que Lionel, solo en una tierra desconocida con solo 19 años, se podría haber malogrado. Pero allí tenía a Mauro, un tipo sensato, estupendo, una gran referencia vital, para evitar que cayese en cualquier distracción. Además, le permitía recordar cada día el otro lado: la cara amarga del fútbol. Con él compartía sangre, casa (siempre frente al estadio municipal de Riazor) además de aficiones, como los coches y los videojuegos.

Los muy unidos hermanos se separaron por primera vez en enero de 2006, cuando Lionel tuvo que emigrar al West Ham inglés en busca de los minutos que le negaba Joaquín Caparrós en el Deportivo, que por entonces capitaneaba. Mientras el pequeño se iba a la Premier, el mayor siguió en el Fabril. En 2006, después de que Lionel disputase el Mundial con Argentina, el club coruñés lo dejó sin ficha. Para evitar un conflicto laboral, acabó rescindiendo su contrato, tras pagarle la temporada que le restaba. Con Mauro se llegó al mismo acuerdo.

Solo tres partidos

De este modo, el Scaloni mayor dejó el Fabril tras siete temporadas (repartidas entre Segunda B y Tercera División) en las que solamente disputó tres partidos oficiales, todos saliendo del banquillo.

En concreto, Mauro debutó en el Fabril tres años y cinco meses después de su llegada: aconteció el 6 de mayo de 2001, en la última jornada de una Liga en la que el Dépor B (popularmente Fabril) consumó su descenso a Tercera División. El entrenador era José María Blanco, que le dio la oportunidad de salir desde el banquillo. Los otros dos encuentros que disputó como fabrilista se los concedió, también como suplente, Tito Ramallo.

Ahí, en aquel 2006 en que Lionel se marchó al Racing de Santander, se acabó el fútbol para el mayor de los hermanos, quien estuvo cobrando el paro que le correspondía durante un tiempo.

Productor agropecuario

A partir de entonces, Mauro dejó de ser noticia. Hasta hace unos días. Su momento de mayor fama mundial llegó en la rueda de prensa en la rueda de prensa posterior a la victoria de Argentina sobre México (2-0) en el recién concluido Mundial 2022. Lionel –que también había visto como su ayudante Pablo Aimar lloraba aliviado tras uno de los goles de la albiceleste– quiso restar dramatismo al partido, al Mundial y al fútbol en general: «Recibí un mensaje de mi hermano que se había ido al campo, llorando, que no había escuchado el partido. No puede ser. La sensación es que te estás jugando algo más que un partido de fútbol. Eso no lo comparto», reflexionó el seleccionador albiceleste.

Según contaron medios argentinos, Mauro se fue a trillar al campo mientras la Argentina de su hermano pequeño se jugaba su futuro mundialista en un partido que realmente era de 1/32 de final, pues la derrota inicial ante Arabia Saudita lo había convertido en decisivo. Trillar es separar el grano de la paja, que es lo que en realidad hizo su hermano Lionel en Qatar, al distinguir el grano (la vida) de la paja (el fútbol, que no deja de ser un juego).

A día de hoy, Mauro es productor agropecuario en su Pujato natal, una localidad de 4.000 habitantes situada a cuarenta kilómetros de Rosario, donde nació Messi. Cultiva maíz, trigo y soja en sus los campos familiares. Y para matar el gusanillo futbolero ejerce de presidente del Club Matienzo de Pujato, donde empezaron a jugar tanto él como el hermano menor al que tuteló durante gran parte de su vida. Sin duda, fue una figura clave en la forja del líder mundial que hoy es Lionel. Las vidas cruzadas de los Scaloni guardan una paradoja: Mauro se pasó su carrera futbolística en el banquillo, ese lugar donde su hermano ha alcanzado la mayor gloria deportiva posible.