Alcaraz culmina su obra en Madrid con un recital completo ante Zverev
El tenista murciano conquista su segundo Masters 1000 en apenas una hora de juego ante un vigente campeón al que el español hizo invisible por 6-3 y 6-1
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La receta del éxito de Alcaraz
No en todos los torneos se gana a Nadal y a Djokovic de forma consecutiva. En tierra no lo había hecho nunca nadie hasta que lo consiguió Carlos Alcaraz. David Nalbandián fue el otro que lo logró, en 2007 y también en Madrid, pero en pista dura y bajo techo. El primero que sabía que Alexander Zverev (dos títulos y vigente campeón) tiene un idilio con Madrid es el mismo Carlitos. Partido trampa, pero ¿qué partido de tenis no lo es?
Un tenista larguísimo
Alcaraz juega contra lo que se ponga por delante, se quiere decir sin mirar. Una volea/dejada, casi un hallazgo, puso el 30 a 30 y luego el buen saque y después la bola larga del alemán, un tenista larguísimo, como una especialidad terráquea, que se metía en el saque y en la intención, bien agachado, estirando su brazo con la derecha tan lejana como su propia extremidad. El 1 a 1 trajo un Carlitos movilizador, en el sentido mental.
Parecía amasarlo un poco Carlitos, pero el primer servicio le sacaba al campeón de las manos harinosas del español
La recuperación en la aproximación de Alexander dejó algo deslumbrado al teutón, que falló un remate claro. Con el servicio bolas cortas al resto que levantaba en exceso Zverev, cuyo saque tenía que ser perfecto. Parecía amasarlo un poco Carlitos con el segundo saque, pero el primero le sacaba al campeón de las manos harinosas del español, que volvía tranquilo al servicio, bien dirigido, variando velocidades.
La variación alcarazista debe de ser desconcertante ahí abajo, algo así como el retumbar cercano del toro tras el burladero. No eludía Zverev el peloteo, cómo hacerlo con ese talento del alemán, pero salía escaldado con la bola larga, incontrolable; y luego en el acercamiento a la red, superado por un contrapié cruzado, por el paralelo, obligado a agacharse, como para atarse los zapatos todo el tiempo, desbordado por una climatología atroz.
Un infierno de variedad
En el octavo juego tuvo Alexander que tirar y lo logró para ponerse 5 a 3 abajo. Lanzado Alcaraz, hacia adelante, no podía Zverev contener la pelota profunda y pesada. Unas veces plana, otras más liftada. Un infierno de variedad. Media hora y 6 a 3 sin conceder ni un ápice, ni un mínimo resquicio. Algo sencillo, nada más y nada menos que un set de una final de un Masters 1000 de una completa superioridad.
3 a 1 para Alcaraz y el hamburgués rígido aun fuerte, a ratos, con el saque desde el campanario
Necesitaba apoyarse Zverev en su saque desde la torre. Pudo moverle esta vez al alemán y sacar fruto. Pero las reacciones enemigas las interviene el joven español como un cirujano experto, rápido, también un filósofo en este claustro. No había posibilidad alguna para el mismísimo Alexander Zverev, que penaba arrastrando sus cadenas por la tierra de Madrid. 3 a 1 para Alcaraz y el hamburgués rígido aun fuerte, a ratos, con el saque desde el campanario.
Antes del 4 a 1 y los ademanes de muerto de Alexander, Alcaraz, que lo amasaba desde los primeros juegos, terminó con un globo colocándolo en la bandeja para el horno, de cuya proximidad ya no salió el alemán, esta vez invisible por obra del mejor jugador del mundo en este momento, en palabras de su rival.