Energía
Rusia se lava las manos y deja a Europa sola frente a la crisis energética
Rusia no ha tardado ni diez días en activar de nuevo el pánico ante una inminente crisis energética en Europa. Putin utiliza a Gazprom para dar marcha atrás y descartar nuevos envíos de gas a Bruselas. La Unión Europea se enfrenta a un invierno frío, con el precio por las nubes y bajo el riesgo de no cubrir la demanda
Gazprom, la principal productora de gas de Rusia controlada por el Estado, rechazó el pasado lunes aumentar el bombeo de gas a Europa ante el temor a quedarse sin reservas de cara al invierno. Once días antes, el presidente Vladimir Putin adormeció las subidas prometiendo la ayuda que ahora niega.
El 7 de octubre Putin demostró algo. La enorme dependencia de Europa sobre la producción de energía rusa vale oro. Mientras en el viejo continente se gesta una de las mayores crisis energéticas de las últimas décadas, el presidente ruso se dedica a jugar con la Unión Europea, y a demostrar su poder sobre nuestra economía.
Es su momento. Europa se ha quedado sin reservas de gas y afronta un invierno frío en el que «no se descartan problemas de abastecimiento», según Jorge Morales, experto en Energía. Putin tiene la llave para abrir el suministro de energía. De él depende que el gas caliente millones de hogares europeos durante los meses más fríos del año. Y esa llave se llama Gazprom.
Gazprom, el monopolio del gas ruso
Es considerada como la joya de la corona rusa. Controlada por el Estado, hasta el punto de que Vladimir Putin colocó a su sobrino Mikhail como vicepresidente.
Sus números son demoledores. Tiene casi 500.000 empleados, y en 2020 obtuvo un beneficio de 1.498 millones de euros. Exporta el 18% del gas a Francia, el 34% a Alemania y el 100% a países como Finlandia, Lituania o Estonia. Es el principal suministrador de gas de Europa.
En ese contexto, y con el resto de las reservas que nutren a casi toda Europa vacías fruto de la subida de la electricidad, se mueve el mercado. El pasado 7 de octubre la orden de los países era «comprar al precio que fuera». Una desbandada en busca de gas a cualquier precio. Ese día, horas antes de la intervención de Putin, se pagaba a 116 euros. El 7 de octubre, pero de 2020, a 15 euros.
Rusia se lava las manos
Una semana después de presentarse como salvadora de la situación, Rusia vuelve a tensar la cuerda. La Unión Europea está en una situación comprometida, y Moscú va a aprovecharlo.
El viceprimer ministro de Energía del país, Alexander Novak no descarta una nueva crisis de suministro de gas. Novak, en declaraciones a la televisión pública del país, confirmó el pasado lunes que no prevén nuevos envíos de gas a Bruselas, y añadió que Europa «tampoco los ha pedido».
El Gobierno ruso insiste en que hay más compradores, que están pagando precios más altos. Se refiere a China, Japón o Corea. Y también insiste en que hay más proveedores como por ejemplo Argelia, la principal fuente de gas de España.
Lo cierto es que la ruleta rusa ha vuelto a disparar los precios por encima de los 107 euros por megavatio hora. Y ha dejado a muchos compradores sin el único clavo al que estaban agarrados.
Ahora, toda la presión recae sobre la Unión Europea y sobre las medidas que está obligada a proponer para atajar la presión en el mercado. Desde España se propuso la compra conjunta de energía para abaratar los precios. «Es la única medida que puede contener el golpe, pero debe hacerse de manera inmediata», avisaba el director de Próxima Energía.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, lamentó el lunes la demora de las soluciones del Ejecutivo comunitario. «Me gustaría que las cosas fueran más rápido en Bruselas», decía.
Pero la respuesta de Bruselas no llega. Habrá que esperar al 21 y 22 de octubre, cuando se celebre el Consejo Europeo, para comprobar el acierto de las medidas de la alta institución. Al menos de momento, lo único tangible es la falta de agilidad en la toma de decisiones.