Alcaraz es la 'Next Gen': tiene el alma de Nadal y lleva a Federer dentro
A los 18 años, el español no parece tener rival más allá de Nadal, al que llevó al límite, y de la incógnita de Djokovic, que ya entrena en Montecarlo
Stéfanos Tsitsipas es uno de los grandes talentos de la llamada Next Gen, un concepto quizá prematuro porque la longevidad del Big Three ha actuado como una barrera casi infranqueable hasta el momento, haciendo que la joven generación creciera y casi perdiese el adjetivo en el intento. El martes el griego volvió a perder con Carlos Alcaraz. Solo Thiem (al que una sucesión de problemas físicos y de otra índole mantienen en la actualidad fuera de la competición) y Medvedev han conseguido ganar un Grand Slam (ambos en Nueva York) y conseguir derrotar con una mínima, aunque insuficiente solvencia, a las tres rocas casi milenarias.
Es como una persecución a caballo donde se ve que los perseguidores van alcanzando a los perseguidos y efectivamente parece que lo logran, pero allí se quedan por detrás, incapaces de ir más allá del polvo del camino. Alcaraz cabalga a la altura de los mejores, por delante de la ya vieja Next Gen. Es como D'Artagnan cuando llega a París y se cita en duelo con las tres mejores espadas de Francia sin dudarlo. Esa lucha no se acaba dando nunca, interrumpida por la guardia del cardenal. Pero nadie duda que de que el joven héroe de Dumas pudiera haber vencido a Athos, Portos o Aramis.
La irrupción de Alcaraz en el tenis es como la irrupción de D'Artagnan entre los mosqueteros. Entre los tres grandes y el resto ya no está la Next Gen sino el murciano. Puede que ni siquiera esté entre ellos, sino con ellos. El precedente contra Nadal en Indian Wells casi lo afirma. Solo un Nadal ganador de 21 Grand Slams, quizá en el culmen de su madurez, el campeón vaciándose, rompiéndose (y a qué precio), en el desierto ha podido pararlo hasta ahora. Alcaraz ya es mucho más dominador de lo que lo fue antes la Next Gen, que en realidad nunca fue dominadora.
'The Big One'
El murciano domina todas las suertes con amplio margen de mejora. El alma de Nadal (que solo es la de Alcaraz) se aprecia en sus movimientos, en la lucha, en la fe, en el puño. En los puntos imposibles que levantan al público de sus asientos. Él se fija en todos los mejores, ya lo dijo, y se identifica con Federer. Él se ve más como el suizo aunque juegue con el ímpetu del mallorquín y, si uno lo mira, ve una cabellera negra como la de Djokovic. Es como si fuera un Big Three en uno, Un Big One, The Big One, que le hubiera robado la esencia a los tres más grandes tenistas de siempre, por poco contemporáneos, y la hubiera metido en un frasco del que ya se percibe su aroma inconfundible.