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La izquierda y la política del subsidio

Una economía subvencionada es el camino más directo hacia el empobrecimiento, estima el autor

Los registros económicos históricos indican, con la realidad de los datos, que las políticas intervencionistas, las políticas con las que simpatiza la izquierda, son las que alcanzan peores resultados. La preferencia de la izquierda, especialmente, de la izquierda actual, ha ido por la vía de las subvenciones en lugar de apoyar la economía productiva. Eso tiene siempre pésimos resultados, porque se abandona el espíritu de sacrificio, superación y esfuerzo que debe tener toda sociedad.

Al final, una sociedad subsidiada se convierte en una sociedad pobre, débil y atrasada, y es lo que está empezando a generar el Gobierno de la nación, con sus políticas de subsidio. Gasto, déficit y deuda y, sobre todo, una apuesta decidida por una economía subsidiada es lo que se refleja en los planes del Gobierno, tal y como se refleja en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE).

No es nada nuevo en la izquierda, pues siempre ha tratado de apostar por una red subsidiada, como supuso la instalación del PER en Andalucía en época socialista, pero ahora ya no tiene medida.

Si el año pasado introducían ingreso mínimo vital (IMV), el Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos ha decidido, ahora, avanzar hacia un estado asistencial, ineficiente, subsidiado y que haga dependiente a los ciudadanos del poder público. Eso es lo que hacen con este proyecto de PGE y su reparto de bonos y cheques varios, como el de 250 euros al mes para que los jóvenes se emancipen o el bono cultural de 400 euros que tanto recuerda, por importe, a aquel cheque lineal que Zapatero introdujo en 2008, mientras negaba la existencia de la crisis, cheque con el que fulminó la mitad del superávit que había. Ahora, ni siquiera hay superávit, sino un gran déficit y una abultada deuda, que complica más la situación.

El abandono del factor de sostenibilidad de las pensiones o el incremento del salario de los funcionarios un 2 %, tras haberse incrementado su número en casi 200.000 en el último año, junto a otras medidas de gasto, constituyen, además, una profundización en el desequilibrio de las cuentas públicas.

A ello se une el intervencionismo extremo que aplicarán con la ley de la vivienda, donde perjudicarán al mercado del alquiler, a los ahorradores y a toda la economía, pues reducirá las inversiones y, con ello, la actividad y la creación de puestos de trabajo.

Esta gestión contraproducente sólo puede conducirnos a acentuar la destrucción del tejido productivo y, con ello, de muchos puestos de trabajo, dejando a trabajadores y empresarios sin cobertura alguna, y a destruir, así, la prosperidad labrada por los españoles, convirtiendo a nuestra sociedad en un ente pobre y subvencionado, incapaz de prosperar. Es el paso de una economía sostenible a una economía sostenida artificialmente. Es la distancia que media entre la prosperidad y la pobreza, respectivamente. Es la apuesta de la izquierda por una economía subsidiada en lugar de por una economía productiva. Es el camino más directo hacia el empobrecimiento de todos los españoles.

De las crisis se sale con sacrificio, trabajo, mucho trabajo, esfuerzo y voluntad de superación, no con subvenciones múltiples que desincentivan la economía, la productividad y el empleo y que no nos podemos permitir. No se puede hacer electoralismo con la gestión. No se puede pretender captar votos a través de ello. La teoría de la elección pública deja claro que el político busca maximizar sus votos. Una cosa es eso y otra articular, para tratar de conseguirlo, medidas que pondrán en una situación insostenible, en primer lugar, a la Seguridad Social y, con ello, a las pensiones, y, en segundo lugar, a toda la economía. El dinero no crece en los árboles. Si al Gobierno le importasen los españoles, las empresas y los trabajadores, deberían concentrar los esfuerzos en salvar el tejido productivo, y con ello se salvarán el empleo y la prosperidad de todos. Todo lo demás será inútil y perjudicial. Sin embargo, el Gobierno avanza por el camino equivocado, llevando a la economía española hacia el desastre.

José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria