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Transportistas dirigiéndose hace unos años hacia una manifestación en Madrid

Los nuevos peajes

Transportistas en pie de guerra por el Gobierno y las autovías

La posible implantación del pago por uso afecta directamente a su negocio y se quejan de que no les consulten

El presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Transportistas de España, Juan José Gil, no entiende que estén surgiendo noticias relacionadas con la posible implantación del pago por uso de las vías de alta capacidad (autopistas y autovías) y no les consulten. Los transportistas serían claramente el colectivo más afectado, y la medida les perjudicaría: «Los camiones recorren 120.000 kilómetros al año, cinco o seis veces más que los vehículos ligeros», indica Gil; multipliquen esos 120.000 kilómetros por el céntimo o los tres céntimos por kilómetro que se están barajando para los nuevos peajes y entenderán que la situación es como para preocuparse.

Gil, sin embargo, está en cierto modo tranquilo: «Tenemos un compromiso del Gobierno firmado en julio de 2019 por el que aseguran que no se implantarán peajes ni viñetas –sistema de tarificación ampliamente usado en Europa– sin consultarlo antes con el sector». Así lo dijo también anteayer la ministra Raquel Sánchez. Esperemos que cumpla su palabra.

El presidente de los transportistas añade que es una cuestión de la que se habla desde hace tiempo. Borrell, en los años 90, ya la sugería cuando era ministro del ramo. Gobiernos de todos los colores han ido anunciando posibles peajes, y los han ido descartando por el miedo a su impopularidad y a que les hicieran perder votos.

El alto impuesto de hidrocarburos que pagan los transportistas (la mitad del coste de la gasolina son impuestos) ya les impacta en buena medida sobre sus ingresos. Si además les incluyen un peaje, el impacto será mayor.

En este sentido, Gil señala que el impuesto de hidrocarburos recauda 15.000 millones entre España, País Vasco y Navarra. «Con esa cantidad habría de sobra para el mantenimiento de las carreteras», indica. El problema es que esa cantidad se destina a la bolsa común de recaudación de impuestos, y ahora se piensa en peajes para mantener las carreteras.

Consecuencias

Al margen del impacto sobre los ingresos, los peajes influirían en la seguridad vial, según Gil: «Desincentivarían el uso de las autovías y los conductores volverían a la carretera nacional, con la consiguiente descompensación del tráfico y aumento de peligro para la seguridad vial».

Además, Gil llama la atención sobre el impacto que este cambio de hábitos podría tener sobre nuestras exportaciones: «Principalmente son de productos verdes, con un bajo valor intrínseco. Cualquier encarecimiento del transporte hará que seamos menos competitivos».

Gil piensa que los peajes solo benefician a las concesionarias, y recuerda lo que ocurrió en Francia. Tras la implantación de peajes, tuvieron que dar marcha atrás y devolver 800 millones de euros a estas empresas. «Si se trata de recaudar más y quieren hacerlo con los peajes, pues bueno, pero que no digan que el motivo es el déficit de financiación de las carreteras. Pueden mantenerse con los ingresos del impuesto de hidrocarburos», indica.

Cómo resolver el problema

Para José Manuel Vassallo, catedrático de Ingeniería e Infraestructura de Transportes en la Universidad Politécnica de Madrid, la cuestión está en que hay que decidir si alguien paga el mantenimiento de las carreteras o no lo paga nadie: «La consecuencia de no pagarlo sería funcionar como en un país subdesarrollado, con más accidentes, más uso de combustible y un sistema nada eficiente y productivo».

La forma de pagarlo podría ser a través de los Presupuestos, que podrían acabar en deuda que luego habría que abonar; de los usuarios o con un sistema intermedio: parte usuarios y parte Gobierno. «Lo que está claro es que todos los modos de transporte trasladan sus costes vía precios –aeropuertos, transporte público, puertos…–, pero con las carreteras ha habido un problema histórico, y es que nunca se han pagado», indica.

En su opinión, lo justo es que lo pague quien lo usa, no todos, y ve como consecuencia positiva que llevará a un uso más racional: el usuario decidirá si le es más rentable circular por carretera, por tren o por avión.

En los países donde siempre se ha pagado, no hay quejas. En España tampoco hay quejas por pagar precios elevados por el Ave, por ejemplo. En España solo se paga en el 12,8 % de las autovías, según Seopan. Europa está apretando para que recaudemos más, ve con buenos ojos amortizar las autovías con tarifas (la euroviñeta tan popular hasta ahora) y además de este modo promociona el medio ambiente.

La euroviñeta y los demás sistemas de tarificación empezaron en algunos países de Europa y con vehículos pesados, pero es previsible que vaya extendiéndose a todos los países y tipos de vehículos. La gran pregunta es a qué coste lo hará.

Entre uno y tres céntimos por kilómetro

Aunque cualquier político esté de acuerdo en aplicar esta tarifa desde un punto de vista técnico, ninguno quiere lanzarla por la impopularidad de supone. No obstante, cuando el momento llegue, hay una directiva que impide que la tarifa suponga un coste mayor al que incurre en el usuario. «La normativa le protege», afirma Vassallo. En este contexto, este experto admite que se pueda pensar en una tarifa de entre uno y tres céntimos por kilómetro; no más.

De momento, de todas formas, no hay ningún documento serio que certifique esta tesis, aunque la normativa europea evita que pueda haber un exceso en la tarifa. «No pueden tener por objeto financiar una inversión de hace veinticinco años», explica el catedrático.

¿Menor tráfico?

La imposición del coste lleva a preguntarse si se traducirá en una disminución del tráfico que haga perder sentido a la tarifa. Vassallo explica que la elasticidad de la demanda no es muy amplia en el negocio de las carreteras: «Si subes el precio un 10 %, el tráfico baja un 3 %. No creo que el tráfico bajara tanto; no de un modo tan sustancial que pusiera en jaque el modelo». Si efectivamente el tráfico descendiera un 10 %, bastaría con subir la tarifa a 1,1 euros por kilómetro. «No creo que fuera una subida como para salir a las calles. Las carreteras van a seguir utilizándose porque se necesitan. El Ave cuesta más de 120 euros ida y vuelta y va lleno».

Aunque una de las consecuencias positivas podría ser que los usuarios cambiaran el coche por el avión o el tren, este experto cuenta que no está ocurriendo en otros países. A pesar de los peajes, el tráfico sigue siendo el mismo.