La credibilidad de la Reserva Federal frente a la del Banco Central Europeo
Mientras que la entidad estadounidense ha visto desde el principio la necesidad de atajar la inflación, la de nuestro continente ha dudado
La credibilidad es una variable importantísima en economía, porque en base a ella se genera confianza, indispensable para atraer inversiones, acometer proyectos empresariales y generar ánimo entre la población para su desarrollo profesional. Cuando se aplica una política económica seria, rigurosa, creíble, se generan buenas expectativas.
Es más, cuando dicha credibilidad es fortísima, las expectativas que se generen pueden ser excelentes, de manera que pueden impulsar de manera muy potente a la actividad económica y al empleo.
El profesor Lucas –Premio Nobel de Economía en 1995– desarrolló un estudio profundo de la generación de las expectativas y de su efecto en la economía, y mostró cómo una política muy creíble podía conseguir unos resultados muy positivos incluso en el corto plazo al aplicar medidas necesarias pero que comprenden una contracción inicial. De esa manera, una política fiscal creíble de reducción del gasto para acabar con el déficit y la deuda, si es percibida por los mercados y por los agentes económicos como muy fiable y sólida, puede generar, por expectativas, un anticipo de incremento de actividad y empleo en el corto plazo superiores a los descensos que en dichas variables pudiese provocar, en ese corto plazo, la contracción fiscal. Por supuesto, en el medio y largo plazo una buena medida generará crecimiento aunque hubiese retroceso en el corto plazo, pero Lucas demostró que si es una muy buena política la aplicada, los efectos positivos se pueden anticipar.
Pues bien, la generación de expectativas es lo que estamos viendo estos días. Por un lado, en la UE y por otro en Estados Unidos. Siendo la política fiscal expansiva en ambos por el lado del gasto –aunque menos en Estados Unidos–, de manera que el exceso de gasto y endeudamiento no es positivo para ninguna de las dos áreas económicas, sí que se están dando diferencias en la aplicación de la política monetaria y en la manera en la que sus respectivos bancos centrales la están gestionando.
Por un lado, la Reserva Federal ha tenido muy claro desde el inicio de año que la inflación era un problema que había que atajar. Para ello, ha aplicado una subida de 25 puntos básicos, otra de 50 puntos básicos y ahora una tercera de 75 puntos básicos, con la previsión de, al menos, otras tres subidas más en 2022. Los mercados, ante la mayor subida individual en 28 años en Estados Unidos, reaccionaron positivamente. ¿Por qué? Porque percibieron que la Fed aplicaba una política monetaria clara, sin dudas, para atajar la inflación.
Por su parte, el BCE, tras estar muchos meses diciendo que la inflación era transitoria, para luego decir que seguía siendo transitoria, pero que ese tránsito sería algo más largo de lo previsto, para terminar diciendo que era ya algo permanente y que a lo mejor en septiembre subía tipos, y concluir, después, que en julio los subiría, provocó un movimiento bajista en los mercados. ¿Por qué? Por dos razones: la primera, que el BCE mantuvo un exceso de liquidez para sujetar a las economías de determinados países, que éstos aprovecharon para no hacer reformas de gasto. Como la Comisión Europea mantiene suspendidas las reglas fiscales, los gobernantes menos virtuosos han endeudado tremendamente a sus economías, como es el caso de Sánchez en España. Eso aparta a España de la media de la eurozona no converge en los parámetros de déficit y deuda, dos de los criterios de convergencia y base del pacto de estabilidad y crecimiento, y ahora una medida que llega tarde, pero que es necesaria para evitar males mayores, como es una política monetaria contractiva, hace subir la prima de riesgo de los países menos saneados, como es el caso español. La segunda razón de este miedo del mercado se debe a que no percibe una política monetaria clara por parte del BCE, que pocos días después volvía a reunirse para desdecirse en parte y crear un mecanismo de cobertura de bonos de los países más endeudados y evitar un gran incremento de sus primas de riesgo. El mercado penaliza los vaivenes, como vemos, y confiere menos credibilidad a la actuación del BCE que a la de la Fed.
En definitiva, es necesario generar credibilidad para crear buenas expectativas que impulsen la economía y, para ello, es imprescindible ser claros y, sobre todo, mantener la ortodoxia fiscal por parte de los gobiernos –gasto limitado, equilibrio presupuestario y reducción de endeudamiento– y la ortodoxia monetaria –evitar la inundación de liquidez que genera presiones inflacionistas–. Es la diferencia entre gestionar bien o mal y generar prosperidad o empobrecimiento, respectivamente.
José María Rotellar es profesor en la Universidad Francisco de Vitoria