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El perfil

Manolín, el Jimmy Hoffa de Albacete que bajó la gasolina a toda España

Pase lo que pase con la Plataforma, el legado de los «chalecos amarillos» va a ser duradero: la España currante que no milita en nada se ha hartado y, ganen o no este pulso, su protesta va a quedarse

Jimmy Hoffa, el carismático camionero que cambió para siempre el transporte en los Estados Unidos, y Manuel Hernández Roca, el aguerrido líder de la Plataforma nacido en Albacete hace casi medio siglo y emblema de Hellín que ha paralizado durante días España, guardan algunos parecidos pese a las enormes distancias geográficas, cronológicas y biográficas existentes entre ambos.

El americano, encarnado por Jack Nicholson, Al Pacino o Sylvester Stallone en sucesivas películas magnéticas que dan fe del calado del personaje; fue acusado y condenado por mafioso y desapareció de la faz de la tierra en 1975: siete años después fue dado oficialmente por muerto, aunque su cadáver nunca apareció.

Pero su huella sigue marcando la gestión del transporte en América hasta el punto de que su hijo James siguió presidiendo la Hermandad Internacional de Camioneros, la potente plataforma fundada por su padre que establece una especie de nexo con la asociación encabeza por Manolín.

Ahí empieza y termina el gran parecido entre ambos: Manuel no está en la Mafia, como Hoffa, aunque sus enemigos le han cargado todo tipo de pecados, excesos y abusos ideológicos; desbordados y quizá atemorizados por su fulgurante irrupción y su capacidad para agitar un avispero controlado históricamente por el establishment sindical y político.

El éxito de su Plataforma desbordó al Gobierno, indignó a los sindicatos tradicionales y desató una caza en los medios de comunicación amigos; pero catalizó la enorme indignación y el desasosiego de inmensas capas de la población que se veían reflejadas en el hartazgo, la desesperación y las razones de los camioneros.

Autónomos, comerciantes, pequeños empresarios familiares y la España fuera de los circuitos oficiales conectó rápido con Manolín y lo que decía, de rabioso sentido común: no se puede trabajar a pérdidas ni soportar el brutal encarecimiento de todo.

La luz, el combustible, el gas, los impuestos y hasta la cesta de la compra son dagas en los riñones de todos, y el golpe en la mesa de Manolín resumió ese malestar y le puso a él en el foco y en la diana a la vez.

Camionero e hijo de camioneros, perdió su empresa en la penúltima crisis de 2018 y, desde antes, pelea contra gigantes en una plataforma surgida en Galicia una década antes de que su medio de vida acabara en concurso de acreedores.

Sabe lo que es devorar kilómetros de asfalto y números rojos y desde esa autoridad personal, con fallos inevitables en alguien corriente sin experiencia política, se ha echado detrás a 90.000 transportistas que aún no han dado su último bocinazo.

«Estáis viendo la campaña de acoso y derribo hacia mi persona porque las administraciones, los poderes políticos, mediáticos y económicos nos han cogido un miedo y un temor mucho mayor de lo que nos podíamos imaginar. Estamos en un momento histórico y hay grandes poderes temblando porque estamos consiguiendo que la gente de la carretera seamos los que impongamos nuestras condiciones», dice Manolo, Manolín, en uno de sus últimos vídeos para sus seguidores.

Él llevó a la Plataforma a la apertura de los Telediarios y si se apaga su estrella, probablemente lo haga también la de su Plataforma, señalada como objetivo a abatir por un Gobierno que primero les llamó «ultraderechistas»; después les recibió con temblor de piernas y finalmente les ha arrinconado intentando convertir a miles de currantes en peligrosos piquetes violentos.

Pero tantos caballos de potencia y tantas razones detrás dejan semilla, en forma de chaleco amarillo, que darán nuevas cosechas. De momento, hasta sus detractores tendrá que reconocerle a Manolo que, gracias a él y a su gente, les han bajado 20 céntimos por litro de combustible a todos los españoles.

«Si tienen su comida, su ropa, su medicina, el combustible para sus hogares, combustible para sus industrias es porque un camión lo llevó hasta ustedes! ¡El día en que nuestros camiones se detengan, el país se detiene!».

La frase se la hace decir Martin Scorsese al Hoffa de Al Pacino en El irlandés, pero bien podría ser de Hernández Roca y de cualquiera de los camioneros del mundo: sin ellos todo se para. Como para querer pararlos a ellos.