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Rafael Nadal durante el Masters 1000 de RomaGTRES

Nadal tiene una lesión en el pie, no (aún) la necrosis de una película de terror

Especialistas consultados por El Debate creen que si el tenista español hubiera sufrido la muerte de las células de su escafoides, como se ha afirmado en distintos medios, no podría ni apoyar el pie

Después del gran partido de tenis entre Rafael Nadal y Novak Djokovic en Roland Garros, el mundo se despertaba con una terrible palabra: necrosis. El pie eternamente roto, o lesionado, del mallorquín tenía un hueso, el hueso en cuestión, sin vida. Pero no se puede jugar a tenis, y menos como lo hizo Nadal (ni siquiera se puede andar) si en verdad ese escafoides averiado desde hace toda una vida no siguiera recibiendo alimento, el calcio, por poco que sea, desde su arteria nutricia.

«Un pellizco en el hueso»

Así lo cree la doctora Carmen Naranjo Ruiz, de la Clínica Podocén de Madrid, podólogo especialista en Biomecánica y Cirugía Podológica, y profesora del Máster en Cirugía Mínimamente Invasiva de la Universidad Católica de Valencia, quién cree que probablemente la lesión se produjo en la infancia o en la adolescencia y cuyo dolor define como un «pellizco en el hueso».

En 2004 Nadal no participó en su primer Roland Garros por la aparición de los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa

En 2004 Nadal no participó en su primer Roland Garros por la aparición de los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa, la displasia por osteocondritis o síndrome de Müller-Weiss. Manuel Garabal, de la Clínica Garabal, fisioterapeuta deportivo durante más de cuarenta años, veinticinco de ellos en el equipo ciclista Unipublic, y especialista en podología, apunta a que el origen del problema podría deberse a la fuerte constitución general del tenista español y a su forma de moverse.

Nadal se duele del pie durante su partido en Roma contra ShapovalovAFP

Garabal señala más arriba, en las rodillas, una primera manifestación en la osificación, una suerte de «picos» debido al peso y a los movimientos bruscos y constantes del deporte de élite: «Una mala biomecánica de la rodilla». El tendón rotuliano de sus dos articulaciones ya fue la causa de una de las múltiples lesiones que le han hecho perderse en total el equivalente a cuatro temporadas.

Lesión de la adolescencia

El físico de Nadal cambió con la aparición de ese problema. El tenista español afinó su cuerpo para descargar el peso superior sobre sus rodillas. Pero el mal ya estaba hecho (dicen que concretamente en Estoril, donde se produjo una fractura por sobrecarga que derivó en artrosis: la adolescencia a la que se refería la doctora Naranjo) y la degeneración del huesecillo del pie como reflejo, quizá también en forma de microfracturas, como indica Garabal en razonable relación, produjeron el edema óseo.

En 2005 Nadal ganó Roland Garros calzado con plantillas especiales de descarga para alterar la mecánica del pie

Un año después, en 2005, Nadal se presentó en Roland Garros para ganar y ya casi no dejar de hacerlo durante toda su vida. Lo hizo calzado con plantillas especiales de descarga para alterar la mecánica del pie y proteger la herida que en realidad era una deformación que no iba a cesar. La deformación que al final, a pesar de todas las correcciones paliativas, parece haber adelantado a la medicina.

Nadal se lamenta por el dolor en RomaAFP

Diecisiete años después, campeón de 21 Grand Slams, el máximo en la historia, 13 de ellos en Roland Garros, se agotan los remedios circunstanciales, al mismo tiempo que aumenta el dolor imprevisible, sujetado con inyecciones analgésicas y antiinflamatorias directamente en el foco.

La amenaza del adiós

Esto es lo que le lleva al protagonista a pensar inevitablemente en una posible retirada mientras no aparezcan nuevas soluciones. La amenaza del adiós planea en Roland Garros sobre un Nadal que solo piensa en Zverev, al mismo tiempo que los medios se hacen eco de una tragedia con nombre de terror.

La necrosis que su propio entorno relativiza o disimula frente al aviso de desánimo en el gesto

La necrosis que su propio entorno relativiza o disimula frente al aviso de desánimo en el gesto y las palabras del protagonista que, a pesar de la indudable gravedad de la lesión para continuar compitiendo al más alto nivel, no parece tener que ver, no aún, con esa pequeña muerte podal que, si existiera, según la opinión de la especialista Carmen Naranjo: «Sería dolorosísima. Dudo que pudiera ponerse en pie, aunque (entre risas) estamos hablando de Nadal».