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La hora del centro-derecha

El Gobierno trata de ganar tiempo, pero su tiempo se acaba

El presidente Sánchez está débil. Aunque el ámbito gubernamental trate de negarlo, el Gobierno flaquea por muchos lados y se tambalea. Por todos los frentes, se le presentan problemas. Si lo miramos a nivel de organización, dentro del propio Ejecutivo hay un desorden propio de una asamblea izquierdista de universidad de los años setenta, que siguen existiendo y de donde muchos de sus integrantes han salido sin haber apenas cotizado antes a la Seguridad Social –y el «apenas» puede ser generoso–. En él hay algunos miembros de una izquierda rencorosa sin motivo, que está dispuesta a derrumbar la concordia nacional de la Constitución, bajo el envoltorio de la envidia, pues vuelve a reproducirse de manera perfecta lo que Foxá dejó escrito en Madrid de Corte a Checa: «(…) en realidad no eran marxistas, sino envidiosos».

Y en cuanto a los problemas a los que el Gobierno se enfrenta, cada vez son más y más difíciles de tapar, pese a que lo intenten entre exhumaciones y cambios de denominaciones.

La luz sube porque el Gobierno ha renunciado a contar con una alternativa energética que le proporcione un grado de independencia como el de Francia, que apuesta, sin tapujos, por la energía nuclear, al menos como transición.

El precio de la luz encarece, a su vez, la producción industrial y el transporte y, por ende, se transmite a toda la cadena de valor, siendo repercutido en los productos destinados al consumidor final. No hay más que hacer la compra para darse cuenta de cómo, en el período de un par de meses, los precios han subido de manera muy importante en una amplia gama de productos.

Con ello, la inflación se desboca, situándose ya casi en el 5,5 % en octubre, con una importante subida de las materias primas, de los costes logísticos y con un aumento de precios de muchos componentes, como los semiconductores. Todo está ralentizando la producción en la industria, por ejemplo, en los vehículos, elementos que contribuirán a la subida del precio por la reducción de la oferta. Todo ello, empobrece a los ciudadanos, al dejarles menor renta disponible.

La inflación es un fenómeno monetario y si no se ajusta mediante el vaciado de mercados –el dinero es finito y, por tanto, si los precios suben en unos mercados habrán de bajar en otros de manera equivalente– se deberá a que artificialmente se están financiando esos cuellos de botella con una política monetaria tremendamente expansiva, como está sucediendo.

Ahora bien, como dicha espiral inflacionista aparece también en el resto de países de la eurozona, las presiones alemanas al BCE para una subida de tipos pueden empezar a ser intensas, aunque Lagarde asegure que no prevé subir tipos en 2022. Si dicha subida de tipos se produjese, la financiación a tipo variable –hipotecas de economías domésticas, en muchos casos– sufrirían un incremento de su coste muy importante, con una merma de la renta disponible de las familias; es más, aunque el BCE no suba tipos, si los mercados anticipan esa subida como expectativa, los tipos interbancarios se incrementarán y también se notará, en cierta medida, en el incremento de la cuota hipotecaria, con empobrecimiento de la sociedad. Es el problema de haber tenido –y continuar con ella todavía– una política monetaria sumamente laxa.

El Gobierno trata de ganar tiempo, pero su tiempo se acaba. Es la hora del centro-derecha, como lo fue en 1996 y en 2011; es la hora de que la opción liberal-conservadora acuda, de nuevo, a arreglar la situación que deja maltrecha la izquierda, que se concreta en una insuficiente actividad económica, alto desempleo y las cuentas públicas, especialmente la Seguridad Social, en profundo desequilibrio. Se repite una y otra vez la misma situación, lo cual es terrible, porque implica que, cual manto de Penélope, la izquierda deshace, cuando gobierna, la prosperidad tejida por las reformas del centro-derecha en sus años de administración. Ahora bien, al mismo tiempo esa situación proporciona esperanza, porque indica que, al igual que en los anteriores momentos citados, España puede volver a remontar cuando se aplique la gestión liberal-conservadora.

Ese tiempo del centro-derecha, como digo, ha llegado, y debe aprovecharlo. Del centro-derecha no depende el que Sánchez deje de deteriorar la situación, porque la aritmética parlamentaria lo impide, ni tampoco el que convoque elecciones, porque depende del presidente del Gobierno y, probablemente, querrá presidir el semestre de la presidencia española en la UE, exprimiendo hasta el final la legislatura. Lo que sí puede hacer el centro-derecha es ir preparando bien su alternativa: montando equipos, recabando opiniones, evaluando actuaciones y decidiendo un plan de acción inmediata para los primeros cien días de Gobierno.

Por eso es esencial conformar un bloque unido, con la gran victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, que marcó el punto de inflexión de los socialistas, pues desde entonces van hacia abajo. Es esencial que Juan Manuel Moreno gane abrumadoramente en Andalucía cuando se celebren allí las elecciones regionales, como paso previo a lo que debe ser una gran victoria del centro-derecha a nivel nacional, en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, que impulsen a Pablo Casado y constituyan para el presidente del PP lo que supuso para José María Aznar y que él mismo sintetizó en la rueda de prensa en la noche electoral de las municipales de mayo de 1995, mientras enseñaba a los periodistas un mapa de España plagado de gaviotas: «Hoy hemos subido el penúltimo escalón hacia La Moncloa», cosa que se lograría unos meses después, tal y como debe suceder ahora con Casado.

Por tanto, el centro-derecha no debe perder ni un minuto y emplear todas sus fuerzas en aprovechar la oportunidad que tiene ante sus manos, que no es otra que volver al Gobierno para, una vez más, enderezar el rumbo de España hacia la prosperidad, tras dejarla mermada, de nuevo, la izquierda. Distraerse en otras cosas sería nocivo tanto para el centro-derecha como para la economía española y, por tanto, para los españoles, pues le concedería a Sánchez una prórroga letal para la prosperidad. El tiempo del centro-derecha, como digo, ha llegado y ha de centrarse en aprovecharlo.

José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria