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José María Rotellar

El efecto Sánchez como multiplicador del desequilibrio económico

La situación económica es mala, aunque todavía no se vea del todo, pero puede empeorar mucho más y percibirse más en otoño

Sánchez se encuentra acorralado, tras ser derrotado de manera contundente por Feijóo en Andalucía, con el triunfo arrollador de Juan Manuel Moreno, sabe que está consumiendo sus últimos meses en la presidencia del Gobierno, ya que su derrota es lo más probable con independencia de cuándo convoque. Ahora, dado su carácter, no parece fácil que vaya a renunciar a tratar de mantenerse en el poder y, para ello, hacer todo lo que sea necesario, le convenga o no a España, porque sólo le preocupa lo que le venga bien a él.

De esa manera, y con la vista puesta en las elecciones municipales y autonómicas, con el objetivo final de las generales, Sánchez va a disparar el gasto y el endeudamiento y, en suma, los desequilibrios de la economía española. De esa manera, Sánchez puede hacer mucho más daño a la economía que el mal que ya le ha causado desde que gobierna, pues, como he dicho, siendo como es, antepone sus intereses personales a los intereses generales de España y hará lo que sea necesario para mantenerse en el poder.

Recordemos los «viernes sociales» –que la oposición llamó «viernes electorales»– donde en pocas semanas llegó a incrementar y comprometer estructuralmente gasto por importe de casi 10.000 millones de euros. No olvidemos el aumento de gasto récord realizado en estos años, donde bajo la excusa de que era un gasto para combatir los efectos económicos de la pandemia, cimentó en permanente un gasto que debería haber sido transitorio, de manera que el déficit estructural se aproxima a cinco puntos de PIB, alrededor de 65.000 millones de euros. Ahora, ha vuelto a elevar el gasto bajo el argumento de compensar los efectos de la guerra, pero sin reducir equivalentemente gasto innecesario, que lo hay, como señalan tanto el Instituto de Estudios Económicos como la AIReF.

Por tanto, si hasta ahora ha incrementado el gasto de manera importante, a buen seguro que tratará de aumentarlo más con la esperanza de poder tener opciones para revalidar su permanencia en la Moncloa, cosa que, a mi juicio, es imposible, haga lo que haga, pero seguro que lo intentará. Sánchez no tiene límite y es capaz de incrementar el gasto, el déficit y la deuda. De hecho, lo está haciendo ya, porque la recaudación está aumentando por el efecto inflacionista, él se niega a deflactarla para ayudar a las familias y, sin embargo, no se reduce el déficit de manera clara.

En el año y medio que queda va a acelerar el gasto, a hacer populismo electoral con él y a dañar más todavía a la economía española. Nuestra única esperanza es que la Comisión Europea le imponga la limitación de gasto y que se retorne a los objetivos de estabilidad para 2023, al tiempo que el BCE exija reducir la deuda a cambio de aplicar la herramienta que ha anunciado para mitigar el efecto en las primas de riesgo de los países más endeudados, como España. Si no se hace así, será muy dañino para la economía española –y, por su tamaño, para toda la zona euro, por el desequilibrio que pudiese provocar–, porque significaría dejar a Sánchez las manos libres para gastar lo que quiera.

Con Sánchez han vuelto los desequilibrios: la deuda está en niveles nunca vistos en los últimos cien años; el déficit estructural, en lugar de bajar, que es lo que reclama la Comisión Europea, crece; la recaudación se sostiene por el efecto de la inflación, pero no por verdadera pujanza económica; y la prima de riesgo española vuelve a ser un problema.

Todo ello, tiene consecuencias: la actividad se está parando en España –el INE ha revisado a la baja el crecimiento del ITR-2022– y también en el conjunto de la UE –el PMI de producción manufacturera ha entrado en niveles que prevén recesión–, y la necesaria subida de tipos para frenar la inflación hará disminuir el consumo y, con ello, la producción y el empleo, además de que tanto los efectos económicos de la guerra de Ucrania como, ya en menor medida, los del coronavirus, siguen presentes. Todo ello, en un contexto de alto coste de la energía, que el Gobierno de Sánchez se empeña en que en España sea todavía más alto –con asfixia de familias y empresas–, dado su dogmatismo impidiendo el desarrollo de centrales nucleares y prohibiendo el fracking.

En definitiva, la situación económica es mala, aunque todavía no se vea del todo, pero puede empeorar mucho más y percibirse más en otoño, con un elevado riesgo de que Sánchez la deteriore mucho más si la UE no pone freno a su política de gasto tremendamente expansivo.

El «efecto Sánchez» se ha convertido en un multiplicador del gasto, un generador de desequilibrios que la economía española no se puede permitir. Este año y medio que resta de legislatura puede hacerse muy largo, por el efecto negativo intensificado que puede tener su gestión en estos meses, de manera que la herencia económica que legue puede ser mucho peor que las de 1996 y 2011, siendo ambas ya muy malas.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria