Precio de la luz
La compra conjunta de gas que el Gobierno propone a Bruselas ya se intentó una vez y se descartó
Se pensó en esta solución a través de la Unión de la Energía creada por la UE en 2014, pero se desechó por problemas operativos y de competitividad
No hay nada como hablar con un gran experto para detectar las claves de un problema y averiguar por dónde puede venir la solución. En este caso el problema es la subida del precio de la luz, y el experto, Gonzalo Escribano, investigador principal y director del Programa Energía y Clima del Real Instituto Elcano y profesor titular de Política Económica en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Para entender la raíz del problema de la subida de la luz y empezar a resolverlo Escribano cree que hay que remontarse a las medidas tomadas hace diez años. Era el momento de la revolución del fracking americano -nueva técnica de extracción de gas y petróleo del subsuelo-, del gas natural licuado (GNL) como solución reveladora de todos los problemas y del Freedom Gas, el término marketiniano con el que en tiempos de Trump se animaba a los usuarios a olvidarse del gas ruso y apostar por el americano: «Se trataba de contratos más flexibles y desde Europa se vieron con una connotación política menos negativa, como la que tenían hacia Rusia algunos países del Este», recuerda Escribano.
El GNL era en aquel momento barato en comparación con los contratos de gas rígidos y a largo plazo de Rusia o Argelia. Por ello Europa decidió diversificar sus fuentes de suministro, penalizar los contratos a largo plazo e indexarse a hubs en un movimiento de modernización y flexibilización de los contratos. La decisión podía parecer acertada «cuando el gas ruso estaba relativamente caro, pero ahora el que está caro es el gas internacional». Ante la subida de la demanda, el gas libre (Freedom Gas) es libre para irse donde le paguen más.
Europa optó por la flexibilidad, pese a los picos de precios. «¿Fue un error o un acierto? Cuando el precio del GNL estaba bajo e importábamos más de Estados Unidos que de Argelia, nadie se quejaba. Ahora que está caro y tenemos que abastecernos de él en los mercados internacionales, hay quejas», lamenta Escribano.
Este experto explica que el gran problema del GNL y su flexibilidad es su alta volatilidad: los picos de precios arriba y abajo. ¿Cuáles son las expectativas de futuro? «La demanda ha seguido creciendo de manera muy fuerte. Para sustituir al carbón hay que acudir al gas, y en Asia hay una demanda muy fuerte. El año pasado tuvieron problemas y ahora quieren asegurarse de que no los van a tener, de modo que hay una proyección de crecimiento de la demanda del gas en Asia».
Otro gran problema es que ha sido eficaz el mensaje de que no hay que invertir un euro en hidrocarburos si se quiere llegar al año 2050 con emisiones cero. La inversión en gas y petróleo ha caído muchísimo, y la destinada a renovables y tecnologías complementarias no ha despegado con la fuerza suficiente.
¿Qué soluciones hay? La primera que se ha planteado es la compra centralizada de gas por parte de la UE. «Ya se propuso cuando se creó la Unión de la Energía y se descartó. Se vieron problemas de competencia, operativos, prácticos… Que toda la UE negocie conjuntamente con Gazprom -principal empresa rusa de gas- trae consigo dificultades de competencia: está mal que haya un monopolio de oferta, pero tampoco está claro que un monopolio de demanda sea compatible con la legislación europea». En el orden práctico, cada país tiene sus contratos, «y nadie, tampoco ninguna empresa, quiere depender de un funcionario de la UE que se los firme».
Ahora la compra conjunta ha vuelto a plantearse con matices: voluntaria por parte de los países y limitada a las reservas estratégicas de gas. «Eso ya tiene más sentido», aclara Escribano. Una cosa es coordinar la compra de gas y otra crear una reserva estratégica de gas europea. «Las compras centralizadas de reservas estratégicas son algo mucho más reducido que las compras de gas. Se trata de que los países a quienes les interese puedan crear esa reserva, compartirla y pagarla. Es algo que también se ha intentado. España y Francia hablaron sobre esta posibilidad. Francia tiene grandes cavernas salinas donde puede almacenarse el gas de manera muy económica. Se habló de compartir, pero el problema llega cuando se entra en los detalles: en algo tan estratégico como la energía, que afecta a la seguridad del suministro, no son viables planteamientos como que el país que almacena tenga prioridad en el suministro; sobre todo, en situaciones de emergencia. Tuvo sus dificultades, pero eso no quiere decir que no pueda instrumentarse y que algunos países puedan hacerlo».
Las reservas estratégicas tienen como fin evitar el desabastecimiento. Las del petróleo lo aseguran durante noventa días si por ejemplo se corta el suministro por una crisis en Oriente Medio. Las de gas son más caras de mantener y deben utilizarse solo para cortes de suministro. En alguna ocasión el Comité de Reservas ha planteado liberar reservas para bajar el precio y los países miembros le han recordado que no es un método para influir en el mercado. «Las soluciones son complicadas», admite Escribano. Un modo de acelerar la transición energética sería invertir donde no se invierte: «Si Argelia no invierte en gas, no tiene un entorno favorable, hay que acompañarles para que vayan más rápido. También la UE debe ir más rápido, y afrontar los riesgos de la transición energética. Durante un número determinado de años, hasta la descarbonización, vamos a necesitar gas. Tenemos que buscar los mecanismos y la gobernanza para que podamos mantenerlo y acelerar el despliegue de renovables», señala Escribano.
Mientras se consigue, el precio de la luz sigue subiendo. «Todos los gobiernos europeos, con más o menos fortuna, han tratado de amortiguar el impacto en los consumidores más vulnerables y en las empresas. Se han reducido impuestos y otros peajes; en Italia y Francia se ha dado un cheque. Hay sectores y empresas que ya han tenido que parar su actividad por el problema energético. A lo mejor hay que tener más interconexiones eléctricas, acelerar el despliegue del hidrógeno, de las baterías, mancomunar las reservas estratégicas…».
También habría que pedir a los principales productores (Estados Unidos, Irán, Rusia…) que ayudaran: «Por coincidencia Rusia ha decidido que envía menos gas, Argelia que cierra un gasoducto, Noruega que están en mantenimiento, Estados Unidos que no aprovecha la subida de precios, va a hacer caja y no va a endeudarse más… Restringen la oferta porque los precios se disparan. Hay que romper ese círculo: pedirles que mantengan un nivel de inversión razonable mientras seguimos invirtiendo en renovables. Vamos a necesitar las dos».
El enfoque de la estrategia será clave para nuestro futuro: «La situación con Filomena fue muy difícil, pero no hubo cortes de suministro; sí tensión en los precios. Para evitar quedarnos sin gas tenemos que pagar un precio alto. Cómo se transmite al consumidor es otra cosa. China no regatea: necesita mucho gas y lo paga. Los ingleses preferirían probablemente pagar más y no tener la gasolina racionada».
¿Puede haber problemas de suministro en España? «No lo veo. España tiene mucha capacidad de abastecimiento. Está mejor situada que ningún otro país. Recibimos un tubo pequeño de Francia, dos de Argelia… Tenemos más capacidad de regasificación que cualquier otro país de Europa. Si hay un país con importaciones diversificadas es España; otra cosa es el precio. Hay que pagarlo, y el GNL es caro».
En cuanto a la polémica con Rusia, Escribano afirma que «está haciendo lo que haría cualquier vendedor. Tiene sus intereses. Al mismo tiempo, cumple sus contratos. Otra cosa es que le pidas más y no te lo dé. Pero no incumple. Dicen que han tenido un invierno durísimo, que es verdad; se quedaron sin existencias, les costó rellenar su almacenamiento, tuvieron fugas de metano en alguna instalación… Dicen que cuando llenen su almacenamiento mandarán más gas. Probablemente es algo calculado y estratégico».
Rusia tiene poder de mercado y lo está usando. La UE quiso hacer contratos más flexibles y ahora paga las consecuencias.
Sobre Argelia, fue un varapalo la reciente noticia sobre el cierre del gasoducto del Magreb para España: «Si no hay cambios lo cierran el 31 de octubre. Nos transportaba 12.000 millones de metros cúbicos por un gasoducto y ahora nos lo enviarán por otro con capacidad para 8.000 que ampliarán a 10.500. Nos han garantizado el suministro, pero de momento ha habido una declaración política sin muchos más detalles».
Países como Grecia, Francia y España se han mostrado partidarios de las reservas estratégicas y la compra conjunta de gas. La Comisión Europea ha dicho que se puede facilitar y estudiar el mecanismo para hacerlo. «Es un paso adelante. No han dicho que no, pero de ahí a que vaya a producirse un mecanismo de compra centralizada de gas, hay una distancia muy larga», aclara Escribano.
Mientras tanto, el petróleo también sube por la demanda de Asia y empujado por el gas. Parece que queda un camino largo hasta que los precios vuelvan a un lugar razonable y la vida de ciudadanos y empresas no tenga tantas dificultades en este terreno.