La semana económica
Ucrania pone fin a la Europa de las dos velocidades
La guerra iniciada por Putin reestructura el equilibrio económico europeo. El Sur inicia una ofensiva contra el Norte aprovechando las secuelas que han dejado años de políticas energéticas erróneas
La tormenta económica derivada de la guerra en Ucrania ha revolucionado el tablero político de la Unión Europea. Estados a los que hace pocos meses mirábamos con desconfianza desde el Sur se han convertido en amigos, y los aventajados socios europeos son hoy un lastre que impide que Europa deje de financiar el delirio belicista de Vladimir Putin. El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, fue durante años el eterno villano de países como España, Portugal o Italia.
La tensión se disparó en abril de 2020 cuando el ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, pidió investigar por qué algunos Estados no contaban con los recursos suficientes como para afrontar la crisis del coronavirus. La intervención del neerlandés provocó una sonora protesta de los aludidos. La disputa amplió la eterna brecha que separa a España, Italia o Portugal, de la «disciplinada» Europa del Norte. Dos años después y dos crisis mediante –COVID-19 y guerra en Ucrania–, las cosas han dado un inesperado vuelco.
Países Bajos pidió investigar a España, Italia y Portugal en pandemia
Hoekstra ya no ocupa la cartera de Finanzas. En octubre de 2021 los papeles de Pandora desnudaron los enredos de miles de personajes públicos con las sociedades offshore. Uno de los implicados fue él. El 'martillo' de los países del Sur resultó poseedor de acciones de una sociedad de las Islas Vírgenes.
En enero de este año, Rutte formalizó un nuevo gobierno de coalición participado por hasta cuatro partidos diferentes. El primer ministro aprovechó su reelección para dulcificar la cara de las finanzas holandesas. Hoekstra pasó a Exteriores, y Sigrid Kaag –líder del centro izquierda neerlandés– se hizo con Finanzas.
Kaag ha comenzado a reestablecer los puentes que sus antecesores dinamitaron. Su sintonía con Nadia Calviño se materializó la pasada semana cuando España y Países Bajos acordaron relajar las reglas del Pacto de Estabilidad. El documento firmado entre ambas no cuenta con medidas de gran calado, pero sí adelanta un cambio de dirección en la política fiscal de la Unión Europea.
La propuesta cierra la herida entre Norte y Sur, plantea una reducción del déficit y la deuda flexible, y rompe la unidad del club de los países 'austeros'. Austria, Suecia, Dinamarca y Finlandia pierden un sillón en Bruselas, y España, Italia y Portugal, un enemigo íntimo.
España se expone a sanciones si no cumple los límites de déficit y deuda
Nadie regala nada. Detrás de la corrección política de Países Bajos se esconde el miedo a que la inflación y la desconexión con Rusia terminen por afectar a una economía ejemplar. Kaag arrancó a Calviño compromisos que la dureza de Hoekstra o Jeroen Dijsselbloem no consiguió. España apoyará que las autoridades europeas sancionen a aquellos socios que no cumplan con el 3 % del déficit y el 60 % de la deuda. Eso sí, los plazos quedan en el aire.
Descolgados quedan países como Alemania. La estrategia energética diseñada por Gerhard Schröder y Ángela Merkel han convertido a la locomotora europea en el último vagón del tren que trata de salir de Rusia. El Ejecutivo de coalición que hoy lidera el socialdemócrata Olaf Scholz se ha visto obligado a traspasar una de las líneas rojas marcadas por sus socios. Los Verdes –que ocupan carteras como la de Medio Ambiente y Economía– fijaron el final de la nuclear en 2022. Una regla de oro a la que Berlín debe renunciar. Los papeles se revierten. Ahora es el Sur el que apremia al Norte. Pero las décadas de ventaja moral y económica pesan demasiado.