Correos puede ser mucho más que una empresa para enviar paquetes
La evolución de esta compañía española debería mostrar
un ritmo superior al que está presentando
El número 902 te pide mecánicamente –es una voz grabada– que dictes los veintitrés datos alfanuméricos del código de envío. Sólo te da dos intentos. Por mucho que te esmeres en dictarlos, automáticamente se interrumpe la comunicación al segundo intento. Luego está la posibilidad de enviar un correo electrónico comunicando la incidencia a la oficina. No es que nadie atienda al correo, es que te viene devuelto porque la dirección que suministran es errónea. Naturalmente ambas acciones las haces después de visitar la oficina que el aviso te dice que está abierta el sábado entre 9.30 y 13.30 pero que está cerrada a cal y canto. Esta no es una situación imaginada, es la logística del reparto de Correos en un pueblo largamente poblado de la provincia de Cádiz un sábado cualquiera no festivo de diciembre. Con esta carta de servicios, una de las mayores empresas de logística nacionales –Correos SA– y la mayor de las empresas públicas, no puede hacer más que envejecer mientras contempla asomada a una hipotética ventana, cómo los vehículos de reparto de las multinacionales de la logística se mueven eficazmente atendiendo a sus pedidos, domingos incluidos según la tarifa.
Contradiciendo al famoso autor de novela policíaca y militante del PSUC, España es mucho más que una realidad cosida únicamente por El Corte Inglés. El servicio de correos es también –hasta el momento– otro eje vertebrador de la Nación como lo son las infraestructuras de transporte y comunicaciones. Todas ellas representan un activo de extraordinario valor para evitar el vaciamiento interior, pero inútil si permanecen fuera de servicio como la oficina de Correos mencionada mientras el resto de operadores logísticos hacen de su negocio una actividad muy rentable. Es como llevar el 5G a un router que permanece desconectado.
Indudablemente desde que hace años dejamos de escribir las felicitaciones de Navidad en las tarjetas dibujadas por Ferrandis –del que tanto sabe la profesora María Fidalgo–, Correos era una empresa a redefinir. En 2014 se abrió una muy sensata pasarela para que parte de los empleados del servicio postal pasaran a formar parte de la Agencia Tributaria; una rara pero muy plausible acción de cambio en el lugar donde prestar el servicio público. La experiencia internacional de las reformas de personal en la administración pública muestran bien a las claras que se debe contar con la conformidad del propio personal. De otra forma las acciones de boicot lo hacen imposible como se demostró cuando Margaret Thatcher incorporó a Derek George Rayner –director ejecutivo de los almacenes Marks y Spencer– como asesor para la administración británica. La pasarela a la Agencia Tributaria fue, en general, bien recibida por los empleados del operador postal y la reconversión a una moderna empresa de logística y servicios financieros debe diseñarse con el mismo acierto.
Comparadas con las inversiones que despliega el gigante de Jeff Bezos en cualquier nudo de comunicaciones español, las que despliega Correos están a mucha distancia. El mismo proyecto Rampa 7, un centro logístico internacional en el aeropuerto para mejorar la eficiencia en la gestión de mercancías y paquetería en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, absorberá 14 millones de euros, muy por debajo del volumen de inversiones de las empresas de logística asentadas.
Pero no sólo es una cuestión de volumen de inversión, la reconversión de Correos pasa por resolver en los años venideros la convivencia laboral de personas con una vinculación contractual muy diferente y con sistemas de remuneración marcadamente distintos. Correos no puede seguir dependiendo únicamente de la amabilidad de los funcionarios ejemplares que asumen tu queja como cosa propia en mitad de un «vuelva usted mañana generalizado».
Correos es también una opción magnífica para ocupar el espacio que las sucursales bancarias están abandonando en el interior de España. Aún más, sus oficinas son excelentes espacios para atender a los ciudadanos que se tienen que entender con una administración de procesos muy digitalizados pero que resultan inaccesibles a millones de compatriotas.
En definitiva, Correos es parte de lo que nos une y quizá por ello es tratada con desdén por quienes reían al oír que España sólo estaba cosida por El Corte Inglés. No estamos para desaprovechar los servicios públicos. Tampoco para hacerlo con la formación de sus empleados que han tenido que superar oposiciones de contenidos casi propios de catedráticos de enseñanzas medias. Es momento se llevar al servicio postal a atender las necesidades logísticas, financieras y de asesoramiento digital que requieren de más recursos humanos y materiales. Para ello hay que lograr la colaboración de sus empleados pero, sobre todo, ajustar bien sus capacidades al servicio público. Hay quien ha sabido ver estas posibilidades. Cristina Peláez ha propuesto convertir a la ciudad de Sevilla en un «hub» o núcleo de formación profesional orientada a la logística y a la ciberseguridad. Las infraestructuras de Correos y una carta de servicios más ampliada serían una plataforma extraordinaria para desarrollar este vector de la formación profesional. El profesor Alex Rayón de la Universidad de Deusto y director de Deusto Data, también ha propuesto un buen abanico de opciones para que Correos tenga muchas más opciones que no únicamente convertirse en empresa de paquetería. No faltan posibilidades.
- José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada y académico de la Universidad Autónoma de Chile