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Carlos Alcaraz tras ganar el ATP 500 de RíoEFE

Carlos Alcaraz gana su primer ATP 500 con una demostración apabullante de fuerza y madurez

Dice Carlos Alcaraz que a quien más se parece es a Federer, pero cada vez se asemeja más a Nadal. Empezando por esos músculos juveniles sin mangas. La pelota del murciano bota y salta rasa a una velocidad endiablada. Eso sí es diferente a Nadal, cuya pelota sube sin límites. Pero puede hacerlo de todas las maneras. Devolvía bien Schwartzman. Un pegador contrastado, solidísimo en la tierra, que se resguardaba de la derecha de Carlos, palabras mayores, el terror de los italianos.

La levantaba un poco el español, infiel a sus formas, y Schwartzman le buscaba bien presionándole para impedirle pensar. Así se fabricó el 15-40 el argentino. Salvó la primera rotura Carlos, pero Diego se sacó el juego. 0 a 2 para El peque. Era la primera vez que se enfrentaban ambos y se notaba un poco la experiencia del mayor. Pero duró poco la sensación y la rotura.

Repertorio extraordinario

Una batalla de cruzados salvajes, de borde de la grada a borde de la grada, terminó con la primera dejada del partido que dejó a Schwartzman muy lejos. Como muy solo. Alcaraz varió el juego, subiendo la bola, y recuperó el servicio a la primera. La potencia y la velocidad y el ritmo del español burbujeaban en la frente del argentino. Inmutable ante la primera dificultad, la derecha de Alcaraz golpeaba y el revés descolocaba. Si a eso se le sumaba la dejada había que ver.

Había mostrado el español un repertorio apabullante. Pero Schwartzman no es de los que se arredran, en absoluto. Un pistolero rápido que volvía a desenfundar rápido con el saque. Se defendía al resto Alcaraz con su cortado molestísimo. El ace se vino a sumar al abanico de Alcaraz. Después otra vez la dejada, como un golpe al hígado. Inteligente el jovencísimo español al no dar ritmo al viejo zorro argentino, que demostraba estar ahí con el paralelo de revés. Por dos veces.

Alcaraz golpea una pelota de revésEFE

Otra dejada, esta vez alta, garbosa, no permitió ni moverse al veloz argentino, que casi la miró volar, y caer, para disfrutarla. Trataba Schwartzman de mantener la compostura, lográndolo, pero sufriendo entre medias con los arrebatos de cazador de Alcaraz, que le subía la pelota al revés para no dejarle disparar su revés supersónico.

El sol se marchaba por detrás de las montañas de Río iluminando en el ocaso al Cristo de Corcovado en una hermosa y cálida imagen de verano. Mientras tanto 4 a 3 para Schwartzman, que mantenía el servicio con bravura y solvencia mientras Alcaraz parecía cavilar, subiéndola, para que fallara subiendo los hombros. Y luego atacando a la velocidad del sonido. Cuando parecía algo sometido el español, se sacó un paralelo de revés del bolsillo para el 4 a 4.

Clase magistral

Tres servicios fallados consecutivos hicieron tambalearse de repente al argentino. Y otro cuarto con el 15 a 30 le pusieron a la defensiva para no conseguir revelar el taimado juego del español, que lograba dos pelotas de rotura para el 5 a 4 y saque. Un passing improbable, con Alcaraz patinando al fondo de la pista, le daban el juego para sacar por el primer set.

Disparado el murciano con el treinta a cero. Un pequeño recital para casi cerrar el parcial. Saque directo, passing y dejada. Lograba un punto Schwartzman al resto para tratar de meter el miedo a ganar en la cabeza de su joven contrario. Un miedo inexistente que se sacó con un globo final. Faltaba ese golpe en la clase magistral, para poner el 6 a 4.

Empezó el segundo set y parecía el argentino desarbolado. O más que desarbolado adivinado por el español. Aguantaba de todos modos Diego con su pegada espectacular remontando un 0 a 30. Pero el deuce le devolvió la presión: doble falta y ventaja para Alcaraz que resolvía el primer juego al resto con una dejada tan imprevisible como bella, pegada a la red, seca, devolviendo un revesazo de su rival.

Carlos Alcaraz realiza un servicio durante la final de RíoEFE

Chispeaba en Río y chispeaba Alcaraz. «¡Bien, Diego!», gritaba el español tras un heroico punto de su contrincante zanjado con un paralelo a la esquina. Se recuperó Schwartzman, cómo no. Nunca se va sin avisar de que puede recuperarse. Salvó el primer peligro de saquetazo Alcaraz, pero luego falló y perdió como no lo había hecho hasta ahora.

Tras la dejada fallida en el tercer juego, Alcaraz se echó encima de Río de Janeiro para ponerse con 0 a 40. No daba respiro el español, que despistaba por arriba para luego hacer un socavón con el bote de su pelota brasileña, mientras Schwartzman miraba asombrado desde el fondo oscuro.

Una estrella

Nunca parece suficiente el dominio sobre el jugador argentino, a pesar de que lo era. No podía con la fuerza de Alcaraz, mental y física. 3 a 1 y 0 a 30 para el español, y el argentino que se quejaba de que la lluvia hacía resbalar en las líneas. Parecía agotado Diego. Y lo estaba. 4 a 1 y saque para el español invencible, que se fue hasta el 5 a 1 con otro manojo de dejadas y paralelos.

Al resto se soltó tanto Alcaraz que se fue largo dos veces para permitir el segundo juego de Schwartzman, obligándose a ganar el partido con su servicio. Empezó bien, ayudado por su rival, pero este se agarró a la ultimísima opción, casi una utopía, de la dificultad de cerrar un partido. Carlos Alcaraz no es ningún novato, a pesar de que lo sea.

El final fue una fiesta. 6-4 y 6-2 ante Diego Schwartzman después de derrotar a Berrettini en cuartos, el cabeza de serie número uno, y a Fognini en semifinales. 18 años. A partir de mañana número 20 del mundo. El más joven de la historia en ganar un torneo de esta categoría. Una estrella en ciernes que ya brilla en el cielo y que al contemplarla hace inevitablemente soñar.