Entrevista
Santiago Niño-Becerra: «El futuro es para los que estén preparados; para los demás, renta básica, ocio gratis y poco más»
El catedrático de la Ramón Llull nos habla de lo que nos espera, de la complicada situación económica de España y de su desacuerdo con la reforma laboral o con la idea de que la alta inflación la propicia la invasión de Ucrania, entre otras cuestiones
Santiago Niño-Becerra (Barcelona, 1951) es catedrático de Estructura Económica en la Universidad Ramón Llull. Saltó a la fama con su libro El Crash de 2010. Fue uno de los primeros economistas del mundo en predecir que se avecinaba una crisis económica de características similares a la del crack de 1929. Ahora publica Futuro, ¿qué futuro? Claves para sobrevivir más allá de la pandemia. El libro pinta un panorama aterrador (hay quien dice que realista), siempre que no hagamos algo para cambiarlo.
–¿De verdad las perspectivas son tan negras como las pinta?
–A lo largo de la historia se han producido muchos cambios. Cuando estalló la depresión de los años 30, hubo una crisis terrible. Cuando terminó la II Guerra Mundial, se instauró un nuevo modelo económico, que ha sido el nuestro. Ese cambio fue para ir a mejor; al menos, eso fue lo que nos contaron. Ha habido más crecimiento, más ocupación, más salario, más ahorro, más inversión... El cambio actual tiene dos problemas. El primero es que la tecnología ha llegado a un punto en el que es capaz de sustituir cada vez más al trabajo humano. Cada vez hacen falta menos horas de trabajo para hacer las tareas; si hacen falta menos personas, eso ya no lo sé. Es algo que ya se sabía desde los años 80, cuando la robótica se introdujo en la producción, la automoción y otras actividades. La pandemia ha acelerado el proceso. El ejemplo que siempre se pone es el teletrabajo, pero es inevitable que llegue a todos los órdenes. No podemos detener la evolución de la tecnología. Es parte de la investigación y siempre va a ir a más.
–¿Qué consecuencias tiene?
–Si se necesita menos trabajo, caen la masa salarial total, el consumo, la recaudación fiscal... Por otro lado, la tecnología cada vez es más barata, más fácil de utilizar y más sofisticada, pero para la tecnología punta, para estar a la última, hace falta mucho capital. Se está produciendo una concentración de capital para cubrir esas necesidades. De ahí que las grandes corporaciones sean cada vez más potentes, más sólidas. Llegamos a una situación en la que el capital, la riqueza, está cada vez más concentrada. En el otro lado tenemos a una población cuyas horas de trabajo son cada vez menos necesarias. Soy consciente de que lo que digo es terrible, pero es inevitable.
–¿Cuál es la solución?
–Creo que la única vía para intentar solucionar esta situación o darle un giro es potenciar a las personas que sean capaces e instaurar lo que yo llamo el trinomio social: renta básica, ocio gratis y alguna cosa más. Sinceramente, no le veo otra salida. A la vez se está produciendo un cambio en el orden internacional tras la disolución de la Unión Soviética en el año 1991. Entonces China era una potencia muy pequeña. Hoy es la segunda economía del mundo. Dentro de poco va a convertirse en la primera. Evidentemente, va a influir en el mundo, porque ni la mentalidad, ni la sociedad ni el modelo social oriental es como el occidental. En este cambio, Europa claramente va a perder.
–¿En serio piensa que solo las personas con potencial tienen futuro y las que no lo poseen están condenadas a la renta básica, el ocio gratis y algo más?
–Sí, aunque cuidado: personas capaces y con contactos. Creo que la película Elysium es un poco la caricatura del mundo hacia el que vamos.
–¿También el libro 1984 de Orwell?
–Sí, también. El Gobierno chino ha dicho que ya dispone de tecnología para controlar al 100 % de la población. Mañana puede exportarla a otros países. Va a aumentar el nivel de control de la población.
–Decía que la riqueza se concentra y en su libro anuncia que van a crecer el desempleo estructural y la desigualdad social. ¿Esta situación no generará unas tensiones y revueltas por parte de la población que no interesan en los países?
–En el caso de China, entre comillas, tiene la ventaja de ser una dictadura. En Tiananmen murieron 8.000 personas y no pasó nada. En el mundo occidental la situación será más difícil. En cuanto a los terceros países (África, Latinoamérica...) se convertirán en generadores de materias primas y poco más.
–El esquema de control de la economía, con el Gobierno y las principales empresas liderando, parece muy pesimista, aunque desde luego es la estrategia que dan la impresión de seguir algunos países. Pese a ello, en España hay ciudades como Madrid o Málaga que propician la libertad individual, que es más humana. ¿No ve señales de esperanza en este sentido?
–Si la pregunta es si es posible que Málaga se convierta en un foco económico tecnológico gracias a la política que sigue, la respuesta es que posiblemente sí. ¿Pero qué hacemos en Zamora? Hoy la economía alemana está sustentada por cuatro estados: Baviera, Baden-Wurtemberg, Hesse y Hamburgo. Tanto es así que esos cuatro estados están diciendo que ya vale. Creo que vamos a un mundo zonificado. No es que todas las empresas, todas las corporaciones y todos los ricos vayan a estar en una isla en no sé dónde y el resto se suma en la más absoluta miseria. Habrá zonas, áreas, espacios... En Cataluña ocurre lo mismo. Si coges un compás y marcas una zona de 50 kilómetros, ahí tienes el 50 % del PIB de Cataluña. Creo que esta tendencia claramente va a más. El gran peligro que tiene esto es que mañana, por ejemplo, Renault puede decidir irse de Valladolid. ¿Qué pasa entonces? ¿Cómo se sustituye? Creo que el concepto de Estado se está diluyendo. Los fondos que han dado los Estados han sido dirigidos y puestos en marcha desde Bruselas. Las corporaciones cada vez tienen más poder. En el libro doy el dato de que las 50 principales empresas del mundo facturan el 25 % del PIB del planeta. Al mismo tiempo, puede haber zonas de desarrollo intensísimo como un polígono industrial situado cerca de Vitoria, que está muy especializado en robótica. Una de las grandes diferencias entre el modelo que está entrando y el anterior está en que en el de antes la idea era que todos vamos a más siempre. Ahora la idea es que los que convenga vamos a donde convenga cuando convenga. En el anterior modelo el objetivo era aumentar la productividad: con los 1.000 trabajadores que tenemos hacemos 2.000 unidades, y a ver si mañana podemos hacer 4.000. La idea hoy sería hago 1.000, 500 o 3.000 pero con un trabajador, o con ninguno. El objetivo no es ir a más, sino a lo que nos convenga. Es una filosofía totalmente diferente.
–Y que dejará a mucha gente atrás.
–Antes era posible que ganáramos todos porque el objetivo era ir a más siempre. Como ahora el objetivo es ir a lo que convenga, no podemos ganar todos.
–¿Qué queda de la responsabilidad social corporativa?
–Se hablaba mucho, y creo que ahora se habla menos. ¿Por qué no hay una vacuna contra la malaria? Porque la sufren los pobres. Si la sufrieran los suecos, noruegos, canadienses o daneses, ya habría vacuna. En otro plano, hay empresas que son muy inteligentes y buscan fidelizar al trabajador: que esté satisfecho y proyecte una imagen positiva. El gran ejemplo en España es Mercadona. Ha subido el sueldo a sus trabajadores y ha sido una medida muy inteligente, pero lo ha hecho porque puede hacerlo.
–¿Afectará también a los servicios esa sustitución de los empleados por máquinas de la que habla?
–Creo que también se automatizarán. Se vieron varios vídeos de los juegos de invierno de Pekín con camareros robots. En Suecia hay un par de hospitales en los que la medicación es repartida por robots desde hace años. Estoy convencido de que faltan muy pocos años para que funcione solo el famoso robot Da Vinci que hace intervenciones quirúrgicas. Seguro que será más exacto que teniendo un cirujano detrás. La tecnología evoluciona más rápidamente que la mentalidad de las personas, y el problema es que todos los gobiernos están a verlas venir. Los gobiernos se están diluyendo a la vez que los Estados.
-La concentración de la riqueza lleva también a que cada vez mande menos gente.
–Es que mandar, mandar, mandan cuatro: los gestores de los cuatro grandes fondos, cuatro grandes CEO de corporaciones, y poco más. No sé cuánta deuda de España tiene ahora Blackrock, pero imagínese que decide venderla toda esta tarde. Tendríamos un problema.
–En su libro habla de que cada vez habrá más gente trabajando por cuenta propia y cuando lo necesite. Es precisamente el modelo que se está penalizando en España.
–Así es: choca totalmente con la reforma laboral. Sabemos que el Gobierno ha puesto en marcha esta ley; sabemos cómo funciona: los fijos discontinuos, etc. Personalmente, no puedo demostrarlo, pero creo que esta legislación tiene los meses contados. Va en contra de la dinámica histórica. Pero si está creciendo el pago por uso. Los jóvenes, por ejemplo, los millennials, lo tienen clarísimo: pudiendo tener un coche, no lo tienen, porque es un problema para ellos; lo alquilan, lo usan, pagan y adiós. La tendencia es a pagar por usar, y con la mano de obra, lo mismo: necesito a este trabajador tantas horas durante tanto tiempo para hacer tal tarea. ¿Por qué voy a tener que contratarlo para siempre?
–¿Cómo ve a España en todo este contexto? Tenemos una deuda pública y un déficit muy elevados, una tasa de paro muy alta... ¿Estamos preparados para esta nueva época?
–Lo están ciertas zonas, pero no el resto. Pasa lo mismo en todos los países, pero además España tiene un gran problema con el déficit, la deuda, y una inflación más alta que nadie. Vienen momentos muy complicados para España. Y en este contexto, se plantea este paquete de ayudas que ha lanzado el Gobierno. Según los cálculos, puede llegar a los 16.000-20.000 millones. ¿Y cómo se va a pagar eso? ¿Se van a subir impuestos? ¿Se va a recortar gasto? ¿Se va a aumentar la deuda pública? A eso añadamos los refugiados que van a venir. España está en una situación complicada; lo que pasa es que los políticos tienden a callarse o a decir cosas bonitas, porque si dices cosas feas, la gente no te vota. La pregunta es qué pasará cuando la población se dé cuenta de que esas cosas no se cumplen. Está la famosa frase del filósofo de que puedes tener engañadas a algunas personas durante un tiempo, pero es imposible tener engañado a todo el mundo todo el tiempo.
–¿Qué medidas piensa que deberían tomarse para que salgamos de esta situación complicada?
–Creo que a España, por sus especiales características de déficit, deuda, incumplimientos, etc., van a decirle lo que tiene que hacer. Europa, que en el fondo son los grandes fondos de inversión, los que tienen la deuda, van a decirle a España que tiene que recortar el gasto público en esto o en lo otro para bajar el déficit; que tiene que subir el IVA; también el IBI, que ya está subiendo, pero más... Y entonces el Gobierno, el que esté, siempre podrá salir en la televisión y decir que no quiere hacerlo, pero le ordenan que lo haga.
–¿Podrían rescatarnos?
–No. La época de los rescates ha pasado para todos. Se rescató a Grecia, a Portugal, a la banca española, porque en aquel momento todo era blanco o negro. Si a Grecia no se le rescataba, quebraba, y si con Portugal no se hacía, también quebraba, y se creaba un pánico. Ahora las cosas están muchísimo más controladas. Por ejemplo, Chipre no quebró. Se intervino la banca. Las cosas están mucho más controladas ahora, y la actuación es ex ante: para que no tengas que ser rescatado, vas a tener que hacer esto, y evidentemente de un modo monitorizado.
–¿Qué va a pasar con nuestra elevada deuda, que en la actualidad está en el 118 % del PIB?
–Ningún país puede pagar todo lo que debe. Creo que va a haber una serie de quitas, y parte de la deuda va a quedarse de modo perpetuo. Va a quedar ahí y nos olvidaremos de ella. Seguirá rindiendo intereses, pero el principal quedará muerto.
–¿Qué opina de la alta tasa de inflación que se conoció ayer en España: nada menos que un 9,8 %?
–Lo que personalmente me molesta es que el Gobierno diga que la inflación es culpa de la guerra de Ucrania. Eso es absolutamente falso. Antes de que el primer tanque ruso cruzara la frontera de Ucrania, la inflación de España era del 7,4 %. Ya estábamos arrastrando una historia inflacionaria. Esto ha de ponerse encima de la mesa, se ha de decir.