20 años del 'corralito'
Argentina cumple veinte años del ‘corralito’ con una inflación disparada al 50 %
El país, que vivió en 2001 el mayor 'default' firmado por un Estado en la historia, sigue veinte años después instalada en una profunda crisis económica
El 20 de diciembre de 2001, Fernando de la Rúa –que acababa de dimitir como presidente del gobierno argentino– se dirigió a la azotea de la Casa Rosada y se subió a un helicóptero dejando atrás un país en ruinas y protagonizando una imagen histórica. Bajo sus pies, Buenos Aires ardía. La clase media argentina había entrado en un frenesí de disturbios, saqueos, piquetes y protestas. Siete personas murieron a manos de las fuerzas armadas y de dueños de los comercios que defendían sus tiendas de los asaltos, hasta las últimas consecuencias. Argentina era el caos provocado por la tormenta perfecta que años atrás había comenzado a desatarse. Este martes se cumplen 20 años del mayor default de la historia.
En 2001, tuvo lugar la mayor suspensión de pagos de un Estado en toda la historia. Una gigantesca crisis económica, bautizada por el periodista Antonio Laje como corralito. Una palabra que en Argentina se utiliza para nombrar a los parques para bebés, y que define muy bien la situación en la que quedó el pueblo, condenado a no poder sacar sus ahorros de unos bancos que les cerraron las puertas. Todo ello, fue fruto de las radicales medidas que tuvo que aprobar el Gobierno de Fernando de la Rúa, que llegó al poder en 1999, con el país instalado ya en la recesión.
Se gesta la tormenta perfecta
Lo que Rúa se encontró a su llegada a la Casa Rosada fue devastador. Una deuda y déficit públicos por las nubes. Una coctelera económica a la que se añadió un peligroso ingrediente: el pinchazo de la burbuja de las puntocom. El Ejecutivo trató de solucionar uno a uno los problemas de la economía. Trató de rebajar el déficit a través de un incremento de los ingresos y una rebaja de los gastos, es decir, subiendo impuestos y rebajando prestaciones y servicios sociales. Sin embargo, esto solo produjo una contención del consumo y una caída en la recaudación, que lejos de aliviar la presión sobre el déficit, siguió elevándolo. Ante esto, el Gobierno tuvo que elevar la deuda pública, metiéndose de lleno en una espiral estructural que terminaría –pocos meses después– devorando su economía.
La prima de riesgo argentina escaló hasta los 5.000 puntos básicos. Es decir, la desconfianza sobre la capacidad del país para devolver la deuda era nula. Para hacernos una idea de la magnitud, durante la crisis de 2008 España llegó a alcanzar un riesgo país de 420 puntos y Grecia –que tuvo que ser rescatada por la triada (BCE, CE y FMI)– alcanzó los 1.600 puntos.
Huida masiva de capital
Ante esta inestabilidad, en marzo de 2001 se produjo una fuga masiva de capitales. Muchas empresas y usuarios decidieron refugiar su dinero lejos de los bancos argentinos. Las entidades perdieron el equivalente al 20 % de todo el PIB de Argentina en menos de 11 meses. El 1 de diciembre de 2001, el Gobierno firmaba un decreto que prohibía a todos los ciudadanos retirar más de 250 pesos (250 dólares estadounidenses) a la semana, e impedía las transferencias al exterior.
La medida, desesperada, terminó de romper la economía. El comercio se paró por completo, el paro se disparó y la industria se frenó. El dinero en efectivo era el bien más cotizado en las calles y el caos se adueñó del país.
La política monetaria detonó la crisis
Hoy, 20 años después, la mayor parte de los economistas creen que el corralito pudo haberse evitado saliendo de manera ordenada del sistema de cambio de su moneda. El país mantenía una paridad entre el peso y el dólar americano, es decir, un peso equivalía a un dólar, lo que hacía imposible que el Banco Central controlara el valor de su moneda.
Tras ello, Argentina no levantó cabeza. La crisis dejó una huella permanente en la economía, y los gobiernos posteriores –Néstor y Cristina Fernández de Kirchner– añadieron una corrupción política que debilitó aun más al país. En 2018, Argentina volvió a sufrir una recesión que le obligó a endeudarse de nuevo con el FMI. Hoy, el país afronta una inflación de más del 50 %, 20 años después de la imagen de Rúa huyendo en helicóptero del precipicio económico.