Alcaraz derrota a Djokovic en un inmenso partido para la historia del tenis
El español, pese a los errores no forzados, o a propósito de ellos, superó la impresionante cátedra del serbio, que al final solo pudo claudicar por 7-6, 5-7, 6-7 tras más de tres horas y media de lucha
Había un vientecito molesto en el hornillo primaveral de la Manolo Santana. Aceleró Carlitos desde el principio y se sacó una rotura. Después falló un poquito al saque, hasta el punto de rotura para Djovicito, que salvó como si fuera tan mayor para no llamarlo con diminutivo, aunque le guste, aunque lo quiera.
Psicoanálisis de Novak
En el revés se iba a hacer fuerte el serbio, ayudado por el saque en una pista rapidísima de tierra, un oxímoron. Se fue acercando Djokovic casi milímetro tras milímetro. Guardaba en el bolsillo la rotura Alcaraz mientras Djokovic lo psicoanalizaba hasta el octavo juego. La bola alta descolocó al español en la primera oportunidad de rotura y el serbio igualó a 4.
Era el ritmo, casi lo más importante del juego y de la vida, lo que controlaba el número uno. Sin él, Carlitos se atascaba
Era el ritmo, casi lo más importante del juego y de la vida, lo que controlaba el número uno. Sin él, Carlitos se atascaba. Incluso se enfadaba (la peor señal), cosa rara de ver, después de encajar tres juegos consecutivos. Le estaba cortando, le cortaba, como con navaja, cosas de la calle, para pararle.
Pero con el saque se salvó para el 5 a 5. Al servicio estaba suelto Novak. No permitía ningún susto desde hacía 20 minutos, pero tampoco conseguía inquietar tanto al resto. Se buscaban con afán ambos rivales. Djokovic estaba consiguiendo algo que no había conseguido nadie: cierta intimidación que el de Murcia se sacaba a golpetazos de furia.
El taimado Novak le jugaba lento y atrás y alto, y luego rápido y delante y bajo
Pero se quejaba Carlitos. 4 a 1 en la muerte súbita demasiado rápido. Y luego 5 a 1. Se le quedaban en la red las pelotas a Alcaraz porque el taimado Novak le jugaba lento y atrás y alto, y luego rápido y delante y bajo. Se procuraba cuatro bolas de set con la listeza de los años y la fuerza resiliente. El grito salvaje era el elogio a su joven oponente.
La rabia silenciosa
De los cuatro salvó tres Carlitos como un señor. El último con una dejada pasmosa. Pero sacaba Novak y lo logró, cayéndose y levantándose, incluso, durante el punto. Tuvo el revés paralelo el español para empatar, pero se le quedó en la mitad y Djokovic celebró el set mostrando al fin la rabia silenciosa que le daba peso a su inteligente desempeño.
Que ganara el primer juego el español con solvencia fue casi la medida de todas las cosas. Hacía su juego Carlitos, la abuelita sabia que no dejaba entrar al lobo, acelerando, sacándose puntos ganadores devolviendo bolas rápidas desde el fondo de la pista. Al otro lado el saque de Djokovic era el ariete que sustentaba su posición. En él se subía para salir volando.
Carlitos podía y no podía
Se hartaba el español al correr de lado a lado y fallar lo que no se debe. Lo hizo bien al cambiar el juego, del cortado a la aceleración para que Novak ni se moviera, pero se le iba el resto adelantado. Las caras del palco de Djokovic delataban que realizaba una gesta. Carlitos podía y no podía. La rapidez de la pista la aprovechaba mejor el serbio.
Trataba de imponer su gran juego Carlos, contenido por el zorro de los Balcanes
El partido más errático del torneo del español era también obra de uno de los grandes productores de errores del circuito. Era otro aprendizaje para Carlos, que mientras aprendía iba manteniéndose, superando en la inversión el revés letal del número uno y tratando de imponer su gran juego contenido por el zorro de los Balcanes.
La largura y la cortedad de repetidas bolas del español eran el trabajo sordo de Djokovic, incólume. Si se colocaba el español lo conseguía, pero no le dejaba Novak colocarse. El objetivo era la descolocación dibujada en su rostro severo. Una bola de rotura llegó al fin con un golpe alto, largo y a la esquina al que le siguió una dejada monumental.
Le ponía lastre a las pelotas el serbio en el momento oportuno
Restó con cuidado para jugar y lo vio Novak para tirarse y salvarse. Le ponía lastre a las pelotas el serbio en el momento oportuno. El paralelo de revés era una pequeña tortura para el español. Djokovic era el dueño de la casa y Alcaraz un niño que lanzaba globos de agua a las ventanas. A pesar de ello, estaba tenso el número uno. Tenso competitivamente porque sabía que tenía que llegar al final contra un portento imprevisible que en el séptimo juego lo mató a dejadas.
La grandeza de Alcaraz
Había un orgullo herido del número uno en los puntos perdidos. La grandeza de Alcaraz era eso también: provocar el enfado del maestro. Se encastillaba el serbio en el saque, que en esta tierra era un arma impresionante. Ocultaba con ello carencias notables, pese a todo. Un maquillaje campeón, de un campeón.
La enseñanza para Carlos estaba siendo absoluta. Ya apuntaba a dificilísimo el próximo enfrentamiento para Djokovic, que «solo» ganaba por viejo. Una maravilla a un lado y a otro. Peligraba el saque de Carlos hasta que Djokovic mandó una bola alta que devolvió Alcaraz mientras se aproximaba a la red y remataba de derecha.
Un golpe al hígado
Otro desdoro para el balcánico, un golpe al hígado del púgil que iba por delante, pero se sabía no inferior, pero casi. Un rey reinante por poco. Levantaba el puño el español tras anotarse el noveno juego de forma espectacular. El temor de Djokovic en los ojos con el 0 a 30 y dos fallos. Con el 15 a 30 tuvo la pista entera, pero quiso ponerla donde estaba Djokovic, que boqueaba.
Se acercó Djokovic levantando polvo como en un duelo en un pueblo mexicano
Era uno de esos errores decisivos a la larga si no se remedan pronto. Y no pudo hacerlo. La red volvía a aparecérsele al español. El saque le ayudaba a Carlitos y luego el contrapié. Se acercó Djokovic levantando polvo como en un duelo en un pueblo mexicano. Los errores no forzados, como la doble falta y la dejada fallida ponían al borde del precipicio a Carlos, que se agarró al risco con otra dejada que Djokovic mandó larga.
Después, ya pisando tierra firme, Alcaraz lo movió de lado a lado para terminar de volea en la red. Y luego lo salvó Carlos. Lo salvó para asegurarse la muerte súbita. La dejada, otra vez, le ponía 0 a 30. Y 0 a 40. Se la jugó Djokovic. No le quedaba otra. 15 a 40. Dos puntos de set. La dejada otra vez, la contradejada del serbio y la llegada fulgurante para pasar al número uno al límite y ganar. Ganar el segundo set. Un delirio.
La mirada serena de Alcaraz. El temor en el rostro de Ivanisevic. Saque y derecha. Saque, revés y derecha
Para empezar el 1 a 1. La mirada serena de Alcaraz. El temor en Ivanisevic. Saque y derecha. Saque, revés y derecha. Cómo corría la bola de Alcaraz, como con el remolino de polvo de los dibujos animados. Gritaba Carlitos con el 2 a 1. Cómodo el español, suelto. Un partido extraordinario.
Los más recónditos secretos
Notaba Djokovic que se le subía encima su rival, que le descubría sus más recónditos secretos y se le agotaba el arsenal. Lo sacó el serbio de la pista, la devolvió corta y el cruzado lo cazó en el subsuelo para sacarse el pasante. El ace de Novak salvaba la rotura. Pero luego le disparó con parábola a la derecha, muy cruzada, dos veces, para matarlo con el revés plano y bajo.
Djokovic lo forzó con táctica leonina en una jugada sencilla de bola larga que Carlos devolvió lejos empalando. Volvió a fallar lo fácil y después Djokovic hizo doble falta. Seguía el cuarto juego y volvía la ventaja de Carlitos forzando al serbio por la derecha. Cambio de lado la ventaja con el error y al fin el número uno puso el 2 a 2.
Apretó Djokovic
No se mostró afectado en la actitud y el juego Alcaraz. Apretó Djokovic en el quinto, pero el español lo doblegó en el peloteo. Los errores de Carlos mantenían vivo al serbio, que solo necesita una mínima señal para lanzarse. Del 15 a 40 al 40 iguales. Se resbaló Novak y aprovechó Carlitos. Ventaja y salto después al contrapié.
Salvó un despeñamiento el serbio en el sexto que era más que eso
Se reía Djokovic tras una volea al límite, que fue casi lo único que le salió, más un saque salvador, hasta que logró el deuce. De no salir nada hasta salir todo. Salvó un despeñamiento el serbio en el sexto que era más que eso. El séptimo fue una película de terror en la que Carlitos fue el héroe.
Jugaban en la cima del Everest donde empezaba Djokovic fallando por dos veces, pero otra vez volvía a salvarse con las bombonas de oxígeno de los años. Territorio conocido las tres horas de partido para el número uno, que apretó tras el susto. Le puso peso a la pelota y Carlos acusaba la altura del envite.
Punto de partido
Hizo lo mismo Novak en el tercer punto, pero la resistencia de Carlos lo salvó. Luego fue la dejada para el 30 a 30. Casi nevaba, sobre todo después del contrapié paralelo que descuajaringó a Djokovic. Luego fue el saque al cuerpo, como los más grandes, el que puso el 5 a 4. Hubo un punto de partido, que salvó el servicio de Novak, su arma del día. Con ella estaba salvando el juego final.
Era un vampiro que salía del ataúd en la tarde madrileña y desafiaba a los cielos
Se la jugó el número uno sacando golpeos magistrales, pesadísimos, clavado en la tierra, qué lección de técnica y autocontrol. Era un vampiro que salía del ataúd en la tarde madrileña y desafiaba a los cielos. No se asustó Carlitos devolviéndole el juego en blanco para el 6 a 5. Menuda respuesta.
Apoyado en el saque amaneció la muerte definitiva. No había ninguna rendición. El mini break para comenzar lo recuperaba Djokovic y lo cogía de nuevo el español. 4 a 2. 4 a 3. 5 a 3. Se jugaba en las nubes. Se acercó Novak, pero se alejó Carlos. 6 a 4. Punto de partido que salvó el serbio con su arma de la tarde, casi la de toda una vida que terminó dos puntos después con la enorme victoria de un tenista para soñar.